El espíritu de ayuda no ha muerto en Yemen

En Taiz, la tercera ciudad más grande de Yemen, el conflicto se prolonga y recrudece: no se respeta la protección de los civiles, los hospitales y los trabajadores sanitarios, y la atención médica vital es cada vez más inaccesible.

En Taiz, la tercera ciudad más grande de Yemen, el conflicto se prolonga y recrudece: no se respeta la protección de los civiles, los hospitales y los trabajadores sanitarios, y la atención médica vital es cada vez más inaccesible.
 
En 2016, los equipos de Médicos Sin Fronteras (MSF) en el hospital materno infantil y en los servicios de maternidad que apoyamos en Taiz han asistido más de 5,300 partos, realizado más de 31,900 consultas prenatales y admitido a más de 2,500 niños con desnutrición severa en sus programas de alimentación terapéutica. Desde que estalló la violencia, MSF ha atendido a más de 10.700 pacientes heridos de guerra en Taiz.
 
Christopher McAleer es logista de MSF y acaba de regresar de la ciudad.
 
“Taiz ha sido testigo de algunos de los combates más fuertes en el conflicto reciente. Hay ataques aéreos y constantes bombardeos indiscriminados tanto dentro como fuera de la ciudad. Los bombardeos golpean a menudo las áreas civiles, las casas de la gente, y los hospitales. Hay un montón de francotiradores, y muchas áreas han sido minadas. No hay solo un riesgo, hay muchos. 
 
Yo trabajaba en el hospital materno infantil de Médicos Sin Fronteras en Al Huban. Mi trabajo como logista era asegurarme de que todo funcionaba sin problemas y que los médicos podían hacer su trabajo lo mejor posible. Mientras estuve allí, hubo una serie de enfrentamientos que provocaron numerosas víctimas mortales, por lo que también tuve que establecer un depósito temporal y poner los cuerpos de los fallecidos en bolsas.
 
 
Uno de los peores momentos fue el 17 de noviembre, cuando la línea del frente se desplazó 2 km y hubo un aumento de los combates dentro de la ciudad. A las 19:30h estábamos arriba, en la sala de estar del hospital, cuando escuchamos noticias de que había habido una explosión en un mercado cercano lleno de personas.
 
Inmediatamente tratamos de averiguar si los bombardeos habían cesado. En cuanto estuvimos seguros enviamos ambulancias al lugar y alertamos a nuestros centros de traumatología y materno infantil para que recibieran los casos prioritarios. Después volvimos abajo para prepararnos lo mejor que pudimos. Aquella noche tuvimos alrededor de 30 víctimas, tanto heridos, como fallecidos. Llegaron en ambulancias, en la parte trasera de camionetas, en minibuses y en pequeños coches.
 
Organizamos el triaje, dividiéndolos en casos verdes, naranjas y rojos, según la gravedad de sus heridas, e intentamos dignificar a los fallecidos. En aquel momento supimos que un miembro de nuestro personal, un vigilante del centro de traumatología, había muerto, justo cuando entraba al centro de trauma. Fue un duro golpe para todos. Fue muy difícil para el personal ver a uno de sus compañeros muerto.
 
Con la línea de frente moviéndose rápido, algunos miembros de nuestro personal no pudieron regresar a sus casas. Tuvieron que dormir en el hospital porque no tenían lugar al que ir. MSF trabaja en ambos lados de la línea de frente en Taiz, apoyando a cuatro hospitales dentro de un enclave sitiado por los hutíes y dirigiendo el centro de traumatología y el hospital materno infantil del área controlada por hutíes de Al Huban.
 
En medio de un conflicto, las necesidades médicas cotidianas de las personas pueden pasar desapercibidas. En su mayoría atendemos a mujeres y menores, pero también brindamos apoyo a todos los heridos de guerra. Nuestro equipo en el hospital materno infantil ha atendido cerca de 400 nacimientos al mes, así como a niños con desnutrición.
 
 
El sistema de salud en Taiz se ha derrumbado lentamente y mucha gente no tiene dónde ir para recibir atención médica. MSF es una de las pocas organizaciones médicas que todavía funcionan en Taiz.
 
En el punto más álgido de la lucha, había bombardeos cerca del hospital, tanto de día como de noche. También hubo ataques aéreos contra posiciones de artillería. Como personal del hospital, es muy aterrador. Simplemente no sabes lo que va a pasar.
 
Siempre tienes que actuar normal pero internamente tienes miedo. No sabes si alguien llegará al hospital con un arma, si sufrirás el impacto de un proyectil o si recibirás un ataque aéreo accidental. Estamos allí con el personal yemení y la población local, compartiendo el riesgo con ellos. Para mí fue una de las cosas más valiosas poder decir: “Sea cual sea la situación, estamos aquí con ustedes. No nos vamos a ir ninguna parte”.
 
La población en Taiz tiene necesidades inmensas de alimentación, atención médica, agua y saneamiento y refugio. Lo que más me impresionó fue la fuerza y el compromiso de nuestro personal yemení. Todos los días venían a trabajar, a pesar de los francotiradores y los bombardeos. Están comprometidos con salvar la vida de las personas. Aunque la situación es grave, la gente sigue teniendo deseos de ayudar a los demás. Ese espíritu no ha muerto en Yemen.”
 

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