“Juntos podemos hacer mucho más”: en Járkiv y toda Ucrania, MSF se asocia con organizaciones locales

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Igor Bodnia, médico ucraniano de MSF, escuchando a su paciente durante una de las clínicas móviles de MSF. La clínica se instaló en un restaurante qu se convirtió en un centro de ayuda humanitaria en Járkiv. © Pavel Dorogoy

A finales de febrero, justo cuando estalló la guerra en Ucrania, Dmitry Zakharov, propietario de un restaurante de parrilladas local y un autolavado en Járkiv, comenzó a transformar sus negocios en el sur de la ciudad en centros de ayuda humanitaria.  

“Después de escuchar las primeras explosiones, fui al supermercado a comprar comida para mi familia y comencé a pensar en qué podía hacer para ayudar”, cuenta Zakharov. “Vi una larga fila de personas esperando para comprar agua potable, pero no había suficiente disponible”.  

Él sabía qué hacer: su restaurante tiene su propio suministro de agua potable, por lo que comenzó a regalarla. Y cuando tuvo que cerrar una fábrica local de carne tras ser dañada durante los combates, recogió la carne y la distribuyó a la comunidad mientras aún era comestible. Pronto, sus esfuerzos humanitarios reemplazaron a sus negocios.  

Los comedores de madera de estilo rústico del restaurante BBQ se despejaron para proporcionar un espacio que sirviera para brindar atención médica gratuita a cualquier persona que la necesitara. En la puerta de al lado, bajo un letrero grande y brillante que anuncia el lavado de autos, las personas voluntarias caminan con cuidado para evitar el sistema de drenaje de agua para poder servir almuerzos nutritivos a la comunidad todos los días de forma gratuita. 

Cuando los equipos comenzaron a evaluar las necesidades humanitarias en Ucrania y cómo podíamos abordarlas, se destacó algo notable: la cantidad de redes de voluntarias y voluntarios ucranianos, organizaciones sin fines de lucro (ONG) y grupos de la sociedad civil que se movilizaron rápidamente para ayudar. Están gestionadas por personas que fueron y continúan siendo directamente afectadas por la guerra y están entregando ayuda humanitaria a quienes la necesitan.  

Yana Biletskaya, a la derecha, y Daria Samoilova, trabajadoras de MSF, abriendo una caja de alimentos de MSF para examinar sus contenidos. © Pavel Dorogoy

“Por esta razón queríamos ayudar a fortalecer lo que ya habían construido”, explica Barbara Hessel, coordinadora de proyectos de MSF en Járkiv. Hasta ahora, estos grupos locales han proporcionado la mayor parte de la ayuda humanitaria en Ucrania.  

Zakharov hace un seguimiento de las necesidades que ve en su comunidad. En estos días, cuando Médicos Sin Fronteras determina que el vecindario es lo suficientemente seguro, un médico y un psicólogo del equipo ofrecen sus servicios en la parte delantera del restaurante mientras el equipo de enfermería voluntario administra infusiones a pacientes con cáncer en una habitación, y las y los voluntarios de la comunidad cocinan alimentos para unas 1,200 personas diariamente en la cocina, que se encuentra en la parte de atrás. 

En todo el país MSF está trabajando con docenas de grupos locales, desde personas voluntarias que entregan miles de cajas de alimentos a aldeas remotas, hasta las autoridades ferroviarias que proporcionan trenes para los servicios de evacuación médica de MSF, o conductores voluntarios que entregan medicamentos a las puertas de los pacientes. “Estas son las personas adecuadas para brindar ayuda a sus comunidades”, dice Hessel. “Han estado aquí y seguirán estando aquí después de que nos hayamos ido, pero necesitan apoyo”.  

 

Llegando a quienes no reciben ayuda  

Yana Biletskaya comenzó a organizar actividades humanitarias con algunas amistades tan pronto como comenzó la guerra. Su objetivo era llegar a las personas que estaban completamente aisladas de otras fuentes de ayuda: residentes de la miríada de aldeas ubicadas lejos de la ciudad de Járkiv.  

