La lucha por el agua en el Gran Sur de Madagascar

Obtener agua para beber, cocinar y asearse es una lucha diaria para las personas del Gran Sur de Madagascar. Los periodos de sequía, extremadamente frecuentes en esta región semiárida, combinados con la falta de desarrollo, infraestructura adaptada y el cambio climático hacen que el acceso al agua segura sea cada vez más difícil. 

Hospital Nosy Varika de Madagascar
Instalación de agua y saneamiento de MSF en el Hospital Nosy Varika de Madagascar. © iAko M. Randrianarivelo/Mira Photo

Llegar de Ambovombe al río Mandrare, todavía seco hace pocas semanas, exige una larga caminata por el inmenso Gran Sur de Madagascar a lo largo de kilómetros de senderos arenosos bordeados de cactus, campos de sisal y algún baobab solitario. 

“Excavé el lecho del río con mis manos para encontrar un poco de agua”, explica Claudine, mientras se agacha en la arena para lavar una cacerola que contenía solo un par de centímetros de agua turbia. 

Apenas ha llovido una gota de lluvia en tres años y los ríos y manantiales de la región se han secado, comprometiendo gravemente las cosechas. El año pasado se produjo otra gran crisis nutricional que la gente llama en su lengua local ‘kéré’, que se traduce como “estar hambriento“.  

Tan pronto como me despierto tengo que ir a buscar agua”, continúa Claudine mientras ordena sus pertenencias. “No hay pozos en nuestro pueblo, así que a veces tengo que caminar todo el día”, dice mientras se pone en marcha. Espera volver a su pueblo antes del anochecer para no cruzarse con los ‘dahalos’, ladrones de cebúes del Gran Sur de Madagascar que saquean y violan. 

Al igual que Claudine, las mujeres y las niñas de aldeas remotas y aisladas tienen que caminar bajo el sol abrasador durante muchas horas, a veces un día entero, para llenar un bidón de 20 litros que llevan sobre la cabeza. Apenas hay agua suficiente para beber, cocinar y asearse durante tres días

En estas condiciones extremadamente duras, la más mínima gota de agua es un tesoro. “Estamos recolectando el agua de lluvia que se acumuló ayer en un tronco”, explica Sahondra, sosteniendo la escalera de su esposo mientras él sube a un baobab. Nativos de la región, estos gigantes son ahuecados y utilizados como depósitos de agua de lluvia. 

“Nunca había visto una sequía tan terrible”, suspira Sahondra. “A veces no me aseaba durante varias semanas y comía yuca cruda. Casi no tenía agua para beber”. Durante muchos meses, se mantuvo parcialmente hidratada comiendo plantas con un alto contenido de agua, como el fruto del cactus espinoso. “Tuve que vender mis utensilios de cocina en el mercado para pagar el agua”, explica. Durante los periodos de sequía, llenar un bidón puede costar hasta cuatro veces más, lo que obliga a las familias a depender del agua turbia que encuentran en los escasos pozos de agua. Al no ser apta para el consumo humano, se exponen a enfermedades transmitidas por el agua, como la diarrea y la hepatitis E.   

 

El acceso a un punto de agua puede marcar una diferencia real en la vida de las personas 

“En condiciones como éstas, el acceso a un punto de agua puede marcar una verdadera diferencia en la vida de las personas”, explica Nicolás, ingeniero de agua, higiene y saneamiento de Médicos Sin Fronteras (MSF). 

Varias veces a la semana, nuestros equipos y otras organizaciones de ayuda humanitaria desplegadas en la región distribuyen agua potable en las aldeas, reparan los puntos de agua e instalan otros nuevos.

“El agua subterránea puede ser salada y nunca es fácil de localizar. Para encontrar agua potable es necesario realizar estudios río arriba, debajo la superficie de la tierra, y perforar 100 metros y, a veces, incluso más”, señala Nicolás. Las operaciones y el equipo son extremadamente costosos y su mantenimiento requiere mucho tiempo, lo que explica en parte la falta total de infraestructura en algunas áreas de la región. 

Sin embargo, el acceso al agua es vital para el futuro de las personas en el Gran Sur de Madagascar. Según los últimos informes del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático), de aquí a finales de siglo se intensificarán los periodos de sequía en el sur de África y, a menos que se haga algo para facilitar el acceso de la población al agua, se desencadenarán aún más crisis nutricionales en toda la región.

La OMS estima que para 2025 la mitad de la población mundial vivirá en áreas con escasez de agua, lo que generará tensiones y conflictos. Ante un futuro tan incierto, el desarrollo de una infraestructura sostenible de agua y saneamiento es una forma esencial y eficaz de mejorar las condiciones de vida y la salud de las y los habitantes vulnerables del Gran Sur de Madagascar. 

La lluvia a raíz de los ciclones que azotaron el este del país entre enero y marzo ha ayudado a revivir un poco el río Mandrare. “Pero es temporal”, nos recuerda Sahondra, “porque a finales de abril llega la estación seca, justo cuando es tiempo de cosechar”. 

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