Dar a luz y seguir con vida: un reto para las mujeres de Pakistán

"RETURN TO ABUSER" - Family and Sexual Violence Papua New Guinea

Mujeres refugiadas y sin recursos, madres que han tenido que abandonar sus hogares a causa de la guerra y que lo han perdido todo. Pacientes y miembros del equipo de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Peshawar y Hangu hablan del desafío que supone el dar a luz en Pakistán, país que cuenta con una de las tasas de mortalidad materna más altas del mundo.

Mujeres refugiadas y sin recursos, madres que han tenido que abandonar sus hogares a causa de la guerra y que lo han perdido todo. Pacientes y miembros del equipo de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Peshawar y Hangu hablan del desafío que supone el dar a luz en Pakistán, país que cuenta con una de las tasas de mortalidad materna más altas del mundo.

“Soy ginecólogo en el hospital de mujeres que ha construido MSF en Peshawar. Estamos especializados en atención obstétrica de urgencias y ofrecemos a las mujeres más vulnerables un lugar seguro en el que dar a luz a su bebé”, dice el Dr. Kanako. El Hospital de Mujeres abrió sus puertas en 2011 en esta ciudad de 3 millones de habitantes, capital de la provincia de Jaiber Pastunjuá. “La región no es precisamente un desierto en lo que a médicos se refiere. Y sin embargo, aunque se supone que clínicas, hospitales, farmacias y profesionales deben cubrir las necesidades médicas de toda la población, el día a día nos demuestra una realidad bien diferente, ya que son muchas las mujeres que carecen de asistencia materna”, explica Kanako.

“Hace seis meses que comencé a venir aquí. Mi bebé nació anteayer” comenta una de las pacientes “De hecho, como tuve una hemorragia, primero fui a otro hospital. Allí el médico me dijo que debía ponerme dos inyecciones para evitar que mi bebé naciera con problemas. Cuando le dije que no tenía dinero para pagarlas, me dio la dirección del hospital de mujeres de MSF. Finalmente mi bebé nació por cesárea. Soy muy afortunada de poder tener hoy un niño sano en mis brazos“.

“Una cesárea cuesta unas 10,000 rupias en un hospital público y hasta 60,000 en una clínica privada. Incluso un parto normal cuesta 5,000 rupias en un hospital público y 20,000 en una clínica privada. Para las mujeres más pobres, este es un precio inalcanzable”, se lamenta el Dr. Naseer, médico de MSF en Peshawar. Demasiado caros y demasiado lejos. En cualquier caso, la realidad es que estos tratamientos resultan inalcanzables para los más vulnerables, especialmente para las familias que están desplazadas por los conflictos y por la violencia en las zonas fronterizas con Afganistán. “Los desplazados y los refugiados representan, aproximadamente, un 10% de nuestros pacientes. Y esta cifra va en aumento” afirma Salma, responsable de la recepción y registro de los pacientes a su llegada al hospital.

Pero el coste no es el único obstáculo a la hora de acceder a la asistencia sanitaria maternal. El parto natural en casa está hondamente arraigado en las tradiciones familiares y se considera como el único modo decoroso de dar a luz para una madre, con independencia de las consecuencias que pueda tener para ella o para el recién nacido. Es por ello que, antes de que se les permita acudir al hospital, las mujeres han de enfrentarse a la oposición particularmente fuerte de sus esposos o suegras. “Cuando se toma esta decisión de “romper con la norma de la tradición” se debe tanto a que la familia de la madre accede a ello, como a que el centro de salud es asequible y cuenta con cierto reconocimiento por parte de la comunidad” dice Mathilde Berthelot, jefa de programas de MSF en Pakistán. El testimonio de una paciente ingresada en la UCI del hospital de Peshawar demuestra que ese es el caso del hospital de mujeres de MSF: “Le pedí al taxista que me llevase al “hospital para mujeres” y me trajo aquí. Todas las mujeres de mi aldea vienen aquí cuando están embarazadas porque saben que los médicos hacen todo lo posible por evitar una cesárea”.

Acudir en busca de tratamiento o trabajar en unas instalaciones sanitarias gestionadas por una organización extranjera, como MSF, es otro reto para pacientes y empleados. “Al principio, mi familia estaba preocupada por cuestiones de seguridad. Pensaban que por trabajar con extranjeros podía ser atacado o secuestrado”, recuerda el Dr. Naseer, quien se incorporó a MSF en noviembre de 2012. “Hoy me siento completamente a salvo y no tengo ningún problema en hacer el turno de noche”. La familia de Salma temía que el contacto con extranjeros pudiera cambiar su comportamiento, “pero no he cambiado en absoluto; sigo vistiendo igual y haciendo la compra con mi familia como siempre. Creo que ahora lo entienden”.

Más allá de la decisión de dar a luz en casa o en un hospital gestionado por extranjeros, en Pakistán es característico el deseo de que el parto sea corto, lo que con frecuencia provoca un rápido deterioro del estado de madres e hijos. “Aquí las mujeres y sus familias desean un parto inducido rápido. Cada día me piden varias veces que acelere el parto, pese a que las contracciones naturales ya estén siendo fuertes, regulares y efectivas. Si no administramos esta medicación por no estar indicada terapéuticamente, las pacientes se marchan y vuelven varias horas más tarde, tras haber ingerido altas dosis de estimulantes. Cuando regresan están muy graves, con fuertes hemorragias, ruptura uterina, parto obstruido y, en ocasiones, muerte fetal.” declara Jessica Holden, una ginecóloga que trabaja en Hangu.

El aislamiento, la inseguridad, la pobreza y las creencias tradicionales son obstáculos que las mujeres pakistaníes deben superar para poder recibir unos cuidados maternales de calidad y dar a luz sin arriesgar sus vidas ni las de sus hijos.

MSF trabaja desde 1986 en Pakistán con comunidades pakistaníes y refugiados afganos víctimas de conflictos armados y desastres naturales, o con aquellos que carecen de asistencia médica. Actualmente, los equipos de MSF proporcionan asistencia médica gratuita de urgencias en las áreas tribales de Kurram y Bajaur (FATA), así como en las provincias de Jaiber Pastunjuá, Sind y Baluchistán. Para realizar sus actividades en Pakistán, MSF depende exclusivamente de las aportaciones económicas de personas de todo el mundo y no acepta financiación de ningún gobierno, organismo o grupo, ya sea militar o político.

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