Leer, Sudán del Sur: El mercado está vacío y la gente tiene hambre

Sarah Maynard, coordinadora del proyecto de MSF en Leer, en el estado de Unidad cuenta su experiencia.

Sarah Maynard, coordinadora del proyecto de MSF en Leer, en el estado de Unidad cuenta su experiencia.

“Los dos meses y medio que mis compañeros sursudaneses han pasado en el interior del bosque junto con el resto de las personas que tuvieron que huir de la ciudad, ha dejado un impacto tremendo en sus caras y en sus cuerpos. Parece que hubieran envejecido años”.

En el interior de las marismas que rodean la pequeña ciudad-mercado de Leer, un lugar marcado durante décadas por los estragos de la Guerra civil y por los anhelos de independencia, hay un hospital de Médicos Sin Fronteras.

Durante más de 25 años, este hospital proporcionó un amplio rango de servicios médicos a una población de 270.000 personas de la zona sur del estado de Unidad. Sin embargo, a finales de enero fue saqueado, quemado y completamente destruido.

Sarah Maynard era la coordinadora del proyecto de MSF en el momento en el que el hospital, al igual que el resto de la ciudad, fue atacado. Ella, junto al resto del equipo de expatriados, fue evacuada antes de que la violencia estallara, mientras que los 200 trabajadores locales de la organización tuvieron que huir al bosque con sus familiares y con los pacientes, muchos de ellos con las vías aún puestas en sus venas y en camillas improvisadas .

Ahora, de regreso con su equipo en Leer, Sarah traslada el testimonio de los compañeros locales que se quedaron allí y cuenta lo que se encontró a su regreso en esta localidad.

El regreso a Leer

Tras la evacuación, regresé por primera vez a Leer en febrero, pocos días después de que tuviéramos que irnos de aquí y de que la violencia irrumpiera de lleno en esta localidad. Lo que antes era una aldea vibrante y bulliciosa, era por aquel entonces un pueblo fantasma. De nuestro hospital apenas quedaban las cenizas. Todo había sido destruido, quemado y saqueado.

A mediados de abril nos llegaron noticias de que la población estaba empezando a regresar al pueblo, después de dos meses y medio refugiados en el bosque. Así que el día 1 de mayo, un pequeño equipo de trabajadores de MSF entre los que me encontraba yo, llegó de nuevo a Leer para hacer una evaluación de las necesidades. Fue también la primera vez que nos reencontramos con nuestros compañeros locales desde el día que tuvimos que salir de aquí.

Lo que vimos nada más llegar resultaba aterrador: cientos de niños desnutridos con necesidad urgente de recibir tratamiento médico. Sin duda, la violencia y el desplazamiento habían hecho grandes estragos en la población.

Los primeros días estábamos completamente sobrepasados

No quedaba ni una cama en pie en nuestro hospital, que hasta febrero había sido la única estructura de salud en todo el sur del estado de Unidad con capacidad para prestar atención médica especializada y hospitalización de pacientes. La destrucción del hospital dejaba de facto a cientos de miles de personas sin acceso a cuidados médicos esenciales, unos cuidados que en un momento como este pueden suponer la diferencia entre la vida y la muerte.

El centro terapéutico para niños desnutridos había sido quemado y el tejado se había derruido. Así que, el primer día de nuestro regreso, tuvimos que establecer una especie de sala de espera en uno de los edificios que aún estaban a medio construir.

Nuestro equipo se vio inundado de pacientes desde el primer momento. Según bajamos del avión, ya había una larga fila de personas haciendo cola en los terrenos del hospital.

Empezaron a entrar uno tras otro en el hospital. Los niveles de desnutrición eran pavorosos. Cuando empezamos a pasar consulta, recuerdo cómo uno de los miembros de nuestro personal nacional me pidió que prestáramos atención a un niño en particular. Nunca había visto un bebé así de esquelético. Tenía siete meses, pero era completamente diminuta. Muy muy pequeñita.

Empezando de nuevo

Las necesidades de la población eran inmensas y nosotros queríamos empezar a tratar a la gente sin demora. Así que, una vez que pudimos organizar lo más básico para poner en marcha el programa nutricional, dejamos de nuevo a cargo a nuestros compañeros sur sudaneses durante unos días y fuimos a la capital a reunir todo lo necesario para un regreso en condiciones a Leer.

