A seis años del éxodo de la población rohingya, la falta de financiación impacta su salud

MSF ha alcanzado su capacidad en varias áreas médicas dentro de los campos rohingya en Bangladesh
Los niños caminan por las afueras de los campos en Cox's Bazar, donde las condiciones de vida insalubres contribuyen a problemas de salud, como la sarna y el cólera. Bangladesh, 26 de junio de 2023. © Victor Caringal/MSF

Este viernes 25 de agosto se cumplen seis años desde que se produjera un éxodo que llevó a más de 700,000 personas de la etnia rohingya a salir de Myanmar. Intentaban escapar de una campaña selectiva y violenta del Ejército de ese país, para buscar refugio en Cox Bazar, en el sureste de Bangladesh.

Hoy, las necesidades médicas en el que está considerado como el mayor conjunto de campos para personas refugiadas del mundo son acuciantes, mientras que la ayuda humanitaria que recibe el millón de personas que lo habitan resulta cada vez más insuficiente. En un contexto mundial marcado por múltiples emergencias, muchas de ellas de gran magnitud, la financiación internacional para dar respuesta a esta crisis se ve sometida a sucesivos recortes de fondos año tras año.

Esto hace que la situación para la población rohingya sea cada vez más preocupante. Siguen siendo apátridas, no disponen de un estatus legal y no se les permite trabajar ni salir de los campos (1). Dependen casi por completo de la ayuda humanitaria y desde el estallido de la COVID-19, viven en terrenos rodeados de vallas y de alambradas de espino.

Lo que en agosto de 2017 fue una solución temporal para ofrecer refugio a personas que escapaban de una violencia atroz se ha convertido en una crisis prolongada para la que no se vislumbra ninguna solución razonable. Y por el momento, el regreso de los refugiados rohingya a Myanmar sigue siendo una quimera. Para ello necesitarían que se les garanticen sus derechos, incluido el reconocimiento de su ciudadanía y el retorno seguro a sus hogares.

MSF ha alcanzado su capacidad en varias áreas médicas dentro de los campos rohingya en Bangladesh
Refugios en el campo de Cox’s Bazar. El acceso inadecuado al agua potable y las malas condiciones sanitarias agravan los riesgos para la salud y propician brotes como la sarna. Bangladesh, 26 de junio de 2023. © Victor Caringal/MSF

 

Aunque los campos disponen ahora de mejores carreteras, más letrinas y agua potable que en el momento álgido inicial de la emergencia, la gente sigue viviendo hacinada en refugios y no se les permite la construcción de estructuras permanentes. Los incendios han destruido miles de refugios, lo que supone un riesgo constante para la seguridad de quienes viven en los campos. Además, como la zona es propensa a sufrir los efectos de desastres naturales, los refugios, que están construidos con bambú y láminas de plástico, suelen resultar dañados o destruidos por los fuertes vientos, las lluvias torrenciales y los corrimientos de tierra.

 

Cada año, menos fondos

Aunque el acceso a alimentos, agua y atención médica depende por completo de la ayuda humanitaria internacional, en los últimos dos años, el compromiso de la comunidad internacional con el llamado de financiación humanitaria de la ONU ha ido disminuyendo. De llegar a cubrirse alrededor del 70% en 2021, se pasó al 60% en 2022 y a alrededor del 30% en lo que va de 2023 (2). En marzo, las raciones de alimentos del Programa Mundial de Alimentos se redujeron del equivalente a 12 dólares por persona al mes a tan solo 10 dólares, y luego, en junio, a sólo 8.

“La vida en el campo es muy difícil. Si quieres comprar arroz, no puedes comprar aceite. Si compras aceite, no puedes comprar suficiente arroz. En este último mes ha habido cambios también en las raciones de alimentos. La gente ya no recibe raciones completas. No recibimos la cantidad de alimentos suficientes. Tampoco recibimos la cantidad de agua necesaria para beber”, afirma Noyum, refugiado rohingya.

MSF responde al brote de sarna en Cox's Bazar, Bangladesh
Después de un gran brote de sarna en Cox’s Bazar, el personal médico de MSF proporciona medicamentos a Soyed Ullah, que sufre esta enfermedad en la piel. Bangladesh, 14 de marzo de 2023. © Farah Tanjee/MSF

Hospitales y centros de salud saturados

Las insalubres condiciones de vida dan lugar a la aparición y al incremento de problemas de salud. El año pasado, los pacientes con dengue se multiplicaron por diez con respecto al año anterior y a principios de 2023 se registró el mayor aumento semanal de pacientes con cólera desde 2017. El 40% de las personas que viven en los campos padecen sarna. Es una cifra que supera con creces el umbral del 10% recomendado por la Organización Mundial de la Salud para iniciar una administración masiva de medicamentos contra los brotes de sarna.

“Antes de regresar a los campos rohingya de Bangladesh, pensé que la situación no podría ser peor que lo que presencié en 2017. Recuerdo que en aquel entonces tratamos heridas de bala, personas con quemaduras y pacientes afectados por múltiples brotes de enfermedades. Las escenas eran desgarradoras. Escuchar los relatos de aquellas personas que acababan de perder sus hogares y que se trasladaban a un campamento abarrotado sin nada más que bambú y lonas sobre sus cabezas es algo que me dejó marcado y que nunca olvidaré. Pero ahora, seis años después, estas mismas personas se enfrentan a una serie de problemas sin precedentes. Uno: el mayor brote de sarna del mundo. Más de 400,000 rohingya han contraído esta enfermedad. Dos: la reducción de la ayuda internacional. Y tres: unos servicios de agua y saneamiento completamente inaceptables”, asegura Arunn Jegan, coordinador general de MSF en los campos de refugiados rohingya.

