El estigma y la discriminación obstaculizan el acceso a servicios de salud mental para poblaciones vulnerables y marginadas en Kenia

  • ESTÁS AQUÍ
  • Actualidad
  • El estigma y la discriminación obstaculizan el acceso a servicios de salud mental para poblaciones vulnerables y marginadas en Kenia
Clínica de MSF 'Lavender House' para sobrevivientes de violencia sexual y de género en Eastlands, Nairobi, Kenia
Clínica 'Lavender House' para sobrevivientes de violencia sexual y de género en Eastlands, Nairobi. ©Nick Bayer/MSF

“Es muy difícil mostrar cariño a alguien que consume drogas. Tu paciencia y confianza se ponen a prueba varias veces. Con los lazos familiares rotos, te aferras a ellos con la esperanza de que Dios los salve. Pero la ayuda médica sigue siendo mejor que el castigo. En lugar de llevar a Kevin a la policía, lo llevé a recibir tratamiento, y mi nieto está mejorando”, comenta Mary Jumba*, abuela de un joven llamado Kevin Dan*. 

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), al igual que Kevin, en 2021, 1 de cada 4 personas que buscan atención médica en Kenia tiene un problema de salud mental. Sin embargo, el estigma influye en cómo se aborda la salud mental. 

Para las personas en estado vulnerable y de marginación, así como para las poblaciones clave, entre las que se incluyen quienes consumen drogas, adolescentes y jóvenes, poblaciones de la calle, trabajadoras del sexo, hombres que tienen sexo con hombres, el colectivo LGBT y las comunidades relacionadas; el rechazo por parte de la familia y la comunidad es habitual, ya que su comportamiento se considera como algo fuera de la norma social.  

Por lo tanto, estas personas a menudo se sienten avergonzadas y se muestran reacias a buscar atención médica por temor a ser juzgadas o maltratadas. 

Este estigma y la discriminación les predispone a la violencia, a la explotación laboral y a prejuicios sociales que conducen no solo a la exclusión social, sino también a una escasa o nula capacidad de afrontamiento; creando una inminente crisis de salud pública que se extiende también al acceso a la atención médica. 

Con sólo 18 años, Kevin lleva un año y medio consumiendo heroína y es uno de los 310 pacientes que actualmente reciben atención de salud mental en la clínica de terapia médicamente asistida (TMA) de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Kiambu.  

“Me diagnosticaron depresión al mes de empezar el tratamiento con metadona. Al principio no sabía que tenía depresión. Tenía problemas de ira, no podía controlarla y casi hago daño a mi primo durante una pelea. Muchos problemas familiares me agobiaron y, en algún momento, me vi viviendo en la calle y las drogas eran mi único consuelo”, narra Kevin. El apoyo de su abuela fue su mayor estímulo para buscar tratamiento en la clínica TMA. 

La violencia, especialmente la violencia sexual, la discriminación y la criminalización son episodios recurrentes en la vida de las poblaciones marginadas y vulnerables. Estos, cuando no se abordan, aumentan los riesgos de que padezcan trastornos de salud mental o formas graves de enfermedades mentales, como trastorno o dependencia de sustancias, depresión, riesgos de suicidio, trastornos de ansiedad y estrés traumático, entre otros.  

“Me han llamado ‘maldición’, ‘ilegal’ y me han señalado cuando buscaba servicios, a veces en los centros de salud y en la comunidad. Esto hace que uno se cuestione a sí mismo, se autosabotee y también tenga miedo”, explica Velma Anne*, una joven de género no binario que recibe servicios en un centro acogedor para jóvenes apoyado por MSF en Mombasa. 

Para las personas que consumen drogas (PWUD, por sus siglas en inglés), el estigma impide el acceso al tratamiento y la atención que tanto necesitan. El apoyo y la aceptación de la comunidad, incluyendo el personal sanitario, desempeñan un papel importante en el proceso de recuperación y la adherencia al tratamiento. “La drogadicción es una enfermedad, no una elección. Puede afectar a la salud mental, pero la adicción a las drogas también puede ser el resultado de un trastorno mental”, explica Rahab Nuna, psicóloga de la clínica MAT de MSF. 

La falta de sensibilización entre el personal sanitario, la prestación de servicios poco amigables y los problemas de accesibilidad son los principales factores que contribuyen a que las poblaciones vulnerables no acudan a los servicios de salud mental. 

 “El personal sanitario no sabe cómo apoyar a personas como yo. Dicen que tenemos trastornos, pero la realidad es que el tratamiento que recibimos nos lleva a permanecer recluidos y la ansiedad se apodera de nosotros”, explica Velma. 

