El niño que engañó al Ébola

En el área de ‘pacientes confirmados de Ébola’ del centro de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Foya, Liberia, aproximadamente dos de cada tres pacientes no sobreviven el virus del Ébola. Los pacientes se reúnen, sentándose en bancos de madera y sillas de plástico. Desde una radio suena un ‘Azonto’, un género musical procedente de Ghana. La gente está débil y yace en sus camas, mientras que su sistema inmune trata de luchar contra el invasor mortal en sus cuerpos.

En el área de ‘pacientes confirmados de Ébola' del centro de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Foya, Liberia, aproximadamente dos de cada tres pacientes no sobreviven el virus del Ébola. Los pacientes se reúnen, sentándose en bancos de madera y sillas de plástico. Desde una radio suena un ‘Azonto’, un género musical procedente de Ghana. La gente está débil y yace en sus camas, mientras que su sistema inmune trata de luchar contra el invasor mortal en sus cuerpos.

Excepto uno: Mamadee, un niño de once años, que baila Azonto mientras la multitud lo observa. Mamadee salta, se agacha, da un paso al costado, primero a la izquierda, luego a la derecha, luego a la izquierda, luego a la derecha, salta de nuevo, da una vuelta, balancea sus caderas y sacude sus brazos. Y no se detiene, no se cansa.

Es difícil de creer, pero Mamadee es un paciente. Un paciente confirmado de Ébola.

Dado que todas las prendas y objetos que traen consigo los pacientes ingresados en el centro para pacientes de Ébola de MSF ​​tienen que ser quemadas, Mamadee se ha vestido con una camiseta nueva, lo suficientemente grande como para que quepan dos niños de su tamaño. Lleva pantalones de pijama gris y sandalias azules, al menos tres tallas más grandes.

Pero ni su ropa ni el Ébola pueden detener al joven bailarín. Algunos pacientes le envidian, mientras que las enfermeras y el resto del personal médico se han enamorado de él. Mamadee es la estrella del centro de MSF en Foya. Su historia es realmente excepcional.

Cuando Mamadee llegó al centro por primera vez el 15 de agosto, los análisis dieron negativo por Ébola y fue dado de alta. Tras pasar la noche en una pensión, su pueblo, Sarkonedu, queda demasiado lejos, desarrolló algunos síntomas y fue readmitido al día siguiente. Presentaba varios síntomas: náuseas, fiebre, dolor muscular, cansancio intenso, dolor abdominal y diarrea.

"Era un claro paciente Ébola," explica la doctora de MSF Roberta Petrucci. "Sólo la ictericia nos hizo dudar." Los médicos trataron a Mamadee con multivitaminas, paracetamol, solución de rehidratación oral, antibióticos y medicamentos antipalúdicos, porque Mamadee también había dado positivo por malaria.

El 20 de agosto, el segundo resultado de la prueba del Ébola resultó como se esperaba: positivo por virus de Ébola. Lo único que no encajaba en la imagen era que, mientras tanto, el joven Mamadee ya se sentía bien y andaba corriendo por ahí.

"No podíamos creerlo", dice la Dra. Petrucci. "Pensamos que debía haber sido un error." Cuando el personal médico realizó otro análisis de sangre pocos días después, se dieron cuenta de que no había habido ningún error. Mamadee todavía daba positivo por el virus.

"El laboratorio normalmente no comete errores", declara Roberta Petrucci. "Y sobre todo dos veces seguidas con el mismo paciente." Así que, a pesar de que Mamadee parecía no tener síntomas podía, teóricamente, infectar a otros. "No teníamos otra opción que no fuera mantenerlo en el centro para pacientes de MSF ya que el resultado seguía siendo positivo", dice Roberta.

Rodeado de los pacientes enfermos, Mamadee era la distracción del lugar. Pasaba sus días durmiendo, comiendo, charlando con los otros pacientes, y bailando por supuesto. Y era capaz de convertir cualquier cosa en un juguete, ya fuera una hoja de papel, una lata de refresco o una bolsa de agua.

Pero está claro que un centro para pacientes de Ébola no es el lugar en el que un niño quiere estar, y el aburrimiento llega fácilmente. "Quiero irme", decía Mamadee. "Dos semanas han sido suficientes. Echo de menos mi hogar, mis amigos, incluso extraño ir a la escuela".

Mamadee nunca se quejó de la enfermedad ni preguntó por sus resultados de laboratorio como suelen hacer otros pacientes. "La gente con los impermeables amarillos han cuidado muy bien de mí y me han ayudado un montón, tanto a mí como al resto de pacientes."
Desgraciadamente, no podía concederse a Mamadee su deseo de abandonar el centro, su tercera prueba del 30 de agosto seguía resultando positiva. "Su historial médico es sobresaliente, aunque no excepcional", afirma la Dra. Petrucci. "Pero sin duda, su actitud sí que es lo es. Todos los días, Mamadee contagia su buena actitud a los pacientes y al personal. Siempre está sonriente y feliz. Agrada a todo el mundo. Al mismo tiempo que deseamos que salga de aquí lo antes posible, va a ser muy triste y le echaremos de menos una vez que se vaya".

El centro para pacientes de Ébola de MSF en Foya no es un parque para niños. Mamadee ha visto cosas terribles en el área de pacientes confirmados. "Este lugar está lleno de gente que muere. El Ébola es una enfermedad que te hace vomitar y sangrar por la nariz y acaba con tu vida", dice Mamadee. "Así se lo contaré a mis amigos cuando vuelva a casa."

Una semana después, la hermana de Mamadee, Maya fue admitida en el centro. La niña, de 14 años, falleció al cabo de unos días, a tan solo una tienda de campaña de su hermano. Cuando su madre, con lágrimas en los ojos, le explica la muerte de Maya, Mamadee se mantiene fuerte y sencillamente dice: "No llores, mamá"

El 4 de septiembre, la cuarta prueba del Mamadee regresó del laboratorio desde la vecina Gueckedou, en Guinea. Por fin era negativa. Mamadee salió corriendo del centro. "Estoy muy feliz hoy", señala el joven sobreviviente, sin saber el juego mortal que acaba de ganar.

Mamadee pudo haber ganado esta partida, pero el Ébola está derrotando rápidamente a muchos otros.

MSF cuenta, en la actualidad, con 41 trabajadores humanitarios internacionales y 466 nacionales en Foya, en el norte de Liberia. En el centro de tratamiento de Ébola en la localidad, con 100 camas de capacidad, están ingresados, en la actualidad, 19 pacientes en la unidad de aislamiento.

El 26% de los pacientes de Foya son niños (entre 0 y 14 años). Algunos pacientes que se han recuperado y han sido dados de alta, se han ofrecido voluntarios para apoyar a los menores ingresados y jugar con ellos, mientras éstos reciben tratamiento, lo que tiene un impacto muy positivo en la salud mental de los niños. En Foya, un equipo de salud mental proporciona asesoramiento a los pacientes, familiares y personal de MSF. Un nuevo laboratorio para el análisis de muestras está operativo desde el 13 de septiembre.

MSF también ha puesto en marcha varias actividades de divulgación, promoción de la salud y prácticas de enterramiento seguros, así como un servicio de ambulancia. En la cercana Voinjama, MSF está formando al personal del Ministerio de Salud en el hospital, para el triage, la selección y clasificación, de los pacientes.

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