Mozambique: Las personas continúan indefensas frente al clima y los conflictos

La guerra y los fenómenos climáticos extremos han dejado a las personas en condiciones terribles en el norte de Mozambique, explica Aitor Zabalgogeazkoa, coordinador de emergencias de MSF en Mozambique, en este texto.

La guerra y los fenómenos climáticos extremos han dejado a las personas en condiciones terribles en el norte de Mozambique, explica Aitor Zabalgogeazkoa, coordinador de emergencias de MSF en Mozambique, en este texto. 

El mes pasado nuestro equipo quedó impactado por la realidad del conflicto en Cabo Delgado. El padre de Matilde, una de nuestras compañeras, fue decapitado en un atentado mientras trabajaba la tierra en un pueblo del norte de Macomia. Matilde y su familia tuvieron la desgarradora y peligrosa tarea de recoger su cuerpo para poder enterrarlo con dignidad. 

Una semana después, el hijo de otro colega, Salvador, murió de diarrea en Cuamba. Solo tenía 20 meses. Las condiciones de los centros de salud son extremadamente malas y el acceso a los servicios es una pesadilla. La falta de atención sanitaria para la población civil en Cabo Delgado es impactante, igual que su vulnerabilidad ante las atrocidades del conflicto en curso. 

Después de más de 3,500 muertes y cientos de miles de personas desplazadas, la guerra se prolonga. Desde finales de enero, unas 15,000 personas han sido desplazadas forzosamente en el distrito de Meluco; cientos de casas han sido quemadas hasta los cimientos, las cosechas robadas y todavía no sabemos el número exacto de personas muertas. Los cuerpos se cuentan por docenas. 

Muchas personas aún permanecen escondidas en la maleza. La gente llega con las manos vacías después de varios días sin comer, y nuestros equipos a menudo tienen que proporcionar camisetas, chanclas, artículos esenciales y raciones de alimentos en los puntos de tránsito a los que llega la población. 

La realidad del día a día en Cabo Delgado demuestra que la crisis no ha terminado. En esta región, las inversiones masivas en la explotación de gas y los intentos desesperados e impotentes de las comunidades por mejorar su situación chocan con un Estado ausente y con los ataques de los grupos armados. 

Se trata de un problema que no va a desaparecer de la noche a la mañana. Esta guerra ha dejado completamente deshabitados 15,000 kilómetros cuadrados en seis distritos de Cabo Delgado, antes vibrantes y animados. Una extensión de territorio, más grande que Qatar, Jamaica o Gambia, donde hoy nadie vive, ni siembra, ni cosecha, ni pesca. Los grupos armados están, como se dice aquí, ‘infernizando’ (atormentando) a las comunidades. La gente está aterrorizada y, según nuestra propia experiencia, solo basta con el sonido de algunos disparos u otros indicios de inseguridad inminente para vaciar todo un pueblo en cuestión de minutos. 

Las personas aquí son asombrosamente resilientes. Reconstruyen sus casas al menos un par de veces al año, la mayoría de ellas han sido desplazadas varias veces. Si no es la guerra, son los fenómenos climáticos extremos los que les obligan a abandonar sus hogares. En esta temporada de ciclones, se esperan hasta ocho tormentas tropicales: la primera ya ha causado estragos en la provincia de Nampula, al sur de Cabo Delgado. Frente a esta amenaza, la población está alerta, pero permanece desprotegida. 

La mayoría de las familias ni siquiera pueden reunir el suficiente dinero para tomar un autobús. Muchos niños y niñas pequeños tienen acceso limitado a los alimentos y nunca han ido a la escuela, mientras que el 67 % de las madres nunca han tenido la oportunidad de aprender a leer o escribir. La economía de subsistencia, donde las personas trabajan solo para intentar comer ese día, es la norma. Numerosos jóvenes no tienen trabajo ni educación, lo que los vuelve vulnerables al reclutamiento por parte de los grupos armados. 

Es una cuestión de fondos, ¿hay suficientes? Instituciones internacionales han destinado más de 760 millones de dólares a la Agencia de Desarrollo Integrado del Norte de Mozambique (ADIN, por sus siglas en inglés), un fondo gubernamental de recuperación creado en 2020. Las empresas también han asignado fondos a las familias que viven alrededor de la planta de gas natural licuado de Afungi, cerca de Palma, afectada por la violencia el pasado mes de marzo, y otros distritos. La Unión Europea está en conversaciones con el gobierno de Mozambique sobre más ayuda y cooperación. Sin embargo, los fondos de ayuda humanitaria, aquellos dedicados específicamente a atender las necesidades de emergencia, son mucho más modestos y se limitan en su mayoría a alimentar a las personas que no tienen tierra ni trabajo. 

Pero no es sólo una cuestión de dinero; la situación podría ser diferente si los proyectos económicos y políticos diseñados para Cabo Delgado estuvieran también orientados a construir comunidades fuertes y con futuro. Si no se detiene la marginación de las personas, las comunidades seguirán siendo inseguras y vulnerables y el conflicto seguirá provocando un inmenso sufrimiento. 

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