Combatiendo la enfermedad del sueño en República Democrática del Congo

Cuatro motocicletas y mucha determinación.

La promotora de salud Izzy Scott, que ahora se siente como en casa en Kibomba, República Democrática del Congo (RDC), ha estado ocupada luchando contra tormentas y senderos fangosos para examinar a sus pacientes por la enfermedad del sueño. 
 
La enfermedad del sueño (también conocida como tripanosomiasis humana africana o HAT) es una enfermedad potencialmente mortal transmitida por la mosca tsetse. Soy parte de un equipo en la región de Kivu del Sur, en RDC, que examina a las personas para detectar esta enfermedad y trabaja para garantizar que quienes estén infectados puedan acceder a un tratamiento que puede salvar sus vidas.
 
Hacer exámenes clínicos a las personas es una parte vital del trabajo de MSF, pero no es fácil. Para hacerlo comenzamos con una misión exploratoria o “explo”, en la que se envía a un equipo reducido para determinar los lugares a los que deberíamos ir durante la parte de examinaciones activas del proyecto. Estos equipos normalmente se componen por tres o cuatro motociclistas, una enfermera, un promotor de salud y un logista.   
 
 
La idea es emprender el trayecto y visitar un conjunto de pueblos dentro de un área predefinida, recopilar tanta información como nos sea posible sobre cada uno de ellos y así evaluar la idoneidad de estos lugares para realizar exámenes clínicos. Instalamos una base secundaria compuesta por tiendas de campaña, un espacio para cocinar, una letrina y una zona para ducharse. Después llevamos artículos como cubetas específicas para el agua clorada y para lavar nuestras manos, sillas de plástico y enormes termos para el agua caliente.
 
Presentaré un ejemplo de hace unas semanas, durante mi primera misión exploratoria. No puedo decir que fuera una situación típica, pero definitivamente fue muy especial. Durante la primera noche hubo una gran tormenta, la más grande que he experimentado y pareció durar horas. Honestamente creo que me quedé temporalmente sorda de un oído. Y probablemente también quedé parcialmente ciega. Desde entonces, aprendí que estas agresivas tormentas son normales en esta época del año. Nadie del equipo, ni las personas que caminaban con sus cabras, parecían remotamente sorprendidos por el hecho de que el camino se había convertido en un río. Una vez dicho eso, asumí que nuestros planes se adaptarían aunque fuera un poco tomando en cuenta el mal clima y los arriesgados caminos, pero no sucedió. 
 
Así que nos llevó cuatro horas y media en motocicleta llegar a nuestro pueblo objetivo (a unos 85 kilómetros de distancia). Fue un viaje muy interesante, por decir lo menos. Y hablando de ser “Médicos Sin Fronteras”, nos topamos con un “puente” que probablemente en algún punto funcionó como un verdadero puente, pero esa semana, la mayor parte del puente había desaparecido. Después de varios intentos, logramos que las seis motocicletas bajaran por una pendiente empinada, cruzaran el elevado río y, tras mucha perseverancia, que subieran por la increíblemente resbaladiza orilla del río. 
 
 
Estaba totalmente agotada al final del día. Podría haber sido una buena oportunidad para dormir un poco en la parte trasera de la motocicleta, pero si perdía mi concentración, aunque fuera por unos segundos, sólo hubiera tenido un momento para notar los árboles caídos que teníamos que esquivar para evitar ser decapitados. Dios sabe cómo se debieron haberse sentido los conductores.
 
 
La población de los pueblos que visitamos era muy hospitalaria. Después de identificar al jefe del pueblo y tener una rápida charla con él (siempre él), y tan pronto como era claro que estaríamos ahí por más de un par de minutos, las personas salían corriendo de sus hogares con sillas y bancos para nuestro equipo. Dado que regularmente me caía al bajarme de la moto, realmente podría haberme ayudado una caminata para estirar un poco las piernas, pero era mejor evitar ser descortés.
 
Una vez que nos sentamos todos, el promotor de la salud del equipo se hace cargo de la situación. Con un megáfono aborda a la que, con suerte, es una multitud bastante grande. Hace una serie de preguntas abiertas diseñadas para estimular la discusión sobre la enfermedad del sueño, el control de vectores y la detección. A partir de la evaluación de estas conversaciones y las respuestas, intentamos filtrar las aldeas por orden de prioridad para realizar las examinaciones. 
Las examinaciones médicas
 
 
El proceso de exámenes médicos en estos pueblos suele suceder poco tiempo después de que hemos analizado lo que descubrimos durante la exploración para que la presencia de MSF esté fresca en las mentes de las personas. La sub-base es como la de la exploratoria, sólo que más grande y con un contenedor en el que podamos almacenar materiales y suministros médicos. 
 
