Clínicas en las habitaciones: un equipo de voluntarios locales ayuda a MSF a llegar a los pacientes en el sur de Ucrania

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Un equipo de voluntarios locales ayuda a MSF a llegar a los pacientes en el sur de Ucrania
Tamara, de 90 años, acudió a una consulta con médicos de MSF en la ciudad de Pervomaiske, en la región de Mykolaiv. © Laurel Chor

Médicos Sin Fronteras (MSF) trabajamos en varias ciudades y pueblos del sur de Ucrania que durante meses estuvieron en la línea del frente o bajo control ruso. En muchos de estos lugares, nuestros equipos atestiguan una destrucción masiva, que incluye a las instalaciones médicas. 

Las personas también reportan que el acceso a la atención médica ha sido extremadamente limitado durante mucho tiempo. Nuestros equipos en este lugar dependen de voluntarios locales para llegar a los residentes que sobrevivieron a la terrible experiencia y, a veces, incluso para encontrar un lugar donde realizar las consultas. 

Después de ocho meses de intensos combates, el pueblo de Posad-Pokrovske, en la región de Jersón, está en ruinas. Una pequeña cocina al aire libre es la única parte del patio trasero de Natalia Chorna que no fue tocada por la guerra. Aquí ella fríe pasteles de carne, llamados belyashs. Sus perros pasean entre los escombros.  

“¿Quieren un belyash? No tengo ninguno para ustedes”, se ríe Natalia, hablando con los perros. 

Perros de Valeriy Chorny y Natalia Chorna del pueblo de Posad-Pokrovske, región de Jersón. © Laurel Chor

 

Las fuerzas rusas en realidad nunca tomaron el control de este pequeño pueblo. Pero en marzo de 2022, todos los días llovían cohetes sobre Posad-Pokrovske. Fue entonces cuando Natalia y su esposo Valeriy decidieron irse.  

“Agarramos un par de maletas y a nuestros perros y nos dirigimos a Mykolaiv”, cuenta Valeriy. La pareja regresó a Posad-Pokrovske en noviembre, poco después de la contraofensiva que permitió a las fuerzas ucranianas recuperar el control de la zona. 

El 17 de noviembre, un equipo de Médicos Sin Fronteras visitó el pueblo por primera vez. Lo que encontraron fueron ruinas y un puñado de personas: de los 2,000 residentes anteriores, menos de 20 seguían por allí. El nivel de destrucción era tal que ni un solo edificio público del pueblo podía ser utilizado de forma segura por el personal de MSF para realizar consultas.  

El centro de salud local había sido alcanzado por los bombardeos y, aunque algunas de las habitaciones habían quedado intactas, no eran seguras debido al riesgo de artefactos sin detonar. Un paramédico local refirió al coordinador del proyecto de MSF a Natalia y Valeriy, cuya casa podría ser utilizada como una clínica improvisada por el equipo de MSF. 

“No había red, por lo que nos resultó muy difícil contactar a Natalia”, recuerda Robin Ehret, coordinador de proyectos de MSF. “En algún momento logramos contactarla brevemente. Me dijo que no podríamos volver a localizarla, por lo que incendiaría unas llantas para que identificáramos su posición. Seguimos el humo negro y así fue como encontramos su casa”.  

Un equipo de voluntarios locales ayuda a MSF a llegar a los pacientes en el sur de Ucrania
Natalia Chorna y Valeriy Chorny, un matrimonio del pueblo de Posad-Pokrovske, región de Jersón. © Laurel Chor

 

Las consultas se realizaron en el dormitorio de Natalia y Valeriy. “Sin voluntarios locales, no podríamos llevar a cabo nuestras actividades como lo hacemos”. 

 

Una secretaria convertida en médica rural 

Tetiana Borysova es de Myroliubivka, un pueblo en la región de Jersón. Siempre quiso ser doctora, pero no podía permitirse estudiar. Como gran parte del personal médico abandonó el pueblo cuando las tropas rusas avanzaron en la región la guerra se convirtió para ella en un curso intensivo de cuidados de enfermería.  

“Me encontré poniendo inyecciones intramusculares”, cuenta Tetiana. Cuando las fuerzas rusas tomaron su pueblo en la primavera de 2022, Tetiana y su familia decidieron quedarse. Tenían miedo de ser bombardeados si se hubieran unido a un convoy de evacuación. Tetiana, que entonces trabajaba como secretaria en el ambulatorio local, siguió trabajando junto a un médico residente, un auxiliar de enfermería y un conductor. 

“Hacíamos vendajes aquí. Incluso le quité los puntos a una persona. Daba miedo, pero teníamos que ayudar a la gente”, explica Tetiana. Sin embargo, conseguir medicamentos fue una verdadera lucha. “Los soldados rusos los vendían en la calle, pero la gente no podía pagarlos”, dice Tetiana. 

A principios de noviembre, las fuerzas ucranianas recuperaron el pueblo de Tetiana. Poco después, un equipo de MSF llegó a Myroliubivka para brindar consultas y distribuir medicamentos gratuitos en la clínica ambulatoria local.  

Hoy, Tetiana y sus colegas ayudan a los equipos de MSF a organizar su trabajo. Entre otras cosas, informan a los residentes locales sobre las próximas visitas de MSF. “Lo publicamos en grupos de redes sociales, escribimos anuncios”, explica Tetiana. “Se lo contamos a las personas en la calle. Así es como encontramos pacientes”. 

 

Huyendo de los bombardeos en bicicleta 

Unas bicicletas desgastadas descansan contra un muro en Blahodatne, un pueblo de la región de Jersón. En las calles sólo se ven uno o dos automóviles. Sin embargo, las bicicletas están por todas partes. “Nadie sabía cuándo iban a empezar los bombardeos”, dice Iryna Zhomer, una voluntaria local. “Para estar listo para moverse rápidamente, necesitabas una bicicleta”. 

Blahodatne llegó a albergar a unas 800 personas. Cuando las fuerzas rusas tomaron el control, sólo se quedaron unas 170, entre ellas Iryna y su esposo. Las personas que se marcharon intentaron enviar artículos de primera necesidad a sus familiares en el pueblo. Las entregas eran difíciles de organizar, en parte porque la mala conexión de telefonía móvil y fija complicaban la comunicación.  

Un equipo de voluntarios locales ayuda a MSF a llegar a los pacientes en el sur de Ucrania
Iryna Zhomer, voluntaria del pueblo de Blahodatne, en la región de Jersón. © Laurel Chor

 

“Vivo en un lugar donde la conexión es más o menos buena”, explica Iryna. “Las personas podían ponerse en contacto conmigo. Recibí llamadas de personas refugiadas ucranianas de lugares tan lejanos como Alemania y Portugal. Me pedían que entregara lo que me enviaran a sus familiares, porque no podían contactarles”. 

Ahora Iryna también recibe llamadas de Médicos Sin Fronteras. Por primera vez, un equipo de MSF visitó el pueblo en noviembre, poco después de que fuera retomado por las fuerzas ucranianas.  

“Vienen casi una vez cada tres semanas”, dice Iryna. “Traen medicinas y proporcionan ayuda. Es bueno” concluye. 

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