Atrapados y olvidados: ¿dónde pueden buscar seguridad los rohingyas?

El precio de este desprecio por la vida humana es inmenso. Desde julio de 2024, los equipos de MSF en Bangladesh han recibido en sus instalaciones a 115 pacientes rohingyas con heridas de guerra.

Por las noches, las estrechas calles de los campos de personas rohingyas están llenas de niños. Un duro recordatorio de la falta de espacios dedicados al juego. Cox's Bazar, Bangladesh, octubre de 2023 © Sahat Zia Hero

A medida que la población rohinya se ve atrapada por la guerra en el estado de Rakhine, en Myanmar, quienes no pueden pagar para cruzar a Bangladesh se quedan sin protección ni ayuda.  

“Oímos explosiones, disparos y gente gritando”, dice Ruhul. Así describe este joven rohinya el momento en que su localidad, Buthidaung, fue atacada la noche del 17 de mayo.

Escapé junto a mi familia de nuestra casa en medio del caos, buscando protección en las colinas cercanas. Me separé de mis padres y pasé varios días escondido en la selva con mis primos y otros jóvenes, con hambre y miedo. Pisé dos minas terrestres; la primera vez salí ileso, pero la segunda explosión me voló el pie.

Ruhul no recibió atención médica durante nueve días. Hasta que pudo cruzar la frontera con Bangladesh y llegar a un hospital de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Cox’s Bazar.

Desde noviembre, el estado de Rakhine, en Myanmar, está devastado por la intensificación del conflicto entre las Fuerzas Armadas de Myanmar y el Ejército de Arakán. La violencia extrema, que incluye el uso de armamento pesado, ataques con drones e incendios, ha arrasado pueblos enteros. Matando, hiriendo y desplazando a la población civil. Ambas partes del conflicto están reclutando civiles a la fuerza y avivando las tensiones étnicas entre comunidades.

Un ejemplo extraído del próximo informe de MSF, Behind the Wire.
Un ejemplo extraído del informe de MSF, Behind the Wire. © Chiaki Suzuki

 

La violencia afecta a varios grupos étnicos que viven en Rakhine, pero la comunidad rohingya, uno de los grupos históricamente más perseguidos durante décadas, se encuentra atrapada en medio de esta violencia.

Los días 17 y 18 de mayo, en Buthidaung, se incendiaron viviendas y propiedades civiles, y miles de rohingyas (muchos de ellos desplazados previamente de otras zonas) huyeron de la ciudad.

Mojubullah tuvo que huir de Buthidaung en esas fechas. “Una granada de mortero alcanzó nuestra casa, matando a mi esposa e hiriendo a varios más”, relata. “Tomamos la desgarradora decisión de marcharnos a Bangladesh. Dejar atrás nuestra casa, el ganado y los cultivos fue increíblemente difícil”, lamenta Mojubullah.

En Maungdaw, 20 kilómetros al oeste de Buthidaung, los intensos combates se recrudecieron en mayo y han vuelto a intensificarse en agosto. Los enfrentamientos se han caracterizado por violentos ataques contra grupos de rohingyas, algunos de los cuales son sobrevivientes de los ataques a Buthidaung.

Entre el 5 y el 17 de agosto, los equipos de MSF en los campos de refugiados de Cox’s Bazar atendieron a 83 pacientes rohingyas con heridas relacionadas con la violencia; el 48% eran mujeres, niñas y niños. Relataron haber huido de un ataque en Maungdaw y cruzado la frontera.

Estos pacientes que llegaron a las instalaciones de MSF sufren heridas de bala, mutilaciones por minas terrestres y se encuentran en estado crítico por falta de fármacos para tratar enfermedades potencialmente mortales como el VIH o la tuberculosis. Estos medicamentos ya no están disponibles en Rakhine.

Varias personas describieron el viaje a través de la frontera, que incluye cruzar el río Naf, como peligroso. Como la frontera está oficialmente cerrada, para cruzar la gente se ve obligada a pagar enormes sobornos a grupos armados, traficantes o autoridades.

Ilustración del informe de MSF, Behind the Wire.
Aunque los rohingyas recién llegados a Cox’s Bazar escaparon de la zona de conflicto, se ven obligados a esconderse por miedo a ser deportados a Myanmar. © Chiaki Suzuki

 

“El viaje estuvo plagado de dificultades en todo momento”, recuerda Mojibullah. “Nos encontramos con contrabandistas que exigían cantidades de dinero exorbitantes por un peligroso viaje en barco y nos enfrentamos a la hostilidad de los guardias fronterizos al llegar a Bangladesh. A pesar de nuestras peticiones de ayuda, mis nietos necesitaban atención médica urgente, nos empujaron de vuelta a Myanmar”, señala el refugiado rohinya.

En el norte de Rakhine, el acceso a la atención sanitaria es casi inexistente. Los centros de salud no funcionan ya que han sido dañados por los combates, el personal médico ha huido o se han quedado sin suministros debido al conflicto y a la imposibilidad de obtener autorización para trasladar las provisiones necesarias.

En junio, Médicos Sin Fronteras se vio obligada a suspender indefinidamente sus actividades médicas y humanitarias en las localidades Buthidaung, Maungdaw y Rathedung, tras el incendio de la oficina y el almacén médico de la organización. Antes de esta suspensión, MSF fue testigo de ataques en zonas civiles muy pobladas, como mercados y pueblos, así como de asaltos a instalaciones sanitarias que pusieron en riesgo la vida de pacientes y trabajadores sanitarios.

Los esfuerzos realizados por las partes beligerantes para proteger a los civiles y cumplir las obligaciones que les impone el derecho internacional humanitario son insignificantes.

El precio de este desprecio por la vida humana es inmenso. Desde julio de 2024, los equipos de MSF en Bangladesh han recibido en sus instalaciones a 115 pacientes rohingyas con heridas de guerra. Entre los que había hombres, mujeres, niñas y niños con lesiones causadas por la violencia extrema.

 

 

Aunque la población rohingya recién llegada a Cox’s Bazar consiguió escapar de la zona de conflicto y acceder a cierto nivel de atención médica, se ve obligada a esconderse constantemente por miedo a ser deportada a Myanmar. Al tiempo que se enfrentan a una situación cada vez más precaria en campos donde 1,2 millones de personas viven tras alambres de púas. Aparte del aumento de la violencia y los secuestros en los campos, incluso para el reclutamiento forzoso en grupos armados para combatir en Myanmar, muchas personas viven con miedo y ansiedad por lo que han vivido. Y por la suerte de sus familias en Bangladesh y en su país.

Tras llegar a Bangladesh, Mojibullah aún no ha encontrado respiro a su sufrimiento. “Mi familia y yo luchamos por asimilar la pérdida de seres queridos y la incertidumbre ante nuestro futuro”.

 

 

  • Según cifras de la ONU, unas 327,000 personas han sido desplazadas en el estado de Rakhine y en la ciudad de Paletwa, en el estado de Chin, desde que se reanudó el conflicto en Myanmar en noviembre de 2023. Esto eleva el número total de personas desplazadas en ambas zonas a más de 534,000 personas.
  • Médicos Sin Fronteras pide a las partes en conflicto que cumplan con sus obligaciones en virtud del derecho internacional humanitario y los principios de distinción, proporcionalidad y precaución. Esto incluye proteger a los civiles de los ataques directos y de los efectos de los combates. Así como la prohibición de llevar a cabo ataques indiscriminados.
  • MSF también demanda a las autoridades y a todos los actores de ambos lados de la frontera que den prioridad al aumento de la asistencia humanitaria y médica imparcial para todo aquel que la necesite.

 

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