Foya: Lo más parecido al infierno

Cuando llegué al Centro de Tratamiento de Ébola (ETC) en Foya, hace 2 semanas, este lugar me pareció salido de otra dimensión; pero hoy es parte de mi rutina.

Cuando llegué al Centro de Tratamiento de Ébola (ETC) en Foya, hace 2 semanas, este lugar me pareció salido de otra dimensión; pero hoy es parte de mi rutina.
 
Me he acostumbrado a lavarme las manos con solución de cloro a 0.05% cada 5 minutos, y a que cada vez que entro o salgo, me rocíen los pies con una solución aún más concentrada de cloro a 0.5%. Aquí todo huele a cloro.
 
Me he acostumbrado también al largo proceso de vestirme con el equipo de protección personal (PPE) que resulta un sauna portátil, con el que inmediatamente empiezo a sudar de una manera que nunca creí posible. Me he hecho a la idea de que mi cuerpo puede sudar hasta un litro cada vez que entro a la zona de alto riesgo, y que al salir estaré completamente empapada, como si hubiera tomado una ducha con mi uniforme quirúrgico puesto. No es lo más cómodo, ni me hace ver precisamente atractiva, pero ya qué… Mi equipo aquí está acostumbrado también a verme en mis peores momentos.
 
Cuando entré por primera vez en la zona de alto riesgo, pasando por bardas anaranjadas y accesos restringidos para entrar en una construcción temporal (que ha durado demasiado), con pacientes gravísimos en colchones en el piso, pensé que esto era lo más parecido al infierno. Tan lejos de los hospitales blancos e impolutos a los que estoy acostumbrada. Pero el hecho es que en estas dos semanas aquí ya no me parece tan malo. He dado de alta a varios pacientes con su maravilloso certificado de  “curado de Ébola”, lo cual no deja de ser la mejor parte del día.
 
 
No dejo de pensar si mis pacientes llegan a acostumbrarse alguna vez a este lugar.
Intento una y otra vez ponerme en sus zapatos. Imagino que he pasado toda mi vida en una aldea remota, en la que tengo contacto únicamente con la misma gente todo el tiempo. Sin que nadie nuevo llegue nunca, salvo por algún nacimiento o alguna rara visita. La misma comunidad, todos familia. Y un día, algún visitante llega enfermo, y en algunos días más, algunos de los miembros de nuestra comunidad, enfermamos. Una camioneta llena de extraños viene a visitarnos y, al descubrir que estamos enfermos, se visten con trajes amarillos que los hacen parecer aves del espacio, algo salido de alguna película de ficción o de alguna de mis pesadillas.
 
Estos extraños personajes parecen amables, pero rocían nuestras casas con algo que huele mal, queman varias de nuestras pertenencias y las que no queman, las dejan empapadas en esta agua maloliente. Además, nos llevan a todos los enfermos en una camioneta, durante horas, para dejarnos en un lugar extrañísimo. Los acompañan personas que hablan nuestro idioma, que nos intentan explicar por qué están rociando y quemando algunas cosas, nos cuentan de esta nueva plaga peligrosa, pero aún así todo parece de otro mundo.
 
Lo primero que vemos al bajar del auto, es más gente vestida de amarillo rociando todo a nuestro paso, como si fuéramos una peste. Nos explican que es por seguridad, pero cómo entender algo tan diferente a lo que ha sido toda mi vida… Algunas personas blancas nos hacen preguntas sobre nuestra salud y toman nuestra temperatura. Insisten mucho en saber con quién hemos tenido contacto durante los últimos días. Como si cuidar de nuestros enfermos fuera algo malo… Y finalmente nos explican que los enfermos tendremos que quedarnos aquí. En este lugar tan raro, lleno de tiendas y bardas anaranjadas y gente disfrazada a los que apenas entendemos, con sus acentos extraños y cubiertos con máscaras que parecen bocas de patos. Cada quien en un cuarto separado. No podemos tocarnos o siquiera acercarnos los unos a los otros. Todo huele extraño y está mojado. Y yo me siento muy mal. Y estoy, definitivamente, muy asustada.
 
¿Te imaginas? Para ellos, esto debe ser la peor de las pesadillas.
 
Yo intento ser amable aquí, pero nadie puede ver mi sonrisa bajo el traje, y no estoy segura de estar convenciendo a nadie de que están seguros aquí.
 
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