Desde que comenzó la guerra entre las Fuerzas Armadas Sudanesas y las Fuerzas de Apoyo Rápido en abril de 2023 y se extendió por todo Sudán, se estima que 11 millones de personas han sido desplazadas internamente en el país. En el estado sureño de Kordofán Sur, donde se encuentra la zona montañosa de Nuba, cientos de miles de personas desplazadas están buscando refugio, según la Agencia Sudanesa de Ayuda y Rehabilitación (SRRA).
“La mañana del ataque, estaba en casa y mi madre enferma. Corrimos para escapar con mis hijos. Llevé a mi madre en un carro tirado por burro porque ella no podía caminar. Cuando estábamos cerca de las montañas, nos detuvimos para enterrarla. A mis dos hermanos les dispararon y los mataron durante la fuga”, relata una mujer desplazada que vive en las montañas Nuba.

Antes de que comenzara la guerra, la región ya había experimentado oleadas de desplazamiento durante las décadas de conflicto entre el Movimiento de Liberación del Pueblo de Sudán-Norte (SPLM-N) y el gobierno sudanés. Muchas personas han sido desplazadas múltiples veces, lo que aumenta su vulnerabilidad. En Médicos Sin Fronteras (MSF) actualmente proporcionamos atención médica y artículos de primera necesidad a las personas desplazadas que llegan a diario. Los testimonios recopilados de las personas desplazadas en cinco campos donde trabajan nuestros equipos muestran la terrible situación que han vivido y los desafíos que siguen enfrentando.
“Atacaron temprano por la mañana. Tomamos lo que pudimos y huimos. Perdimos a dos de mis hijos en el camino. Hasta ahora no sé dónde están; no hay teléfono”, explica una mujer de unos 50 años que caminó cinco días sin comer hasta que ella y su familia lograron llegar a Al Hadra, Kordofán del Sur. Un avión bombardeó y mató a su hija de 15 años allí. “Fue la primera vez que vi bombardeos. Estaba en el bosque recogiendo leña para refugiarme. Mi hija había ido al pozo a buscar agua para nosotros. Corrí a mi tienda y luego [los aldeanos] me trajeron el cuerpo de mi hija”.
Otra mujer explica cómo lograron sobrevivir en el distrito de Dilling, Kordofán Sur: “Íbamos al bosque todas las noches a dormir y a usar el río como protección. Nos apoyábamos en la orilla para que las balas no nos alcanzaran. Cuando cesaban los disparos, corríamos a casa a buscar comida y agua para los niños. Durante un ataque, vi a una madre que estaba amamantando. Se llevaron a su hijo y lo tiraron. Si intentabas enfrentarlos, podían golpearte, incluso dispararle al niño. Para ellos el niño crecería y lucharía”.

La zona de las Montañas Nuba está controlada en gran parte por el Movimiento de Liberación del Pueblo Sudanés-Norte (SPLM-N). La afluencia de personas que llegan a la región, considerada más segura que otras partes del país, también ha tenido un impacto en las comunidades locales.
La mala cosecha de 2023, sumada a las dificultades para acceder a los servicios básicos y la falta de asistencia humanitaria, provocó una hambruna generalizada durante la temporada de escasez, tanto dentro como fuera de los campos donde viven las personas desplazadas. Los equipos de MSF que trabajan sobre el terreno han reportado que muchas personas necesitan atención médica, alimentos y agua.
“Cuando estalló la guerra, lo perdimos todo. Cuando llegué al campo, no tenía leche para amamantar. Mi hijo estaba enfermo y no paraba de llorar. Le di hierbas y le recé a Dios”, dice una mujer de unos 20 años.
Un hombre de unos 50 años explica que los soldados entraron en Habila, Kordofán Norte, para matar a todas las “personas negras”: “En el momento en que entraron en Habila, capturaron a gran parte de mi familia: 13 personas, todos hombres. La milicia los reunió en una casa y les disparó a todos. Escapé”.
Huyó a Tungul, Kordofán Sur, donde recibió algo de comida, pero no había servicio médico disponible, por lo que huyó nuevamente. “De Tungul fui al campo de desplazados de Korgul. Aquí las cosas están tranquilas. Me siento seguro. Queremos quedarnos aquí. Pero sufrimos durante la temporada de lluvias, cuando no hay comida; mis hijos sufrieron desnutrición, pero ninguno murió”.
Para las mujeres que huyen de la violencia, el acceso a la atención médica es un gran desafío, como explicó una mujer de 30 años: “Estaba en el mercado cuando llegaron. Intenté defenderme, pero ellos abusaron de mi y me golpearon el pecho. Todavía hoy siento el dolor. Después de la tortura, intenté recibir tratamiento, pero no tenía dinero para hacerme una radiografía”.
Otra mujer de unos 30 años explica: “Llevo dos días sin comer nada. Estaba recogiendo hojas para cocinarlas. Tuve que escabullirme entre los arbustos para evitar los puestos de control y recibir atención médica en Hajar Jawad. Durante la temporada de lluvias, mi hijo y yo tuvimos malaria, recibimos tratamiento en la clínica de Hajar Jawad (una clínica de MSF) para la malaria y la desnutrición”.

Desde Médicos Sin Fronteras realizamos actividades en la localidad de Dalami y Jebel Occidental. En la localidad de Dalami, nuestros equipos apoyan al hospital de Tujur con salas de emergencias, servicios de maternidad y desnutrición y hospitalización para hombres y mujeres. En el hospital, en enero de 2025, realizamos:
- 20,185 consultas externas
- 459 hospitalizaciones, el 30% de por malaria.
Los equipos han asistido:
- 119 partos
- 215 consultas de salud sexual y reproductiva.
En Um Heitan, otra ubicación donde trabajamos, hemos realizado 6,493 consultas ambulatorias.
También hemos apoyado centros de salud, realizando clínicas móviles en campos para personas internamente desplazadas y distribuyendo artículos esenciales en Jabel Occidental, pero la inestable situación de seguridad ha dificultado la prestación de servicios médicos.
Nuestros equipos en las montañas de Nuba observan una cobertura extremadamente inconsistente e insuficiente de la atención médica primaria y secundaria. Cuando hay atención disponible, a menudo es inaccesible debido a la distancia y la inseguridad. Además, hay una falta casi total de servicios de protección, lo que es especialmente preocupante dados los niveles de violencia experimentados o presenciados por la población, la separación de familias y la falta de refugio para muchas personas.