Un depósito enorme dentro de una estación de tren está lleno de donaciones de organizaciones grandes y pequeñas: cajas marrones llenas de comida enlatada enviadas desde una pequeña escuela en Inglaterra se encuentran junto a una pared de cajas blancas bien marcadas de una de las ONG internacionales más grandes. El grupo carga las donaciones directamente en los trenes que se dirigen al campo, donde alrededor de 100 grupos comunitarios diferentes las recogerán y las distribuirán a sus habitantes, en su mayoría personas mayores.  

Comenzamos con 50 personas aquí en la estación”, dice Biletskaya, “y ahora somos 20. Pero también somos mucho más eficientes que al principio. Pasamos de trabajar 24 horas todos los días a dedicar menos horas, pero organizando mejor nuestro tiempo. Nuestro problema ahora es el combustible, es muy difícil para nuestras y nuestros voluntarios conseguir combustible para hacer las distribuciones”. 

MSF trabaja con una red de personas voluntarias independiente basada en Járkiv, que envía ayuda humanitaria por tren a diversos pueblos del óblast. © Pavel Dorogoy

 

MSF ha proporcionado miles de cajas de alimentos (una caja de artículos no perecederos alimenta a una familia de tres o cuatro personas durante una semana) y kits de higiene (con papel higiénico, jabón, pasta de dientes y otros artículos esenciales) a personas de toda la ciudad y del óblast de Járkiv, en asociación con redes de personas voluntarias como la de Biletskaya.  

Asociarse con grupos e individuos de esta forma nos permite llegar a muchas más personas de las que alcanzaríamos de otra manera. “Juntos podemos hacer mucho más”, dice Hessel. “Tienen la capacidad de entregar 3,000 comidas en un día, sus redes están muy bien organizadas”. Los grupos también están en contacto entre sí y pueden decirle a MSF y otras ONG dónde hay necesidades adicionales. 

  

Encontrando un propósito en el acto de ayudar  

Al igual que muchas de las personas voluntarias con las que trabaja y sus colegas ucranianos de MSF, Daria Samoilova, oficial de enlace de personas voluntarias de MSF en Járkiv, estaba en un camino muy diferente antes de que la guerra cambiara su vida.  

“Yo era abogada. Tuve una buena vida, había viajado a 38 países”, dice. “Cuando comenzó la guerra sabía que todo estaba cambiando y que era posible que mi vida se destruyera, que podría morir”. Siete días después del comienzo de la guerra, volaron un gran edificio junto a la casa de su madre. Empacaron y se fueron a otra parte del país. Pero, según nos dice, Daria había perdido el gusto por viajar y quería volver a casa. “Necesitaba comenzar una nueva vida”.  

Fue entonces que comenzó a trabajar con MSF, primero como traductora y luego en su rol actual conectando con grupos de personas voluntarias y supervisando colaboraciones entre los grupos locales y MSF. Después de solo unos días en esta nueva vida, dice: “Me di cuenta de algo. Me sentía feliz. Estaba haciendo algo bueno y amable, y todas las personas con las que trabajaba tenían la misma idea: ayudar”. 

Un grupo de personas voluntarias sirviendo comida a una comunidad en Járkiv. © Pavel Dorogoy

 

   

Sin bajar el ritmo 

A pesar de que la guerra continúa, y sigue causando cada vez más muertes, desplazamientos e impacto psicológico, así como problemas económicos, las personas voluntarias y las organizaciones locales no muestran signos de bajar el ritmo. Zakharov, Biletskaya y otras personas dicen que quieren hacer más, no menos.  

Hessel dice que tan inspirador como son estas acciones, también plantean preguntas. “Muchas personas ya no tienen ingresos, ¿dónde está el punto de inflexión? ¿Cuánto tiempo puede continuar esto? Muchas trabajan las 24 horas del día, los 7 días de la semana y lo que ven y experimentan es emocionalmente agotador”.  

Para ayudar a abordar esta situación, en Járkiv, MSF comenzó a apoyar a personas voluntarias y líderes de la comunidad ayudándoles a desarrollar estrategias de autocuidado y manejo del estrés. “Merecen reconocimiento por el trabajo que están haciendo”, dice Camilo García, gestor de actividades de salud mental de MSF. “Sin embargo, más que nada, queremos brindarles un apoyo continuo para que puedan seguir ayudando a las personas que lo necesitan”. 

  

 

 

 

 

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