“La migración no es un crimen. Salvar vidas no es un crimen”

Discurso de Joanne Liu, presidenta internacional de MSF, en la cumbre del Pacto Mundial para la Migración en Marrakech, Marruecos, el 11 de diciembre de 2018.

Discurso de Joanne Liu, presidenta internacional de MSF, en la cumbre del Pacto Mundial para la Migración en Marrakech, Marruecos, el 11 de diciembre de 2018.
 
"Gracias por estar aquí hoy, y por reunirse para abordar los desafíos de la migración. 
 
Este no es un problema que los países puedan tratar de forma aislada. Debe abordarse colectivamente, y –de forma crucial– humanamente. 
 
La semana pasada, MSF se vio obligada a detener las operaciones de búsqueda y rescate en el mar Mediterráneo. Una campaña concertada y siniestra de desafíos legales y obstáculos administrativos, significó que el barco en el que estábamos trabajando -el Aquarius- ya no esté autorizado para salir del puerto, mucho menos para rescatar a las personas que corren el riesgo de ahogarse en el Mediterráneo.
 
Con el sabotaje al Aquarius, desaparece el compromiso humanitario y legal más básico: salvar vidas en el mar.
 
La semana pasada, 15 personas, varadas en un bote en la costa libia, murieron de sed y hambre. ¿Cuántas más pueden estarse ahogando o muriendo, sin que nadie lo sepa?
 
Ciudadanos y alcaldes de Europa se han movilizado para recibir a las personas rescatadas y mostrar su humanidad. Mientras tanto, los gobiernos europeos se han negado a proporcionar capacidad de búsqueda y rescate, y –lo que es peor– han saboteado activamente los esfuerzos de otros para salvar vidas. 
 
Salvar vidas no es negociable. Salvar vidas es lo que hacemos, por lo que seguiremos luchando, y lo que nos urge que defiendan. Salvar vidas es, de hecho, una parte fundamental del Pacto Mundial. 
 
Ya sea que los Estados escojan aprobar este acuerdo o no, están sujetos por las leyes nacionales, regionales e internacionales. Este acuerdo se basa en responsabilidades ya existentes, que prohíben tratar a las personas como mercancías, estén donde estén. Independientemente de las razones por las que las personas abandonaron sus lugares de origen, ellas necesitan ser protegidas de la violencia y la explotación.
 
En el mundo, diez millones de personas están en movimiento. Ellas no desaparecerán simplemente. 
 
Desde las fronteras de Sudáfrica y México, hasta las costas de Malasia, Indonesia y Europa. Desde Libia, pasando por Nauru y el Mar Rojo: Los equipos de MSF se enfrentan a la brutalidad de las políticas migratorias actuales. 
 
Estamos sorprendidos por la magnitud de la violencia y el sufrimiento infligido a las personas: aquellas que están atrapados en un limbo legal por las restricciones estatales; aquellas que están atrapados por las detenciones arbitrarias; aquellas que han sufrido abusos de los traficantes.
 
Estas políticas oficiales profundizan el sufrimiento de millones. 
 
Debemos enfrentar la realidad: las políticas inhumanas diseñadas para impedir la migración no detienen a las personas en movimiento. Estas políticas fortalecen a los funcionarios corruptos y a las bandas criminales que se benefician de las personas vulnerables. Estas políticas criminalizan y arrojan a las personas vulnerables a las manos de aquellos que las explotan despiadadamente. 
 
Ya sea que estas políticas estén simplemente desinformadas, o sean la manifestación de una colusión deliberada con corrupción y criminalidad, el resultado es el mismo: no logran detener a la migración y matan a las personas.
 
Como presidente internacional de Médicos Sin Fronteras, he presenciado escenas angustiosas. Algunas de ellas de personas que estaban en los centros de detención de Libia el año pasado. Gente desesperada, en habitaciones sucias, atrapadas y despojadas de cualquier esperanza. 
 
Hombres y mujeres me hablaron de la extrema violencia y explotación que sufrieron durante sus viajes. Las mujeres me hablaron de que fueron violadas y, luego, obligadas a llamar a sus familias para pedirles dinero. Menores no acompañados y mujeres embarazadas, encerrados en sótanos sin atención médica, con lágrimas en sus ojos suplicando por su libertad. 
 
Y a pesar de la importante cobertura de los medios de comunicación, incluso mientras nos reunimos aquí hoy, las víctimas de esta terrible violencia siguen atrapadas en Libia, en centros oficiales de detención y en cárceles clandestinas a las que no podemos acceder.
 
