La comunidad internacional está fallando a casi un millón de refugiados sursudaneses en Uganda

Denunciamos que la comunidad internacional está fallando al cerca de millón de refugiados que actualmente acoge Uganda, cuya situación se agrava rápidamente.

A pesar de los esfuerzos de acogida de Uganda, las necesidades más básicas no están cubiertas
 
Kampala, 21 de junio de 2017.- Denunciamos que la comunidad internacional está fallando al cerca de millón de refugiados que actualmente acoge Uganda, cuya situación se agrava rápidamente. La organización humanitaria advierte también de que, para evitar que se produzca una emergencia sanitaria de grandes dimensiones, los esfuerzos deberían centrarse en hacer llegar aquellos suministros que ayuden a salvar vidas, tales como agua y comida en cantidades suficientes.
 
Gobiernos y organizaciones internacionales se reunirán en Kampala los días 22 y 23 de junio con el objetivo de recaudar fondos para reforzar los programas de respuesta a la crisis que afrontan los refugiados en Uganda. El país alberga actualmente a más de 950.000 refugiados y recibe unas 2.000 personas más cada día, la gran mayoría de ellas procedentes de Sudán del Sur.
 
Los recursos inadecuados, la escasez de alimentos y las malas condiciones de agua y saneamiento podrían hacer que se desencadenara una grave crisis sanitaria en cualquier momento. En Palorinya, uno de los campos de acogida de refugiados sursudaneses, el 80% de la población depende completamente del agua proporcionada por MSF, lo cual resulta insostenible. "No se están cubriendo ni tan siquiera las necesidades más básicas de los refugiados", explica Tara Newell, responsable de operaciones de MSF para Uganda. “Aunque estamos bombeando y llevando cantidades récord de agua a Palorinya, nuestro esfuerzo no resulta suficiente para abastecer de manera adecuada a toda la población del campo”.
 
 

Asentamientos sin agua

La mayoría de los refugiados viven en asentamientos donde no se han instalado plantas de agua y tienen que confiar su suerte a lo que puedan obtener de un puñado de pozos y de un par de camiones cisterna que les proporcionan siete litros diarios por persona y día. El acceso al agua en los asentamientos depende del suministro que se hace a través de estos camiones, un sistema enormemente costoso y que a menudo resulta inadecuado, ya que los caminos están en muy malas condiciones y es frecuente que estos se queden bloqueados en el barro mucho antes de llegar a su destino. "Sin una solución a largo plazo y que sea más rentable, la capacidad de los refugiados para seguir adelante se resentirá enormemente. Su salud también acabará por deteriorase y su situación se complicará de manera inevitable", advierte Newell.
 
El Programa Mundial de Alimentos (PMA) redujo en un 50% las raciones mensuales de alimentos que distribuía, lo cual implica que muchas personas se hayan quedado sin comida suficiente. MSF es testigo de cómo muchos refugiados se registran en varios asentamientos porque están desesperados por conseguir raciones de comida y agua. Se han publicado también diversos informes en los que se denuncia la mala distribución que se está haciendo de los artículos de primera necesidad; unos kits cuyos contenidos resultan insuficientes e incompletos para satisfacer las necesidades más básicas.
 
La inseguridad alimentaria ha llevado a que algunos refugiados hayan optado por regresar a Sudán del Sur, a pesar de que la violencia que les obligó a huir del país sigue estando muy presente. "Prefiero recibir un disparo en Sudán del Sur que morir de hambre en Uganda", aseguran algunos de los refugiados entrevistados por los equipos de MSF. Los trabajadores de la organización han recogido testimonios de personas que afirman haber regresado a Sudán del Sur con el objetivo único de que les asesinen. "Los refugiados se están viendo obligados a tener que decidir entre dos opciones igualmente terribles: vivir sin alimentos ni agua o arriesgar sus vidas en medio de un conflicto para poder comer", explica el Dr. Leon Salumu, responsable de Operaciones de MSF para Sudán del Sur.
 
Actualmente, Uganda es el país que más refugiados acoge de África. Solo en el último año, ha acogido justo el doble de personas que llegaron a Europa por mar en 2016. Muchos países han introducido vergonzosamente políticas migratorias restrictivas y han intentado limitar la llegada de refugiados a sus fronteras externalizando sus fronteras y tratando de traspasar sus responsabilidades a terceros estados.
 

 

Sólo el 17% del dinero necesario

Sin embargo, no han sido ni siquiera capaces de cumplir sus promesas en este sentido: de los fondos que solicitó en su día Naciones Unidas para dar respuesta a la crisis de los refugiados sursudaneses solo se ha aportado un 17% del llamamiento. Eso se traduce, por ejemplo, en los recortes del 50% en las raciones que se están proporcionando a los refugiados y en la falta de agua que está provocando un sufrimiento enorme a centenares de miles de personas que se han visto obligadas a huir de la violencia que asola a su país. "La comunidad internacional ha fallado a la hora de resolver el conflicto en Sudán del Sur y ahora está fallando en ayudar adecuadamente a los refugiados sursudaneses en la región. Debe cumplir con sus obligaciones y encontrar una manera de prestar servicio de manera adecuada a los refugiados”, denuncia Salumu.
 
Con los recursos existentes no es posible atender de manera adecuada al cada vez mayor número de refugiados. El Gobierno de Uganda está cada vez más asfixiado y algunos refugiados han sido trasladados a lugares muy alejados de fuentes de agua o de tierras cultivables, como la zona de Ofua, en la parte occidental del asentamiento de Rhino. “Resulta imprescindible hacer una mejor planificación de los lugares de acogida y asegurar el acceso de los refugiados a servicios básicos como el agua, el saneamiento y la atención sanitaria”, afirma Salumu.
 
Las intervenciones sanitarias también se han visto complicadas por la enorme cantidad de requisitos burocráticos para la importación de suministros médicos. Por ejemplo, durante dos meses este año, MSF no pudo llevar a cabo actividades médicas tan básicas como la atención de partos de una manera segura, o el tratamiento de enfermedades de los ojos y la piel, ya que sus equipos no disponían de los materiales ni los medicamentos necesarios para ello. Por ello, MSF pide al Gobierno de Uganda que acelere la resolución de las solicitudes de importación pendientes y que agilice la importación de artículos sanitarios de emergencia y de suministros médicos.
 

 

Más información sobre la operación de MSF en el norte de Uganda

Además de sus operaciones en Sudán del Sur, MSF ha estado respondiendo a la crisis humanitaria en Uganda desde julio de 2016, con actividades médicas y de agua y saneamiento. MSF trabaja en cuatro asentamientos de refugiados en el noroeste – Bidi Bidi, Imvepi, Palorinya y Rhino – donde proporciona atención médica ambulatoria y en hospitales.
 
La organización cuenta con programas nutricionales, de salud mental y de salud materno infantil. Sus equipos llevan también a cabo actividades para la atención a las víctimas de violencia sexual y para la vigilancia de salud comunitaria. MSF también respondió a la enorme afluencia de refugiados que llegaron a Lamwo, en la frontera con Sudán del Sur, tras el ataque que se produjo en Pajok, en la región de Ecuatoria, pero ha traspasado recientemente sus actividades en este campo a otras organizaciones.
 
Además de responder a la afluencia de refugiados, MSF lleva a cabo una serie de programas regulares en Uganda, donde sus equipos proporcionan servicios de salud sexual reproductiva para adolescentes en Kasese, atención del VIH / SIDA en las comunidades pesqueras de los lagos George y Edward y servicios de seguimiento de la carga viral para pacientes con VIH en el hospital regional de Arua.
 
 

 

Compartir