El equipo de MSF trata a los supervivientes de secuestros, esclavitud sexual y tortura en la región

Measles vaccination campaign in Yida refugees camp

Las milicias armadas activas en los bosques de Okapi, una región minera rica en oro y diamantes en el este de la República Democrática del Congo (RDC), secuestran constantemente a hombres, mujeres y niños a los que retienen durante meses obligándolos a trabajar como esclavos sexuales y trabajadores forzosos en una campaña de terror que no da señales de llegar a su fin.

Las milicias armadas activas en los bosques de Okapi, una región minera rica en oro y diamantes en el este de la República Democrática del Congo (RDC), secuestran constantemente a hombres, mujeres y niños a los que retienen durante meses obligándolos a trabajar como esclavos sexuales y trabajadores forzosos en una campaña de terror que no da señales de llegar a su fin.

Miles de personas han huido de sus aldeas enclavadas en el bosque, en la región de Ituri (Provincia Oriental), para escapar de la amenaza constante de raptos y violencia. La mayoría busca refugio con amigos o parientes en pequeñas ciudades como Nia Nia, cuya población ha llegado a duplicarse desde principios de 2014.

Las personas que llegan a Nia Nia cuentan las atrocidades que han padecido o presenciado a manos de varias milicias, incluidas matanzas, torturas y violaciones repetidas. Un equipo médico de MSF trabaja en la ciudad desde mayo dispensando asistencia primaria, atendiendo las urgencias y prestando un muy necesario apoyo psicológico.

“Describen lo que han vivido como un infierno,” dice la psicóloga de MSF Ana María Tijerino. “Me cuesta creer que tal nivel de terror sea posible. Las mujeres víctimas son utilizadas como esclavas sexuales durante meses, agredidas sexualmente por varios hombres a la vez, varias veces al día, y a menudo ante sus padres, maridos o parientes.”

Entre mayo y principios de julio, el personal médico de MSF en Nia Nia realizó 3.586 consultas médicas. También trató a 143 mujeres, 3 hombres y 2 niños a quienes proporcionó apoyo psicológico y asesoramiento tras haber sido víctimas de violencia sexual, y unas 40 personas supervivientes de otros tipos de violencia y que habían sido obligadas además a presenciar atrocidades perpetradas contra sus familiares. MSF trabaja estrechamente en Nia Nia con grupos locales de mujeres que proporcionan apoyo psicológico a víctimas de violaciones.
La violencia en la región alcanzó su punto álgido entre abril y mayo de este año, pero debido a los ataques continuados y la huida constante de supervivientes a Nia Nia y otras zonas, MSF ha ampliado sus actividades médicas. En una sola semana en junio, los equipos móviles de MSF atendieron a 20 mujeres violadas en la aldea de Bafwanduo.

Las personas que viven en el bosque y trabajan en las minas extrayendo oro y diamantes han sido el blanco principal de los últimos ataques. La violencia asociada al comercio de oro y diamantes en esta región no es nueva. “Varias milicias armadas viven a costa de los mineros, exigiéndoles parte de los beneficios,” explica Kevin Coppock, Jefe de Misión de MSF en la Provincia Oriental, “y llegan noticias de violencia extrema contra quienes no pueden o no quieren entregar sus beneficios”.
“Tras el asesinato del líder de una milicia en mayo a manos de los militares, el nivel de brutalidad se incrementó significativamente y se centró en las comunidades mineras y los habitantes de los alrededores”, añade Coppock.
La asistencia urgente a las personas supervivientes de la violencia sexual debe enfrentarse al problema de que muchas han sido violadas repetidamente durante un largo periodo. Cuando llegan a la clínica de MSF en Nia Nia suele ser demasiado tarde para protegerlas contra el VIH, las infecciones de transmisión sexual o los embarazos no deseados. La protección conocida como profilaxis post-exposición resulta más efectiva si se da dentro de las primeras 72 horas tras la agresión. “Las mujeres que han sido utilizadas como esclavas sexuales durante meses quedan privadas de esta atención tan esencial,” afirma Ana Maria Tijerino.

Los efectos de la violencia pueden ser debilitantes. “Meses después de una agresión, el trauma físico y psicológico sigue siendo evidente en los supervivientes,” añade Ana María Tijerino, que detalla que “muchos presentan heridas infectadas, dolores, estrés, depresión y pesadillas.”
La persistente inseguridad dificulta la recuperación de los supervivientes. “Nadie sabe lo que les deparará el día de mañana,” asegura Ana María Tijerino. “Viven con miedo de tener que regresar a las minas bajo el yugo de sus agresores, lo que aumenta su estrés. Tienen miedo porque saben que no pueden sobrevivir económicamente sin trabajar en las minas. Nia Nia es una ciudad pobre sin oportunidades de ganarse la vida. Las víctimas temen por su futuro pero les persigue lo que han vivido.” Muchos habitantes de la zona siguen huyendo y llegando a la ciudad, mientras que otros regresan a trabajar a las minas para poder ganarse la vida.
“La violencia y las agresiones sexuales no son nada nuevo en RDC,” concluye Ana Maria Tijerino, “pero para las víctimas, estas atrocidades no son normales. Nadie debería tener que acepar tales niveles de violencia.”

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