Ayudando a dar a luz en Sudán del Sur: Lecciones de vida

Kirsti es una partera de Estados Unidos. Actualmente trabaja con Médicos Sin Fronteras (MSF) en Sudán del Sur. Nos comparte un texto sobre una madre primeriza y cómo intentó aprender de sus pacientes.

Kirsti es una partera de Estados Unidos. Actualmente trabaja con Médicos Sin Fronteras (MSF) en Sudán del Sur. Nos comparte un texto sobre una madre primeriza y cómo intentó aprender de sus pacientes. 
 
He tenido que encontrar cierto nivel de aceptación al vivir y trabajar en Lankien, Sudán del Sur. Al principio quería que muchas partes de este mundo cambiaran y fueran diferentes.  Entre otras cosas, quería que los cinco pozos en la ciudad funcionaran y deseaba que todos los niños pudieran ir a la escuela. Pero esas eran cosas que yo no podía cambiar. Y aunque mi visión no ha desaparecido, he dejado de resistirme a lo que son las cosas. No estoy intentando usar gafas para ver todo color de rosa. Como resultado, mi experiencia se ha vuelto mucho más real. 
 
Mi vida aquí tiene su propio ritmo, uno que sigo intentando aprender. 
 
La inestabilidad en la región ha causado que las personas tengan que moderar sus expectativas y encontrar soluciones creativas a las dificultades de la vida. Las personas que he conocido parecen entender que la vida sigue y no pueden quedarse atrapados deseando que cambien las cosas que están fuera de su control. Me están enseñando, y poco a poco estoy aprendiendo.
 
 
Hace algunas semanas una mujer entró en el departamento de maternidad tras cuatro días de intensa labor de parto, acompañada por su cuñada y los hermanos de su esposo. Su esposo había sido asesinado cinco días antes en una pelea de clanes. Estaba embarazada de su séptimo bebé, y algo no estaba bien.
 
Los hombres se fueron mientras yo la admitía a la maternidad y la evaluaba. Estaba completamente dilatada, y la frecuencia cardíaca del bebé era estable, pero el hombro estaba listo para salir, y los bebés no caben en la pelvis cuando están en esa posición. 
 
Aunque normalmente no podemos hacer cesáreas en Lankien, contábamos con un médico con entrenamiento quirúrgico temporalmente en el proyecto. Reunimos los suministros y esperamos a que los hombres que la trajeron regresaran al hospital, pues en Sudán del Sur, un pariente masculino debe dar su consentimiento para cualquier procedimiento médico. Les tomó casi dos horas llevarla hasta el quirófano, pero dio a luz a una niña, su primera hija, esa tarde.
 
La recuperación fue difícil para la mamá y la bebé. La pequeña desarrolló una infección y la madre tuvo una hemorragia, su hemoglobina bajó de 14 a 6, y no podía producir leche porque estaba muy desnutrida. 
 
Examinaba a esta mujer y a su bebé dos veces al día, al igual que a todos mis pacientes. Su cuñada estaba allí, ayudando en cada paso. Ambas han sobrevivido muchas cosas, y esto es cierto no solo para estas mujeres, sino para cada paciente que he visto aquí. A pesar de que estaba destrozada por la injusticia de toda la situación, sabía que no había nada que pudiera cambiar las circunstancias de estas mujeres.
 
Mi función era brindar una atención médica de calidad y quizás un poco de calidez en sus vidas. Antes de irse del hospital me preguntó, por medio de uno de los médicos, si podía nombrar a su bebé. 
 
Escogí el nombre Nyawal, que significa “la que nació con atención médica”. Miró a la bebé, sonrió y aceptó que era un muy buen nombre. 
 
No podía y no alteré el sufrimiento a largo plazo de esta familia. La única diferencia que hice fue que en ese momento, el impacto que tuvieron sobre mí, irónicamente, cambió mi vida. 
 

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