Entre enero y octubre de este año, la guardia costera libia devolvió a más de catorce mil refugiados y migrantes que intentaban huir a través del Mediterráneo. De vuelta a Libia. Eso significa que hombres, mujeres, niños, sobrevivientes de tortura y explotación despiadada, son regresados a centros de detención en donde no existen los derechos humanos básicos y el abuso es rampante.
 
Observamos un comportamiento contradictorio en los gobiernos europeos y en la Unión Europea: mientras los funcionarios admiten que no se debe retornar a las personas a Libia, conspiran contra las operaciones de búsqueda y rescate. Formulan políticas, capacitan y equipan a guardias costeras para obligar a las personas a regresar.
 
Hace unas semanas estuve en México y Centroamérica, donde las personas huyen de la violencia y las amenazas en sus hogares, solo para ingresar en un espeluznante ciclo de explotación y abuso.
 
Las personas que viven allí están conscientes del sufrimiento que experimentarán al emprender el camino. Pero incluso el conocimiento de tales riesgos no los disuade.
 
Las mujeres y niñas buscan anticonceptivos, porque simplemente asumen que serán violadas durante sus viajes. Las personas se ven obligadas a elegir entre la violencia en sus hogares y la lejana posibilidad de un futuro lleno de esperanza.
 
En México, el 68 por ciento de la población migrante atendida por MSF reporta haber sido víctima de violencia durante su tránsito hacia los Estados Unidos. Un tercio de las mujeres reportan haber sido abusadas sexualmente. Una cuarta parte de las consultas médicas de MSF para migrantes y refugiados en México están relacionadas con lesiones físicas o traumas intencionales.
 
Es la misma historia en todos los lugares donde las personas se encuentran en movimiento. La violencia extrema o la desesperación en sus hogares hacen que valgan la pena los horribles e inherentes riesgos que acompañarán la huida. Es la elección del sobreviviente, una que nadie debería tener que hacer.
 
En octubre, a MSF le dieron 24 horas para salir de la isla de Nauru, abandonando a muchas personas en las garras de una crisis de salud mental. De los refugiados y solicitantes de asilo que atendimos en Nauru, el 30% había intentado suicidarse y el 60% lo había considerado.
 
En Lesbos, Grecia, una cuarta parte de los niños que asisten a nuestras sesiones de terapia grupales se autolesionaron, tuvieron pensamientos suicidas o intentaron suicidarse. Durante más de un año, nuestros equipos han hablado sobre la emergencia de salud mental en curso, pero nada ha cambiado para mejor.
Estos son los costos humanos de las llamadas “exitosas” políticas para restringir la migración. Son políticas que deshumanizan a quienes simplemente buscan seguridad o una vida mejor. Son políticas que matan.
 
Este Pacto se ha colocado en el centro de un acalorado debate político que, en su núcleo, ha pasado por alto las vidas humanas.
 
Vemos campañas para criminalizar y deshumanizar a quienes huyen de la violencia y la pobreza, representándolos como algún tipo de virus que debe terminarse y contenerse.
 
Seamos claros, las políticas actuales están empujando a las personas en movimiento hacia el abuso y la explotación. 
 
Mantenidos en detención arbitraria, maltratados por traficantes, agredidos sexualmente, traficados hacia una prostitución forzada.
 
Para todos nosotros, salvar vidas no es un crimen. Ayudar a las personas necesitadas no es un delito. Sin embargo, en todo el mundo, nuestros proyectos médicos se encuentran con obstáculos burocráticos, acoso legal e incluso violencia. Aquellos que buscan ayudar a las personas en movimiento han sido difamados, intimidados y amenazados.
 
A pesar de esto, muchas personas y comunidades en todo el mundo están tomando partido por las políticas humanas y actuando para reducir el sufrimiento. Hemos visto personas que abren sus puertas y le dan la bienvenida a los migrantes a sus hogares. Los hemos visto organizar comedores comunitarios para alimentar a quienes están huyendo. Los alcaldes están ofreciendo apoyo en sus ciudades.
 
Les instamos, por favor, a no rendirse. Necesitamos su apoyo, su acción es crucial.
 
MSF dará la bienvenida a un Pacto que coloque a las personas en su núcleo. Un Pacto que alivie el gran sufrimiento que las políticas actuales han creado.
No podemos ser ciegos ante la violencia que sufren quienes se desplazan. No podemos ignorar su desesperación. No podemos fingir que no sabemos lo que está sucediendo.
 
Tomemos partido por las políticas humanas.
 
Tomemos partido contra la criminalización de la migración. Contra la criminalización del acto de salvar vidas.
 
La migración no es crimen. Salvar vidas no es un crimen. 
 
Como representantes de sus gobiernos, ustedes pueden y deben actuar.
 
Hay vidas que dependen de ello.
 
Gracias"
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