Los equipos de MSF atestiguan los problemas a los que se enfrentan los hospitales y centros de salud que dependen de la financiación internacional y de las enormes dificultades que atraviesan las organizaciones encargadas de mantener las condiciones adecuadas de saneamiento en los campos.

Esta situación ha supuesto una creciente presión a lo largo de los dos últimos años sobre los servicios que proporciona MSF, que somos uno de los principales proveedores de cuidados médicos dentro de los campos. Hemos alcanzado el límite de nuestra capacidad en varias áreas y nos hemos visto obligados a cambiar los criterios de ingreso en nuestros centros sanitarios para hacer frente a las abrumadoras necesidades médicas de los pacientes que acuden a nuestras instalaciones.

MSF ha alcanzado su capacidad en varias áreas médicas dentro de los campos rohingya en Bangladesh
Personal de MSF camina por los campos para personas refugiadas de Bangladesh. © MSF

 

Desde el comienzo del éxodo, nuestros equipos tratan a pacientes que sufren las consecuencias de las difíciles condiciones de vida en los campos: enfermedades infecciosas, infecciones respiratorias, intestinales y cutáneas. Pero a lo largo de los años, también han ido observando una creciente necesidad de tratar a personas con enfermedades crónicas como la diabetes, la hipertensión o la hepatitis C, relacionadas principalmente con la falta de acceso a la atención sanitaria que ya tenían los rohingya en Myanmar.

El número de pacientes que llegan al ambulatorio de nuestro “hospital de la colina” aumentó un 50% durante 2022. Esta situación está íntimamente relacionada con el cierre de varios centros de salud en la zona en el último año. Tanto en este hospital como en el hospital materno-infantil que tenemos en Goyalmara, el número de ingresos pediátricos experimentó un aumento inusualmente alto de enero a junio de 2023 en comparación con el mismo periodo del año anterior. En julio de este año, cuando comienza el tradicional pico de necesidades médicas de cada año, el área pediátrica ya estaba al máximo de su capacidad.

Aunque en Médicos Sin Fronteras no nos veamos directamente afectados por la crisis de financiación, pues el trabajo que hacemos se lleva a cabo fundamentalmente con fondos privados, el creciente número de consultas e ingresos de pacientes ejerce una enorme presión sobre nuestros recursos humanos y crea diversos problemas en la gestión de camas hospitalarias y en el suministro de medicamentos.

En el caso de la pediatría, y en previsión de que durante las próximas semanas se produzca un nuevo incremento de necesidades médicas, desde MSF hemos instalado nuevas camas provisionales para alojar a más pacientes en el hospital materno-infantil de Goyalmara.

Aun así, desde el año pasado nuestros equipos en MSF también han tenido que ingresar cada vez más pacientes pediátricos en el “hospital de la colina”, que en condiciones normales estaría destinado a atender solamente a pacientes adultos. Esto requiere de camas adicionales en el hospital y ejerce presión sobre los demás departamentos. Y a pesar de todo ello, MSF tememos que, incluso a corto plazo, el aumento de camas no sea suficiente para cubrir todas las necesidades.

“No es el momento de reducir la financiación. Quitar dinero de esta crisis para mandarlo a otras es un juego muy arriesgado. Es necesario que se hagan esfuerzos diplomáticos para aliviar las restricciones impuestas a los rohingya y se les permita circular libremente. ¿Cuánto tiempo más deben esperar para que se les reconozcan sus derechos? Hablas con la gente de aquí y nadie puede ocultar la desesperación que sienten. ¿Cómo puede alguien sobrevivir con 8 dólares al mes para comer, al tiempo que le están diciendo que no puede trabajar ni recibir una educación adecuada? En pocas palabras, contener a los rohingya en campos de refugiados indefinidamente mientras se reducen los fondos no es ni una estrategia humanitaria coherente, ni corresponde a un mundo civilizado del que uno pueda sentirse orgulloso”, concluye Arunn Jegan.

Mientras la población rohingya que habita los campos para personas refugiadas de Bangladesh siga confinada y atrapada en un ciclo de dependencia de la ayuda humanitaria, resulta imperativo que los donantes internacionales aumenten significativamente sus contribuciones financieras.

Es la única manera de garantizar que reciban un apoyo y unos servicios adecuados y de evitar que se produzcan más consecuencias irreversibles en su salud física y mental.

 

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(1) Los rohingya son la mayor población apátrida del mundo y una de las minorías étnicas más perseguidas. Desde que en 1982 se les privó de su ciudadanía en Myanmar, han sufrido ciclos de violencia selectiva extrema y se enfrentan a restricciones en todos los aspectos de su vida, como la libertad de movimiento, falta de acceso al mercado laboral, falta de acceso a una educación formal y falta de atención sanitaria. 

(2) Fuente FTS OCHA: https://fts.unocha.org/appeals/1082/summary

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