Durante el fin de semana limpiaron lo que quedaba del hospital, que era un auténtico desastre después de la destrucción que había sufrido. Después, el 5 de mayo, decidimos parar las actividades de la clínica de emergencia, que había estado funcionando a duras penas en el interior del bosque, y establecimos un nuevo servicio de atención médica en el hospital (sin capacidad para ingresar pacientes, obviamente). Dos días después, el resto de expatriados y yo estábamos de vuelta. Y el día 9 de mayo, por fin empezamos las actividades en el nuevo centro terapéutico para niños desnutridos.

El primer día admitimos a más de 100 niños en el programa. Para el final de la semana siguiente ya eran casi 900. Y ahora tampoco ha bajado el ritmo, ya que estamos viendo hasta 1200 pacientes a la semana, la mayoría desnutridos con diarrea acuosa aguda, infecciones del tracto respiratorio y malaria. Llegan en estas condiciones por el hecho de haber vivido en una situación terrible en interior del bosque, sin protección alguna contra los mosquitos, sin comida y bebiendo constantemente agua contaminada

No hay suficiente comida, los mercados están vacíos

Estas personas han sufrido muchísimo y continúan sufriendo a día de hoy. Volvieron a Leer sin nada y se han encontrado con que aquí tampoco hay nada. La gente ha perdido sus casas, sus propiedades, y también los medios para poder producir o comprar comida.

Ha empezado a llover y están empezando a plantar. Sin embargo, está claro que les va a llevar aún un tiempo hasta que puedan recolectar los frutos. Y mientras tanto, los mercados continúan vacíos y la gente hambrienta.

Algunos productos, como por ejemplo el pescado seco, llegan a cuentagotas al mercado de vez en cuando, pero no es suficiente. Y cada vez que un saco de harina o de sorgo llega a la ciudad, se vende a dos y tres veces el precio habitual. Desaparecen de las manos del vendedor en apenas segundos. Todos aquellos que no tienen dinero o que no pueden pagar esos precios inflados se quedan sin comer y en una situación desesperada.

El número de cabezas de ganado que se sacrifican en el mercado es mucho mayor del que se solía ver antes. Y si la gente empieza a matar a su ganado, es que algo va definitivamente mal, pues aquí las vacas son un símbolo de riqueza y raramente se sacrifican.

Son conscientes de que se están comiendo su fuente de riqueza, saben que matar a sus vacas significa que tendrán pan para hoy y hambre para mañana. Sin vacas no hay leche y sin leche no habrá dinero para comprar otros productos en el mercado. Pero no les queda más remedio que hacerlo.

Los próximos meses serán muy duros

La gente quiere quedarse aquí, quieren plantar sus semillas, quieren reconstruir sus hogares en los lugares en los que estaban sus casas. Quieren volver a vivir. Y nosotros hacemos lo que podemos, pero no es ni mucho menos suficiente.

Estamos tratando a miles de niños, sobre todo a los que llegan en una situación de desnutrición aguda más grave, pero luego están también todos esos niños con desnutrición aguda moderada y que también necesitan ayuda. Es necesario que vengan hasta aquí más organizaciones humanitarias y agencias de la ONU, y que empiecen a ayudar de verdad a estos niños. Hay que hacer lo que sea para mejorar sus condiciones de vida y para evitar su muerte. Hay que empezar a hacer más distribuciones de comida de inmediato.

Los próximos meses van a ser duros, pues la estación de lluvias no termina hasta septiembre y la situación de salud y de seguridad en el interior de los improvisados campos de desplazados se está deteriorando. Además de por desnutrición, la gente está muriendo de otras enfermedades prevenibles. La población de Sudán del Sur está viviendo al borde del precipicio y hay que empezar a actuar rápido si queremos evitar que las cosas empeoren aún más.

MSF en Leer

MSF cuenta con 207 trabajadores en Leer, que proporcionan asistencia médica básica. A día de hoy, la estructura de salud que fue destruida no cuenta todavía con capacidad para llevar a cabo ingresos hospitalarios. MSF gestiona también un programa nutricional para niños con desnutrición aguda. Desde Leer se organizan también dos centros terapéuticos ambulatorios que se dirigen una vez por semana al sur del estado de Unidad, en particular a los pueblos de Nyal y Mayendit.

Antes de que este hospital fuera destruido, MSF había trabajado en él durante más de 25 años. Proporcionaba cuidados médicos hospitalarios con ingresos, cirugía, maternidad, pediatría, tratamiento del VIH y tuberculosis y cuidados intensivos. El hospital era la única estructura de salud de nivel secundario en todo el sur del estado de Unidad. Daba servicio a 270.000 personas.

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