 
En cuanto a la comida, buscamos arroz o foufou (una bola de carbohidratos hecha de harina de raíz de mandioca), hojas de mandioca (un vegetal similar a la espinaca) y algún tipo de carne. Creo que podré explicar este proceso (de la exploratoria) un poco mejor si uso una serie de fotos. O al menos podré hacerlo si proporciono una descripción más interesante del proceso.
 
Una mujer que llegó al sitio donde hicimos los exámenes clínicos, junto con sus cinco hijos y dos gallinas que coordinaron colores con ella.  
 
 
 
Este par de estructuras (la de la izquierda, una casa y la derecha, un refugio para animales) estaban en un pequeño campo a unos 5 km de un pueblo en el que trabajamos. Había alrededor de 40 personas viviendo allí, la mayoría niños pequeños. Normalmente viajamos a pie para acompañar a la comunidad al sitio donde realizamos los exámenes clínicos, pero anticipamos que este viaje duraría aproximadamente 2 horas al realizarlo junto a una pandilla de niños pequeños, así que decidimos llevar hasta ellos las examinaciones.
 
 
Este fotogénico chico acababa de dar negativo en las pruebas de detección de la enfermedad del sueño y la malaria. La prevalencia de la malaria en el área que hemos estado evaluando durante los últimos meses está en un 70%, y la mayoría de los casos son niños menores de 5 años.
 
 
Sophie, la promotora de la salud, e Ibrahim, el técnico de laboratorio, emprendiendo su camino para encontrarse con el jefe del pueblo. Naturalmente, ninguno de ellos se enteró de que estaba tomando su foto. 
 
 
Sophie casi logró que los niños se unieran a ella para cantar y bailar en uno de los lugares donde realizamos las examinaciones. 
 
 
Unos niños que subieron a un árbol de mangos. Lamentablemente no pudieron encontrar ninguno para nosotros. 
 
 
Yo, con cara de dolor (culpen al sol), junto al jefe de un pueblo y su hijo que nos estaba ayudando con las actividades de involucramiento de la comunidad el día de los exámenes clínicos. 
 
 
Augustin, el coordinador de actividades logísticas, junto a Jean-Baptiste, el conductor de la motocicleta. Iban hacia un lugar en el que realizaríamos examinaciones. 
 
 
Rams, uno de los conductores de motocicletas, en la estación de pesaje. Cuando las personas dan positivo para la malaria, son pesadas para determinar la dosis adecuada de tratamiento.
 
 
"Respuesta rápida": aunque instalamos estructuras para proteger del clima al equipo de laboratorio; cuando llueve, llueve a cántaros, así que debe ser una operación bastante eficiente para proteger todo. 
 
 
 
 
Esto es solo una pequeña descripción del trabajo de este proyecto móvil. Desde que llegué a Kibombo, el equipo ha examinado a 3,253 personas, y solo hemos hemos encontrado 5 pruebas positivas para la enfermedad del sueño. Obviamente, esto es algo bueno para la gente en la zona. La enfermedad del sueño era endémica en la región, y ahora parece que ya no lo es. Pero cuando encontramos un caso el equipo se motiva y podemos ver que estamos buscando en los lugares correctos. Para nosotros, el 2018 será un año con nuevas áreas para explorar. Aún falta ver cuáles serán.
 
Ahora necesito volar. De manera muy conveniente, en los dos meses que han pasado desde que comencé a escribir las primeras 2,000 palabras de mi blog, nuestro logista técnico, Marius, comenzó y terminó la construcción de la pista de aterrizaje de Kibombo.
 
 
Esto reduce en 36 horas el tiempo de viaje para entrar y salir del proyecto, lo cual es bastante útil. El viaje anteriormente involucraba un viaje de 5 horas a una ciudad más grande llamada Kindu, donde teníamos que pasar la noche para luego tomar un vuelo al día siguiente. Tal vez eso no suene horrible, pero la última vez que hice ese viaje fueron 10 horas de ida y vuelta después de pasar varias aventuras, quedar atrapada en el barro y enfrentarme a puentes rotos. 
 
 
Aprendí mucho en poco tiempo gracias al equipo del proyecto HAT, y sé que ese conocimiento será invaluable para aplicarlo a mi trabajo durante los siguientes meses. No puedo esperar para regresar e involucrarme con las siguientes examinaciones, en las que espero ser de ayuda si quedamos atrapados en el lodo…
 
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