Brasil: ‘El impacto psicológico de COVID-19 en los profesionales de la salud es devastador’

Un psicólogo de MSF describe la lucha por seguir adelante tras afrontar la crisis causada por la escasez de oxígeno en el estado de Amazonas.

Por Alvaro Palha, coordinador de Actividades de Salud Mental de MSF Manaos, Brasil.

Hay algunos acontecimientos que quedan grabados en la historia, que marcan un antes y un después. Para las personas en el estado de Amazonas en Brasil, una tragedia sucedió por primera vez el año pasado, pero una más profunda llegó durante la segunda semana de enero de 2021.

En mayo de 2020, el sistema de salud del estado colapsó por primera vez: en promedio, más de 60 personas morían todos los días como resultado de la COVID-19 y las escenas de las fosas comunes fueron muy difundidas. Sentí que esas imágenes eran lo peor que nos podía hacer la pandemia. A partir de entonces, el número de casos descendió, y aún con la crisis presente, la impresión general era que lo peor ya había pasado. Lo que vino después mostró que, lamentablemente, eso no era cierto.

El número de casos y muertes comenzó a acelerarse drásticamente a finales de diciembre. A mediados de enero se produjo el segundo colapso. Los y las pacientes de la región, que por la Selva Amazónica se conoce popularmente como los “pulmones del mundo”, fallecieron por falta de oxígeno.

Llegué a Manaos a finales de enero con un equipo de psicólogos y psicólogas de Médicos Sin Fronteras y juntos hemos visto de cerca el impacto que la tragedia en el Amazonas sigue teniendo en las y los profesionales de la salud.

En los relatos que ahora recibimos, hay referencias recurrentes a los días 13, 14 y 15 de enero. Fue en estas fechas cuando se agotó el oxígeno en algunas instalaciones de salud, luego de un aumento exponencial de la demanda de este insumo.

Era una situación para la que nadie podría haberse preparado. Escuchamos cómo un profesional de la salud vio a uno de sus colegas sentado en el suelo, llorando y abrazando cilindros de oxígeno vacíos. La escena simboliza la frustración de quienes vivieron estos momentos: tener energía y saber ayudar a los y las pacientes en agonía, pero simplemente no tener los medios para hacerlo.

El número promedio de muertes diarias en Amazonas se disparó a más de 100 a mediados de enero. Incluso después de que se estabilizaron los suministros de oxígeno, aproximadamente una semana después, el impacto de un número mayor de casos graves siguió golpeando al sistema de salud colapsado. A eso se sumaba la imposibilidad de trasladar a Manaos a pacientes del interior que necesitaban cuidados intensivos porque simplemente no había camas hospitalarias disponibles en la capital. El pico se alcanzó con más de 150 muertes diarias hacia fines de enero, luego descendió y volvió a alrededor de 50 a finales de febrero.

El impacto emocional que sufren las personas que trabajan en los centros sanitarios que apoya MSF es devastador. Mi equipo trabaja en una unidad de emergencia y en el hospital 28 de agosto, el hospital público más grande del Amazonas. Hemos tratado de brindar apoyo de salud mental no solo a personal médico y de enfermería, sino a todas y todos los que están en primera línea, incluido el personal administrativo, de seguridad y de limpieza.

Una cosa que destaca es que muchos trabajadores y trabajadoras de la salud ya han perdido a algún pariente por COVID-19. La preocupación de contagiarse es grande, pero nada puede vencer el miedo casi unánime de llevarse la enfermedad a casa, afectando a algún familiar.

Actuamos rápidamente con una estrategia que involucró mapear las necesidades y ofrecer apoyo inmediato a quienes nos preguntaron. Las prácticas de acompañamiento individual y grupal se están realizando en las unidades de salud y también de forma remota, en el caso de los trabajadores que se encuentren ausentes y también necesiten asistencia.

Lo cierto es que la necesidad de apoyo psicológico estará presente durante algún tiempo. Por eso queremos contribuir, para que este servicio continúe en el mediano y largo plazo, con estrategias realizadas por organizaciones y servicios locales. En este sentido, el trabajo de MSF implica la formación en primeros auxilios psicológicos y la presentación de recomendaciones técnicas a los gestores sanitarios locales.

Nos encontramos con personas que están de baja por motivos de salud y simplemente no pueden ingresar físicamente a su lugar de trabajo. Para algunas de estas personas, las heridas psicológicas permanecen abiertas y volver a la rutina diaria en este punto es simplemente imposible.

En otras situaciones, lo que vemos es la determinación de seguir adelante, sin dejar espacio para el duelo. Hubo quienes perdieron familiares dentro de la unidad donde trabajan. Informada de la muerte, la persona se ocupó de algunos trámites burocráticos pero dejó que otros familiares se encargaran de los arreglos del funeral porque sintieron la urgencia de volver al trabajo.

Otra persona, que perdió a su cónyuge y siguió trabajando con normalidad y sin descanso, nos ha dicho: "Sé que tengo que hablar contigo, pero ahora no puede ser”.

Sabemos que cuando el duelo no se resuelve, existe una tensión con tomarse el tiempo necesario para reorganizar emocionalmente la vida en ausencia del fallecido. Esta tensión, cuando no se reconoce y aborda, puede aparecer de otras formas. Es esencial tener tiempo y espacio para dejar salir estos sentimientos, y el papel más importante que tenemos mis colegas y yo en este momento es estar disponibles para apoyar a las personas en esto.

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