Declaración de Dr. Craig Spencer

Hola, mi nombre es Craig Spencer. Soy médico y trabajador humanitario de Médicos Sin Fronteras, también conocido como MSF. Me enorgullece estar en las filas de más de 3,300 Médicos sin Fronteras que responden al brote del ébola en África Occidental.

Hola, mi nombre es Craig Spencer. Soy médico y trabajador humanitario de Médicos Sin Fronteras, también conocido como MSF. Me enorgullece estar en las filas de más de 3,300 Médicos sin Fronteras que responden al brote del ébola en África Occidental.

En primer lugar, quiero expresar mi agradecimiento al equipo médico del Centro Hospitalario de Bellevue de HHC (Health and Hospitals Corporation) por la formidable atención y el apoyo que me han brindado para sobrevivir a este virus. Desde que ingresé el 23 de octubre, recibí un nivel excepcional de tratamiento médico, apoyo y estímulo por parte del equipo médico y administrativo en general. En particular, agradezco a la Dra. Laura Evans quien me atendió principalmente desde que llegué y ha estado conmigo todos los días. Hoy estoy sano y ya no soy contagioso.

Mi recuperación del Ébola habla de la eficacia de los protocolos en vigor para el personal de salud que regresa de África Occidental en el momento de mi infección. Soy el ejemplo vivo de cómo funcionan esos protocolos, y de cómo la detección temprana y el aislamiento son fundamentales no sólo para sobrevivir al Ébola sino para asegurar que tampoco se transmita a otros.

Aunque mi caso ha captado la atención internacional, es importante recordar que mi infección representa apenas una fracción de los más de 13,000 casos reportados a la fecha en África Occidental, el centro del brote, donde está destrozando a las familias y destruyendo a las comunidades.

Por esta razón me ofrecí para ir a Guinea con MSF. Trabajé por más de cinco semanas en el centro para el tratamiento del ébola en Guéckédou, el epicentro del brote.

Durante ese tiempo, lloraba cuando sostenía a niños que no eran lo suficientemente fuertes para sobrevivir al virus. Pero también experimentaba una alegría inmensa cuando se curaban los pacientes que atendía y, cuando los daban de alta me invitaban con su familia como si fuera un hermano. No había pasado una semana después de mi diagnóstico, y muchos de esos mismos pacientes llamaron a mi teléfono personal para desearme que estuviera bien y preguntarme si podían contribuir de alguna manera a mi cuidado. Por más increíble que parezca, veía a mis colegas guineanos —que habían estado al frente desde el primer día y habían visto morir a familiares y amigos— cómo seguían luchando para salvar a sus comunidades con tanta compasión y dignidad. Ellos son los héroes de los que no hablamos.

Por favor, concentremos de nuevo nuestra atención en África Occidental y asegurémonos que los voluntarios médicos y otros trabajadores humanitarios no se enfrenten la estigmatización ni las amenazas al volver a casa. Es necesario apoyar a los voluntarios para ayudar a combatir este brote en su origen.

Agradezco inmensamente todo el aliento y el apoyo que he recibido de mi familia, de muchísimos amigos y de gente totalmente desconocida durante las últimas semanas. Además, me gustaría agradecer a mi alma máter, el Centro Médico de la Universidad de Columbia, en particular al jefe de Urgencias, el Dr. Joseph Underwood, por el apoyo sin precedentes que recibí desde que decidiera alistarme hasta después de mi diagnóstico.

Por último, expreso públicamente mi más profundo reconocimiento a Médicos sin Fronteras. No puedo empezar a hablar de lo mucho que me han ayudado a lidiar con estos momentos difíciles para mí y para mi familia.

Finalmente, agradezco de antemano a los medios de comunicación por respetar mi derecho y el de mi familia a la privacidad. Después de esta declaración, no haré más comentarios públicos; y los insto a centrar su atención en donde se necesita con mayor urgencia: en África Occidental, el origen del brote de ébola.

Gracias.

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