Irak: las cicatrices psicológicas y emocionales de la guerra son inmensas

Jasim, MSF Counsellor with his son

Jasim Hamed es asesor de salud mental en el campo de desplazados Alwand 1, en el centro del país. Él también tuvo que huir de su hogar y entiende bien las situaciones traumáticas que han tenido que experimentar sus pacientes.

Jasim Hamed es asesor de salud mental en el campo de desplazados Alwand 1, en el centro del país. Él también tuvo que huir de su hogar y entiende bien las situaciones traumáticas que han tenido que experimentar sus pacientes.                                               

Jasim Hamed tiene 32 años y tuvo que huir de su casa en Muqdadiyah en 2014. Tras pasar por varios lugares, se instaló finalmente en el campo de desplazados Alwand 1, en la gobernación de Diyala, en el centro de Irak. Allí trabaja para nuestra organización como asesor en salud mental, ayudando a que muchas personas que viven situaciones similares a la suya puedan intentar superar algunos de sus traumas.

 

"Yo vivía en Muqdadiyah, una ciudad situada a unos 120 km en el noreste de Bagdad. En el mes de julio de 2014 se produjeron muchos disparos y bombardeos cerca de mi casa. Murieron muchas personas. Fue entonces cuando mi madre nos dijo que aquello ya no era seguro, que debíamos irnos. 

 

Mientras huía con toda mi familia, presencié enfrentamientos, vi caer bombas y nos topamos con los cadáveres de mucha gente que había sido asesinada. Otra familia  que viajaba en dos coches justo detrás de nosotros fue alcanzada por un ataque aéreo. Murieron todos.

 

Mi hijo menor, Othman, tenía sólo 10 días en ese momento. La verdad es que no creía que fuera a sobrevivir, pero afortunadamente aún está con nosotros. Ahora mismo tiene 3 años. Mi hermano menor decidió regresar a nuestra ciudad hace algunos meses con la intención de completar sus estudios. Lo raptaron cuando estaba en casa de mi madre y aún no sabemos qué ha sido de él.

 

Antes de llegar al Alwand 1, nos alojamos en otros campos de desplazados, donde trabajé para varias ONG. En alguno de estos lugares no había agua ni luz, así que decidimos movernos a otros lugares. Una vez en el Alwand 1, llamé a las puertas de MSF y, al poco tiempo, ya estaba trabajando para ellos.

 

Parte de mi trabajo consiste en identificar a las personas que necesitan apoyo psicológico. Trato de concienciar a la gente sobre la importancia de la salud mental, informo sobre los servicios que ofrecemos y organizo sesiones de asesoramiento grupal junto a mis compañeros. Si identificamos un caso muy grave en este tipo de sesiones grupales, lo remitimos a los psicólogos de la organización para que le hagan un seguimiento individualizado.

 

Niños con ansiedad

 

Por lo general, tratamos de hacer seguimiento a aquellas personas que vemos más silenciosas; a aquellas que son más retraídas y que tienen más dificultades para concentrarse en algo. Después de las sesiones en grupo, también damos apoyo y asesoramiento a los padres que acuden a nosotros preocupados porque sus hijos sufren ansiedad o porque se orinan en la cama.

 

En total, hay más de 3,000 desplazados en el Alwand 1. La mayoría provienen de los alrededores, de ciudades como Sadiya, Jalaula y Muqdadiya, y casi todos huyeron durante el conflicto con el Estado Islámico. En el campo la gente vive en caravanas con baños compartidos. Hay una escuela y un centro de salud que administramos.

 

Los habitantes del campo se enfrentan a cientos de desafíos diarios. Uno de los principales retos es su delicada situación financiera. Y obviamente esto es algo que a menudo afecta a su salud mental. Algunos de ellos ya se ha dado por vencidos y no cesan de repetir constantemente frases como “Mi vida ha terminado” o “Estoy acabado”.

 

Estrés por un futuro incierto

Además de las preocupaciones financieras, muchos sufren un gran estrés ante el incierto futuro que se les presenta. El miedo de la gente ha aumentado por la reactivación del conflicto en la región. Hay quienes no logran contactar con sus familiares y otros no pueden regresar a su hogar porque han perdido sus casas. Algunas familias no se sienten cómodas viviendo en los contenedores. Más de uno me ha dicho que, más que hogares, aquello en realidad son prisiones. Muchos se aíslan o viven enfadados, con permanente ansiedad y constantemente estresados. Algunos niños muestran signos de comportamiento agresivo e incontinencia.

 

Hace poco llevé el caso de un hombre que no salía nunca de su contenedor. Después de unas cuantas visitas, logré que poco a poco empezara a confiar en mí. Con el tiempo establecimos una relación cada vez más cercana y eso hizo que un decidiera contarme su historia: su hijo había sido capturado por un grupo armado. Él consiguió rescatarlo, pero en el último punto de control antes de llegar a su casa, varios hombres dispararon al chico en la cabeza, acabando con su vida y arrojando su cuerpo a una zanja. Desde entonces, no había pasado un solo minuto en el que no le echara de menos.

 

Resulta muy duro para todas estas personas experimentar estas situaciones tan traumáticas, pero es obvio que también hay otra cosa que les afecta gravemente a su salud mental: vivir en un campo de desplazados sin poder continuar con su vida normal y sin tener esperanzas de futuro a corto ni medio plazo."

 

En marzo de 2018, proporcionamos 213 consultas de salud mental individuales y 287 consultas en grupo en el campo de desplazados de Alwand 1. En el campo, también ofrecemos tratamiento para enfermedades no transmisibles (ENT), servicios de salud sexual reproductiva, y sesiones educativas de salud. En las ciudades de Jalaula y Sadiya, donde algunas personas ya están regresando a sus hogares, prestamos servicios de tratamiento de ENT, asesoría de salud mental, y asesoría de salud sexual y reproductiva

 

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