Afganistán: a medida que la violencia se dispara, el acceso a la atención médica es peligrosamente limitada

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La violencia en Afganistán se ha disparado desde el pasado mes de mayo, con combates entre las fuerzas afganas y el Emirato Islámico de Afganistán (EIA, también conocido como los talibanes), tanto en los alrededores como en el interior de las capitales de las provincias. Los enfrentamientos están impidiendo el acceso a la atención médica, provocando un aumento del número de muertos y heridos por balas y explosiones, y dando lugar a un desplazamiento generalizado de la población.

La violencia en Afganistán se ha disparado desde el pasado mes de mayo, con combates entre las fuerzas afganas y el Emirato Islámico de Afganistán (EIA, también conocido como los talibanes), tanto en los alrededores como en el interior de las capitales de las provincias. Los enfrentamientos impiden el acceso a la atención médica, provocando un aumento del número de muertos y heridos por balas y explosiones, y dando lugar a un desplazamiento generalizado de la población.
 
En zonas en las que trabajamos -Lashkar Gah (provincia de Helmand) y Kandahar, ambas en el sur, y Kunduz, en el norte- nuestros equipos están siendo testigos de las duras consecuencias que provocan los enfrentamientos. También hay combates en los alrededores de la ciudad de Herat, donde contamos con otro proyecto.
 
"La situación en el país se ha deteriorado hasta tal punto que, en algunas ciudades, como Lashkar Gah y Kunduz, las instalaciones médicas se encuentran ya en primera línea del frente", explica Laura Bourjolly, nuestras responsable de Asuntos Humanitarios en Afganistán. "Nuestro personal sigue atendiendo a las y los pacientes en todos nuestros proyectos, en circunstancias muy complicadas, así que hemos adaptado nuestras actividades médicas para responder a estas graves necesidades".

 
 
 
En Lashkar Gah, donde prestamos apoyo al hospital de Boost, se están produciendo intensos combates en la ciudad desde hace más de una semana. La vida está paralizada y el personal sanitario atiende urgencias médicas, obstétricas y quirúrgicas. Este mismo personal permanece en el hospital para tratar a los pacientes mientras se producen bombardeos, ataques con morteros y con misiles muy cerca de nuestras instalaciones médicas. De hecho, el lunes 9 de agosto uno de ellos explotó muy cerca de la sala de urgencias, aunque afortunadamente no hubo víctimas. El fragor de la guerra no permite a los equipos sanitarios parar un segundo y el personal ha mantenido abiertos todos los servicios del hospital hasta la fecha.
 
La semana pasada, nuestros equipos en este hospital de Boost trataron a un gran número de heridos de guerra y realizaron 20 cirugías en un solo día. No obstante, muchas personas han huido de la ciudad y en los últimos días hemos visto una reducción significativa del número de pacientes que acuden al hospital para recibir atención.
 
Los combates también se han intensificado en Kunduz y sus alrededores. A finales de la semana pasada la ciudad cayó en manos del EIA. Cuando la violencia se intensificó en julio, nuestras oficinas fueron transformadas en una unidad de traumatología con 25 camas, donde atendimos a los heridos por explosiones, balas y metralla. 
 
Entre el 1 y el 9 de agosto, atendimos a 127 pacientes por heridas de bala y explosión, entre ellos 27 menores de 16 años. Seguimos prestando atención en la unidad de traumatología, pero hemos comenzado a transferir los servicios ambulatorios al nuevo Centro de Traumatología de Kunduz (KTC), que está en construcción desde 2018.
 
También seguimos apoyando el puesto avanzado de distrito en Chahar Dara, una unidad de estabilización en un distrito fuera de la ciudad de Kunduz. Allí atendimos a 126 pacientes heridos de guerra entre el 1 y el 8 de agosto.
 

Muchas personas llegan a los hospitales cuando ya están demasiado enfermas

En un país con un sistema sanitario deficitario, la violencia está dificultando enormemente el acceso de la población a atención sanitaria. En las zonas donde los combates están siendo más intensos resulta demasiado peligroso salir de las casas para recibir tratamiento médico, lo que hace que muchas personas lleguen a los hospitales cuando ya están demasiado enfermas. Nuestros equipos reportan que el número de pacientes en las salas de urgencias tanto del centro de tratamiento COVID-19 en Herat, como las de sus clínicas ambulatorias disminuye a medida que aumenta la violencia.
 
En Kandahar, gestionamos un proyecto para pacientes con tuberculosis resistente a los medicamentos (DR-TB). Nuestros equipos médicos les están proporcionando consultas a distancia y les entregan reservas de medicamentos para evitar que tengan que cruzar el frente. Y en Lashkar Gah, hace un par de días, el número de mujeres embarazadas que acudieron en busca de atención médica aumentó drásticamente justo cuando la situación se calmó temporalmente.
 
 
"Las urgencias médicas, los partos y las enfermedades crónicas no se detienen en tiempos de guerra. Solo habíamos tenido una mujer embarazada en el hospital", explica Sarah Leahy, coordinadora de nuestro proyecto en Helmand, "pero al día siguiente, cuando los combates se calmaron un poco, una decena de mujeres embarazadas consiguieron llegar hasta nosotros. Sabemos que las necesidades están ahí. Nos preocupa mucho que las mujeres tengan que dar a luz en casa sin ayuda médica. Pueden surgir complicaciones que pondrían en riesgo sus vidas y las de sus bebés".
 
Los enfrentamientos también han obligado a cientos de miles de personas a abandonar sus hogares. Algunas han buscado seguridad en las zonas urbanas y viven en asentamientos informales con poco acceso a alimentos, refugio y atención médica. En julio, abrimos en Kunduz una pequeña clínica que ofrecía consultas externas a mujeres, niñas y niños desplazados en Sar Dawra y empezamos a suministrar agua potable a las personas desplazadas internas. La clínica atendía a unos 300 pacientes al día y, a principios de agosto, traspasamos las actividades a otra organización para que los equipos se centraran en la atención traumatológica.
 
En la ciudad de Kandahar, instalamos una clínica temporal para atender a niños y niñas menores de 5 años en el campo de Haji, un asentamiento informal donde viven actualmente 5,000 personas desplazadas. También rehabilitamos puntos de agua, garantizado el acceso a aseos y duchas. Desde el 28 de julio hasta finales de la semana pasada, ya se había tratado a más de 170 niños y niñas en este campo, la mayoría por enfermedades respiratorias, diarrea y anemia.
 
El conflicto sigue siendo muy volátil, con un recrudecimiento de la violencia en distintas zonas del país, y estamos adaptando nuestros proyectos en la medida de lo posible para atender las necesidades cambiantes. El personal médico de todo Afganistán se enfrenta a los combates que tienen lugar en las calles alrededor de las instalaciones médicas, y con poco descanso o respiro; constantemente preocupados por las familias que han dejado en casa.
 
Mientras los combates entran en las ciudades, los hospitales siguen funcionando, pero la amenaza de estar en el lugar equivocado está siempre presente, como se vio el 9 de agosto en Lashkar Gah. Recordamos una vez más a todas las partes del conflicto que las instalaciones médicas que funcionan deben ser respetadas.
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