“En Libia yo era un hombre muerto viviente”

Abdoulie, de 27 años, es de Gambia. Fue rescatado por el personal a bordo del Geo Barents, nuestro barco de búsqueda y rescate, durante una operación de salvamento crítica el 29 de marzo de 2022 en el Mediterráneo central.

Abdoulie, de 27 años, es de Gambia. Fue rescatado por el personal a bordo del Geo Barents, nuestro barco de búsqueda y rescate, durante una operación de salvamento crítica el 29 de marzo de 2022 en el Mediterráneo central. 

“Hace casi ocho años decidí abandonar Gambia e intentar buscar un mejor futuro para mí. Probé suerte en muchos países. Primero llegué a Senegal, luego viajé a Mali, Burkina Faso y Níger. 

Trabajé y ahorré algo de dinero para intentar cruzar el desierto. Llegué a la frontera con Libia. Cuando llegué al país, el contrabandista me acusó de no pagarle, aunque yo le había pagado. Entonces nos llevaron a la prisión [centro de detención]. Allí, si no tienes dinero para pagar, te golpean y te dejan sin comer durante casi dos días. Si tienes dinero, te pueden vender un paquete de pan tostado por cinco dinares libios. El agua que bebíamos siempre estaba sucia y no era suficiente para todas las personas, por lo que a menudo teníamos que beber el agua del inodoro. 

Antes de darte de comer, te golpean fuertemente. Una de las personas con las que era amigo en la cárcel fue golpeado hasta la muerte. Este hombre era de Costa de Marfil y no podía pagar, así que lo golpearon tanto que perdió casi todos sus dientes. Tenía el vientre hinchado después de la golpiza y vomitaba todo lo que comía. Intentaba aplastar algunas papas hervidas para darle de comer, pero solo las vomitaba. Sus piernas estaban completamente rotas y ni siquiera podía ir al baño. Un día simplemente murió. 

Yo estaba allí cuando murió. En estas prisiones, o pagas o mueres. Te torturan hasta que les pagues. Vi a personas siendo torturadas y electrocutadas. A veces, si entienden que nunca pagarás, te rompen los brazos y las piernas y te dejan solo en algún lugar de la ciudad. Si intentas escapar de la prisión, te disparan. 

Vi cómo asesinaron a más de 10 personas. Todos somos indocumentados allí porque cuando entramos a la cárcel, cualquiera que tenga documentos ve cómo se los llevan y los rompen. Entonces, cuando alguien muere, simplemente arrojan su cuerpo al desierto. 

Las mujeres en la cárcel nos decían que las estaban secuestrando y violando en grupo. También fueron obligadas a prostituirse. 

Cuando logré salir de la cárcel, sentí que era un hombre muerto caminando. Sentí que estaba rodeado de enemigos. Estaba en un país extranjero donde no tenía a nadie. Me tiraban piedras o me escupían en la cara en la calle y yo no podía hacer nada. Al final pasé siete años en Libia. He visto muchas cosas. 

Después de mi tiempo en la cárcel, intenté encontrar un trabajo. Trabajaba en la construcción y ganaba unos 40 dinares libios [7,80 euros] al día. Estaba alquilando una casa con otras personas y con estos fondos también tenía que ahorrar para alimentos y el dinero para poder cruzar a Europa. Era casi imposible ahorrar lo suficiente y por eso me tomó tanto tiempo cruzar. 

La primera vez que intenté cruzar el mar Mediterráneo, nos detuvieron los guardacostas libios. Empezaron a insultarnos, llamándonos burros, y nos pidieron que nos moviéramos hacia su barco. Tuvimos que seguir sus órdenes porque sabíamos que si no lo hacíamos, nos dispararían. Ya habían disparado a otros barcos en el pasado. 

Una vez que nos interceptaron, nos encarcelaron de nuevo. Nos quitaron todo el dinero, los teléfonos y todas nuestras pertenencias. Empezaron a pedir dinero nuevamente pero yo había gastado todo mi dinero en el cruce y no tenía forma de comunicarme con mi familia para pedirles que me ayudaran. Y aunque hubiera podido comunicarme, estoy casi seguro de que no podrían enviarme dinero, por lo que solo tenía a Dios. Él sería el único que podría ayudarme. 

En el segundo intento por cruzar estuvimos más de 11 horas en el mar. No tenía miedo de morir. Prefería morir en el mar que volver a Gambia con las manos vacías. Me fui de Gambia con las manos vacías y no quiero volver así. 

 

 

Tardé siete años en lograr mi objetivo de llegar a Europa, no vi a mi familia durante siete años, así que quería seguir luchando por mi vida. Estoy muy orgulloso de mí mismo por lo que he logrado, teniendo en cuenta todas las dificultades que se me presentaron. 

Llevo pensando en el día que estaré en Europa desde que tenía 19 años. Entonces solo pensaba en mi sueño de continuar estudiando, pero ahora mi principal objetivo es poder volver a ver a mis padres antes de que mueran. Pasamos siete años separados y me dijeron que no les importa si tengo dinero o no, quieren verme antes de morir y quiero que se sientan orgullosos de su hijo”. 

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