El Dr. Edward Chu formó parte de uno de los equipos de Médicos Sin Fronteras (MSF) que se desplazó a Gaza el pasado mes de diciembre para brindar apoyo médico urgente al equipo de trabajadores palestinos de MSF, que siguen recibiendo una enorme afluencia de pacientes con heridas graves en un contexto en el que escasean los suministros médicos y en el que los bombardeos son constantes.
En este texto nos cuenta lo que vivió en Gaza.
La vida de Maryam* cambió por completo a los 11 años. Una explosión le costó las dos piernas, una justo por debajo de la cadera y la otra a la altura de la rodilla. Cuando llegó al hospital indonesio de Rafah con su madre y sus dos hermanas, que también sufrieron amputaciones y fracturas complejas, lloraba desconsoladamente.
Las cuatro forman parte de los 66,000 palestinos de Gaza que han resultado heridos hasta la fecha en la guerra con Israel. Muchas de estas personas se enfrentan a una cruda realidad: tras ser dados de alta tendrán que pasar el periodo de recuperación en una tienda improvisada. En muchos casos elaboradas apenas con cuatro palos y un pedazo de plástico; a merced del frío y de la lluvia. En esas condiciones, sus heridas corren el riesgo de infectarse y las probabilidades de que les practiquen una cirugía reconstructiva adicional son muy escasas.
Mi misión en Gaza
En diciembre viajé a Gaza con un equipo de Médicos Sin Fronteras (MSF). Nuestros principales objetivos eran brindar apoyo al servicio de urgencias y al quirófano del hospital Nasser, donde realizamos intervenciones como cirugía plástica reconstructiva e injertos de piel. Y encontrar un lugar que estuviera más alejado de la línea del frente donde pudiéramos trabajar con seguridad. Ya estaba claro que probablemente no íbamos a poder permanecer mucho tiempo más en el Hospital Nasser.
El cirujano plástico de nuestro equipo sólo pudo trabajar allí dos días antes de que el ejército israelí avisara de que iba a empezar a bombardear la zona adyacente. Nuestro personal internacional tuvo que retirarse de allí en Navidad. Varios colegas palestinos optaron por seguir atendiendo a los enfermos y heridos a pesar del riesgo que eso suponía para sus propias vidas.
Apenas un mes después, a finales de enero, cuando yo estaba de regreso, el hospital acabó siendo evacuado casi por completo. Dejando a la población gazatí prácticamente sin ningún lugar más en el que seguir recibiendo atención médica.
Tras esta primera y frustrante etapa, nos centramos en iniciar el hospital de campaña indonesio de Rafah y equipar al personal con botiquines de traumatología.
El alto riesgo de bombardeos o de quedar atrapados en el fuego cruzado hacía esencial que todo nuestro personal, incluyendo los conductores y otros trabajadores no sanitarios, adquirieran algunos conocimientos básicos para salvar vidas, como la aplicación de vendajes compresivos y el uso de torniquetes.
Ningún otro conflicto es comparable a lo que ocurre en Gaza
Ya había trabajado con MSF en otras zonas en conflicto. Estuve, en República Centroafricana y República Democrática del Congo, también en Ucrania, justo después de que Rusia intensificara su invasión; en marzo de 2022.
Lo que ocurre en Gaza es una emergencia humanitaria como nunca antes había visto. La enorme cantidad de bombardeos, las limitaciones para brindar ayuda humanitaria médica debido a los ataques indiscriminados y la absoluta falta de respeto por las vidas del personal médico y la integridad de las instalaciones sanitarias. La intensidad de los ataques en toda Gaza, que tiene una extensión de sólo 12 kilómetros en su punto más ancho, unida a la enorme densidad de población que hay en la Franja convierten todo el territorio en una trampa mortal de la que no se puede escapar. La superficie en km2 de Gaza es, para que nos hagamos una idea, de apenas 365 km2.
La falta de suministros y equipos médicos también es impactante y muy difícil de gestionar. La sala de urgencias del Hospital Nasser, que estaba desbordada de pacientes ingresados, sólo tenía dos boxes de traumatología disponibles para casos de urgencia. Apenas se disponía de camas, por lo que la mayoría de los pacientes tenían que recibir atención en el suelo. Varias de las máquinas para monitorear a los pacientes no funcionaban o les faltaban las piezas necesarias para funcionar correctamente. Y el personal se veía obligado a racionar los escasos medicamentos disponibles.