Facilitar el cambio de actitud hacia las comunidades marginadas entre los trabajadores sanitarios de los centros públicos de salud es primordial. “Brindar audiencia a alguien dispuesto a contar su experiencia es el primer paso para acabar con el estigma del personal sanitario”, reitera Velma.   

“El apoyo de la familia y la comunidad es fundamental para las poblaciones vulnerables a la hora de mejorar la inclusión social y, por tanto, la aceptación de la atención de la salud mental y la reducción de la violencia social”, explica María. La clave para una recuperación total está en apoyar el acceso de los consumidores de drogas a la terapia de sustitución de opiáceos y los servicios auxiliares de apoyo sanitario, como la atención de salud mental, para mitigar el impacto debilitador del abuso de sustancias. 

“Los servicios de salud mental deben adaptarse con urgencia para responder a las necesidades de las poblaciones vulnerables a través de servicios confidenciales, amigables y sensibles al género, y el apoyo de los trabajadores sanitarios mientras se abordan sus vulnerabilidades. Esto incluye el fortalecimiento del sistema de salud a través de la financiación y la concientización entre los trabajadores de la salud, especialmente en los centros de atención primaria”, asevera Rahab. 

En la clínica de MSF 'Lavender House' ofrece atención médica y mental integral y gratuita a sobrevivientes de violencia sexual en Nairobi, Kenia
Selfine Otieno, psicóloga de MSF, en la clínica ‘Lavender House’ de la zona de Mathare, en Nairobi, Kenia. Lavender House ofrece atención médica y mental integral y gratuita a sobrevivientes de violencia sexual. ©Lucy Makori/MSF

 

En nuestra clínica “Lavender House” en Eastlands, MSF recibimos un promedio mensual de 183 nuevas consultas relacionadas con la violencia sexual y de género (VSG). Todas las personas sobrevivientes reciben apoyo psicosocial en el primer punto de atención. Sin embargo, algunas no siguen las sesiones de atención de salud mental después del primer mes por varias razones, entre ellas el estigma; ya sea cultural, social y sobre cómo uno se percibe a sí mismo, lo que repercute en el acceso a la atención y en la actitud general hacia el tratamiento de pacientes que han sufrido violencia sexual. 

“Los efectos de la violencia sexual en una persona sobreviviente, cuidadora y aquellas afectadas indirectamente, si no se abordan, terminan causando una miríada de otros problemas de salud mental evitables (en su mayoría) que predisponen al sobreviviente a enfermedades mentales como el trastorno de estrés postraumático , trastornos de ansiedad, depresión, problemas de conducta, trastornos psicóticos y trastornos por consumo de sustancias”, asevera Selfine Otieno, psicóloga de la clínica de MSF, que brinda servicios de salud mental a sobrevivientes de violencia sexual. 

Más allá de las intervenciones curativas que siguen siendo limitadas, queda mucho por hacer para la promoción y el acceso a la salud mental para las poblaciones clave. La sensibilización y el apoyo de la comunidad y del personal sanitario deben ser vistos y percibidos como existentes por esta población. 

 

*Los nombres han sido cambiados, salvo los del personal de psicología de MSF. 

 

En Médicos Sin Fronteras ofrecemos servicios de reducción de daños en dos clínicas de Terapia Asistida Médicamente (TAM) en Kiambu. Estos son centros de atención integral que incluyen servicios adaptados para pacientes donde las personas que consumen drogas que desean contener su adicción tienen acceso a terapia de sustitución de opiáceos, como metadona y buprenorfina, apoyo psicológico y otros servicios, incluyendo prevención y tratamiento de tuberculosis, VIH y hepatitis, consejería nutricional. 

En Mombasa, MSF nos centramos en abordar las necesidades de la población de adolescentes y jóvenes en situación marginada y con vulnerabilidades específicas, incluidas las comunidades LGBT y afines, trabajadoras y trabajadores del sexo, las personas que consumen drogas y la población en situación de calle afectada por la violencia y la exclusión de la atención médica. Estos grupos se ven desproporcionadamente afectados por la violencia, la estigmatización y el aumento de los riesgos para su salud.   

En Nairobi, en Eastlands, MSF gestionamos varios servicios de recuperación para presonas que han sobrevivido la violencia sexual en nuestra Clínica “Lavender House”; y en asociación con el Ministerio de Salud a través de cuatro instalaciones de salud pública descentralizadas del Ministerio de Salud. 

Compartir