Angola: “Hace 21 años que no llega un médico por aquí”

MSF llevó una clínica móvil a una área remota de Angola
Equipos de MSF trabajan en colaboración con el Ministerio de Salud para llevar clínicas móviles a zonas remotas de Angola. ©MSF

Equipos de Médicos Sin Fronteras (MSF) trabajan en colaboración con el Ministerio de Salud para llevar clínicas móviles a zonas remotas de Angola. Nuestra coordinadora en la provincia de Huíla, Ximena Di Lollo, cuenta sus impresiones al llevar asistencia médica a la población.

Hace 21 años que no llega un médico por aquí —dice Joâo, uno de los habitantes más viejos de la aldea, con la mirada puesta en el trajinar del equipo montando la clínica móvil—. La última brigada móvil vino a Tchuila hace 21 años y luego… el olvido. Después, en algunas ocasiones y a cuentagotas, llegaron algunas vacunas en moto desde puestos de salud lejanos. Llegaban entre semana, cuando los niños están en la labranza cultivando junto a sus padres. Son muchos años de espera —explica Joâo mientras la sombra de la acacia lo cobija del sol que comienza a apretar.

La cobertura de vacunación en esta zona remota de la provincia angoleña de Huíla es muy baja, tanto es así que hace un año el soba, la máxima autoridad de este pueblo del municipio de Cuvango, confiscó una caja azul de transporte de vacunas durante siete días.

No la devuelvo hasta que a Tchuila venga alguien a dar cuidados médicos —exclamó.

¡Y así fue! La caja quedó vacía y custodiada, testigo del tiempo que pasaba. Cuando a finales de enero la enfermera Nai me dijo teníamos que ir a hacer una clínica móvil en Tchuila miré el mapa y me surgieron muchísimas preguntas. Como solemos hacer en MSF, al día siguiente me subí al coche y emprendí un largo camino de unas siete horas.

Ese día sucedieron cosas. La primera y más bonita fue recorrer la inmensidad de la tierra roja angoleña, que te deja sin palabras, imposible de describir. La segunda emoción fue ver a un equipo del Ministerio de Salud comprometido y entusiasmado con nuestra compañía.

La población de Tchuila ha crecido por encima de los 7,000 habitantes y hace un tiempo las autoridades decidieron abrir un pequeño centro de salud. Aún es un sueño, pero este era el primer paso para que las autoridades lo anunciaran a la comunidad.

Nuestro estado de adormecimiento se pasó pronto cuando después de cuatro horas de camino llegamos al primer puente, una precaria infraestructura que más que conectar aísla a la localidad de Tchuila, y otras tantas, del resto del mundo. Mientras lo cruzábamos, la rueda trasera de nuestro coche quedó encajada entre dos troncos y entonces comprendí el significado de lo que en Angola llaman confusão.

Quince personas hablaban y daban indicaciones al mismo tiempo mientras França, nuestro motorista (conductor), que lleva desde 2002 trabajando con MSF en diferentes intervenciones, y su contraparte del Ministerio de Salud, se afanaban con infinita paciencia en desencallar el coche, algo que consiguieron una hora después. Tras los aplausos y alegría general aún quedaban otras tres horas de camino, todavía más bonito.

MSF llevó una clínica móvil a una área remota de Angola
MSF trabaja en colaboración con el Ministerio de Salud para llevar clínicas móviles a zonas remotas de Angola. ©MSF

 

Finalmente llegamos a Tchuila, donde nos presentamos y pedimos permiso al soba para volver en dos semanas junto con el personal del Ministerio de Salud para brindar cuidados médicos. Ese mismo martes me había quedado claro que no podríamos volver y hacer la clínica móvil el jueves, como habíamos previsto en un principio. La preparación logística y médica requerían más tiempo

Cuando finalmente fuimos, niñas, niños, mujeres embarazadas y otros pacientes recorrieron pacientemente el circuito de la clínica que montamos en una pequeña iglesia con el techo agujereado. Tras 21 años, el sueño estaba cumpliéndose y éramos testigos de lo que se puede lograr cuando acompañas a tus colegas angoleños en la tarea de mirar a los ojos a las personas, escuchar sus dolencias y compartir lo que tienes: un alivio para el dolor, un antimalárico, una vacuna o una mosquitera. En realidad, es mucho más que eso. Es como decir a quienes se sienten olvidados: “aquí estamos, no están solos”.

Una semana después de esto, un sobrino del soba encontró un artefacto explosivo en la vera del río y lo trajo a casa de su tío. Una vez allí, el explosivo se detonó y murieron cuatro personas, entre ellas los hijos pequeños del jefe del pueblo. Otras seis personas heridas fueron trasladadas primero al hospital municipal de Cuvango y luego a la capital provincial, donde nosotros tenemos nuestra base. Un triste recordatorio de que las secuelas de la guerra se prolongan mucho más tiempo después de que la violencia acaba, llenando de dolor a un pueblo entero y a quienes tratamos de ayudarles.

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