En el Hospital de Campaña Indonesio de Rafah, aunque teníamos un cirujano en nuestro equipo, no disponíamos de suficientes analgésicos para adormecer y prevenir infecciones, como lidocaína, un anestésico local que se usa para los cambios de vendajes y procedimientos más pequeños pero esenciales, como extirpar tejido muerto o infectado. Es también el tipo de anestesia que se usa para una extracción de muelas.
De hecho, algunos de los colegas que trabajaban en otros hospitales se enfrentaron a situaciones incluso peores, teniendo que llevar a cabo operaciones urgentes como amputaciones sin anestesia general.
Los hospitales están desbordados con las personas heridas, pero las personas con problemas de salud crónicos como cáncer y otras afecciones médicas siguen teniendo las mismas necesidades que tenían antes del 7 de octubre, agravadas ahora por la situación en la que se encuentran. Para la mayoría resulta demasiado peligroso llegar a los centros de salud. Aunque pudieran hacerlo es muy difícil conseguir los medicamentos que necesitan, como insulina para la diabetes, medicamentos para la hipertensión o anticoagulantes para los hospitalizados, a fin de que no desarrollen coágulos sanguíneos potencialmente mortales.
Cuando cesaron los bombardeos durante la breve pausa humanitaria de noviembre, los hospitales recibieron muchos pacientes que sufrieron infartos cardiacos y cerebrales y urgencias diabéticas. Muchas personas murieron en las semanas anteriores sin ni siquiera haber podido llegar a recibir la atención médica que necesitaban. Y cuando se reanudaron los combates el 1 de diciembre, se condenó de nuevo a que muchas más personas con problemas similares murieran en sus casas, en las escuelas y edificios donde buscan refugio o en los campos en los que tratan de permanecer a salvo de las bombas.
El número de víctimas civiles es escalofriante
Al final de mi misión, cuando atravesábamos el paso fronterizo de Rafah para regresar a Egipto, vimos un gran número de ambulancias de la Media Luna Roja egipcia en fila, a la espera de recibir pacientes con necesidad de ser evacuados. Pero todas estaban vacías, porque de allí no salía casi nadie. También vimos cientos de camiones cargados de ayuda humanitaria esperando a entrar. La realidad es que cada día apenas pasan unos pocos. Alrededor de 5 veces menos de los que entraban antes de que la Franja se convirtiera en el infierno más terrible. Mientras el sonido de los constantes bombardeos se iba haciendo cada vez más lejano, me resultaba difícil no pensar en los palestinos que dejábamos atrás. Una población asediada a la que no le llega la ayuda humanitaria que tan desesperadamente necesita.
El número de víctimas civiles de esta guerra es escalofriante. Pero la población palestina de Gaza no es una estadística. Hablamos de cien, doscientos muertos por día, pero la gente se olvida que se trata de madres, niñas, niños, padres y trabajadores, incluyendo mis compañeros palestinos de MSF. Quienes siguen trabajando mientras ven a sus familiares morir. Sufren en silencio ante el nivel tan despiadado de devastación que provocan los bombardeos. Mis colegas seguían trabajando cada día sin saber si sus familiares habían fallecido en alguno de los ataques que se producían a todas horas. Y cada día que nos despedíamos de ellos, lo hacíamos sabiendo que existía la posibilidad de que no los viéramos de nuevo al día siguiente.
No podemos permitir que las decenas de miles de personas heridas y los casi 30,000 muertos que ha provocado esta ofensiva sean tratados como simples números. Son todos ellos, niños como Maryam y personas como cualquiera de mis compañeros.
* Nombre cambiado para proteger la privacidad.
** Gran parte del personal del hospital Nasser abandonó el centro debido a la orden de evacuación de las fuerzas israelíes de las zonas circundantes. Mientras que otros permanecen atrapados en el interior debido a los intensos combates en torno al centro. A día de hoy, MSF aún cuenta con algunos trabajadores allí.