“Las enfermedades no esperarán” ante la COVID-19 en Kenia

Lili-Marie Wangari es coordinadora de preparación ante emergencias para MSF en Kenia, y actualmente trabaja en la respuesta al brote de COVID-19 en Kenia. Parte de su trabajo incluye brindar apoyo a un centro de salud y a los esfuerzos de salud comunitaria en Kibera, uno de los asentamientos más grandes de África.

Lili-Marie Wangari es coordinadora de preparación ante emergencias para MSF en Kenia, y actualmente trabaja en la respuesta al brote de COVID-19 en Kenia. Parte de su trabajo incluye brindar apoyo a un centro de salud y a los esfuerzos de salud comunitaria en Kibera, uno de los asentamientos más grandes de África. 

Cientos de personas han contraído COVID-19 en Kenia, la mayoría en la capital, Nairobi.  Lili-Marie nos explica cómo su trabajo ayuda a proteger a algunas de las personas más vulnerables de la ciudad. 

“Cuando nos enteramos de la COVID-19, nos comunicamos con el Centro de Salud Kibera Sur. Es una instalación que MSF construyó y gestionó, antes de entregarla a mediados de 2017 al Ministerio de Salud para que asegurar que siguiera funcionando. 

Kibera es una comunidad que conocemos bien: hemos trabajado allí durante más de 25 años, respondiendo a la crisis del VIH / SIDA en la década de 1980, para lo que cuidamos a las personas en sus casas, hicimos campañas por el acceso al tratamiento y fuimos los primeros médicos en proporcionar medicamentos antirretrovirales para pacientes en un centro de salud pública de Kenia. 

Como conocemos el contexto en Kibera, sabemos cuán catastrófico podría ser un brote de COVID-19 para la comunidad.

Mantener el distanciamiento físico en Kibera es casi imposible, como lo es en muchos asentamientos marginales de todo el mundo. Las personas viven en hogares pequeños y sobrepoblados, con pocas ventanas o sin ventilación. Estas condiciones, además de facilitar la propagación de una enfermedad como COVID-19, hacen que sea muy difícil que las personas se queden dentro de sus casas por largos periodos de tiempo.

 

El acceso al agua es extremadamente limitado, hay sólo 200 puntos de agua para las 200,000 personas que aproximadamente viven en el asentamiento, lo que hace que el lavado de manos sea casi imposible.  En este contexto, los mensajes habituales de promoción de la salud simplemente no pueden ser aplicados. 

Mi mayor preocupación es que una gran parte de las personas tiene afecciones de salud subyacentes como el VIH, la tuberculosis y enfermedades no transmisibles como la hipertensión y la diabetes que pueden ponerlas en mayor riesgo de desarrollar COVID-19 grave. 

La atención médica está disponible en Kibera, pero nos preocupa que el brote la pueda afectar o reducir, en caso de que los trabajadores de la salud se enfermen o los suministros no puedan llegar hasta donde son necesarios. Todos los trabajadores de la salud necesitan equipo de protección personal (EPP), pero se está volviendo caro y escaso en Kenia y en todo el mundo. Incluso para MSF, esta escasez es un gran desafío que impide hacer más por las comunidades que apoyamos.

Hay otros factores sociales o económicos que ponen a las personas en riesgo adicional. La mayoría vive al día, por lo que aún tiene que intentar trabajar para tener suficiente dinero y comprar alimentos. Esto implica viajar por la ciudad, caminar o tomar el transporte público, incluidos los trenes extremadamente superpoblados que atraviesan los barrios bajos, con el riesgo de exposición a la enfermedad.

 

 

Durante las últimas dos semanas, un equipo de siete integrantes de MSF ha estado trabajando en nuestro antiguo centro de salud. Establecieron un sistema de detección, gestionado por dos trabajadores de salud comunitarios en una carpa en la entrada de la clínica, toman la temperatura de los pacientes y controlan la cantidad de personas que ingresan al centro de salud en cualquier momento. 

Otro trabajador de salud comunitario y una enfermera ayudan con el sistema de detección para cerciorarse que el flujo de personas sea seguro y que se mantengan a una distancia segura.  Si las personas presentan fiebre, van a ver a una enfermera de MSF para un control de salud más profundo.

También contamos con un oficial clínico que gestiona una sala de aislamiento para casos sospechosos con capacidad de dos camas. Aquí es donde los pacientes esperan antes de ser derivados al hospital del gobierno para realizarse pruebas y tratamiento, en caso de ser necesario.

Los integrantes de nuestro equipo también brindan capacitación y apoyo para la prevención de infecciones y medidas de control. Esto incluye asegurarse de que el personal use el EPP correcto, como máscaras y guantes, y que tengan un suministro constante de agua para lavarse las manos. Un oficial clínico de higiene se asegura de que las áreas de alto riesgo se mantengan limpias. 

Además de garantizar que los pacientes estén seguros en las instalaciones, queremos proteger a los trabajadores de la salud; sin ellos, no es posible tener una respuesta a la COVID-19 y podríamos ver un aumento en las muertes por afecciones de salud no relacionadas a esta nueva enfermedad y las personas podrían no encontrar tratamiento. En nuestro trabajo fuera del centro de salud, todavía tenemos que abogar por que continue la atención médica en Kibera. Las enfermedades no esperan.

Nuestro equipo de salud comunitaria también difundirá mensajes de concientización sobre la salud y trabajará con otros grupos en Kibera para instalar puntos de agua para mejorar la capacidad de las personas de lavarse las manos.

Al movilizarse por la comunidad, escuchamos de la gente que, además de luchar con el impacto económico del brote, tienen miedo. Ya escuchamos informes de la comunidad que ha llegado a rechazar a las personas que piensan que podrían tener COVID-19 y percibí a la gente gritar 'corona' en el automóvil de MSF cuando me dirigía a la clínica. Hay mucha información errónea que tenemos que intentar corregir en los próximos días”.

 

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