Lo que mata en Yemen no siempre es una bala

Maternal and newborn healthcare in Al Qanawis

Por Mónica Costeira, pediatra en el Proyecto al Qanauis de MSF en Hodeidah, Yemen

En la azotea de una casa de MSF, en la ciudad de al Qanauis —ubicada en la gobernación de Hodeidah, al noroeste de Yemen—, contemplo las estrellas. Todos miramos a un mismo cielo, o eso creo, pero la vida parece distinta según el lugar de observación. El país en el que me encuentro tiene un entorno natural de gran belleza, con una historia muy rica, pero la guerra lo está destruyendo.

Por Mónica Costeira, pediatra de MSF en el Proyecto al Qanauis, en Hodeidah, Yemen
 
En la azotea de una casa de MSF, en la ciudad de al Qanauis —ubicada en la gobernación de Hodeidah, al noroeste de Yemen—, contemplo las estrellas. Todos miramos a un mismo cielo, o eso creo, pero la vida parece distinta según el lugar de observación. El país en el que me encuentro tiene un entorno natural de gran belleza, con una historia muy rica, pero la guerra lo está destruyendo. 
 
 
 
 
Hay quien puede pensar que las heridas de la guerra son traumáticas: las personas resultan heridas por las bombas, los disparos o los bombardeos. Pero mucha gente no es consciente de que la guerra también trae consigo un sinfín de miserias invisibles, además de los evidentes daños físicos. Al Qanauis y la región que la rodea son ejemplo de ello.
 
En el hospital materno-infantil de al Qanauis, apoyado por MSF, todas las semanas ingresan decenas de recién nacidos. Estos niñas y niños que luchan por su vida son víctimas de los efectos de la guerra en el país. La gobernación de Hodeidah ha sido una de las zonas de conflicto más activas de Yemen durante los seis años transcurridos desde el inicio de la guerra, pero muchos de nuestros y nuestras pacientes proceden de zonas remotas situadas en regiones desérticas, alejadas de la línea del frente. Normalmente no escuchan el sonido de los disparos, los ataques aéreos o los bombardeos, pero aun así todos los días experimentan la guerra.
 
Cuando hablo con nuestros y nuestras pacientes, me doy cuenta de que carecen de acceso a atención sanitaria, alimentos, agua, refugio seguro y educación. Muchas de estas personas mueren a causa de enfermedades que son perfectamente prevenibles y tratables si tan solo tuvieran acceso a un hospital con el personal médico y los medicamentos necesarios. Por ello, las personas más afectadas son las más vulnerables: niñas y niños, mujeres embarazadas, personas mayores y personas con enfermedades crónicas. La primera consecuencia de una guerra para un país es la sobrecarga del sistema sanitario. Un país como Yemen, con una infraestructura sanitaria ya deficiente, se ha hundido bajo este peso adicional.
 

Esperanza para sus seres queridos

En cualquier parte del mundo, las personas tratan de procurar la mejor vida para su familia. No se dan por vencidas. En Yemen también hay madres y padres que venden todo lo que tienen para poder enviar a algunos de sus hijos a otro país; lo hacen con la esperanza de que puedan llevar una vida normal, recibir asistencia sanitaria, formarse y encontrar un trabajo.
 
 
 
 
En Yemen, algo tan sencillo como ir al hospital puede convertirse en una odisea. He conocido a madres y padres que se enfrentaban a enormes dificultades simplemente al intentar acudir con sus hijos enfermos al hospital, como la madre y el padre de Latifa.
 
Latifa es una luchadora nata desde el primer día de su vida. Su madre y su familia viven en un pueblo pequeño y aislado, y no tienen acceso a los servicios de salud. Cuando empezó la guerra, muchos de los centros de salud de la zona se derrumbaron, fueron destruidos, abandonados por el personal médico o simplemente cerraron por falta de medicamentos y equipos. Cuando Fátima —la madre de Latifa— se quedó embarazada, no tenía acceso a los centros de salud cercanos. Enfermó, pero no tenía tiempo ni medios para conseguir transporte y buscar atención médica. Las contracciones empezaron un día, de repente, pero aún era demasiado pronto. Fátima estaba preocupada por su bebé. Quería ir a un centro de salud porque sabía que era demasiado pronto y que corría peligro. Pero no tuvo tiempo, y dio a luz en casa. El bebé nació muy pequeño y tenía dificultades para respirar.
 
Estaba lejos del hospital y no sobrevivió. Aún lloraba la pérdida de su hijo cuando se dio cuenta de que el parto aún no había terminado. Estaba embarazada de gemelos, pero no lo sabía porque no se había sometido a ningún control prenatal.
 
Fátima sacó fuerzas y reunió los recursos necesarios para llegar al centro de salud gratuito de atención materno-infantil más cercano —el hospital de MSF en al Qanauis—, que se encontraba a varias horas de distancia de su casa. Afortunadamente, consiguió llegar a nuestro hospital a tiempo y dio a luz a su segunda bebé: Latifa. 
 
Latifa estuvo ingresada durante dos meses, ya que pesaba poco al nacer. Pronto se convirtió en una fuente de amor y cariño para todo el equipo. Cuando llegó el día de darle el alta, me sentí muy orgullosa de ella y de nuestro trabajo, de la dedicación y el amor del equipo médico. Espero que lleve un rayo de esperanza a su familia, a su comunidad y a un país destrozado. Espero que Latifa alivie la vida de quienes la conozcan, como lo ha hecho con nosotros.
 

La falta de atención sanitaria básica puede ser mortal

Las complicaciones relacionadas con el parto prematuro son la principal causa de muerte de los recién nacidos en esta parte de Yemen. Existen múltiples y diversos factores de riesgo asociados con el bajo peso al nacer y los partos prematuros, que en muchos casos pueden prevenirse o controlarse con una buena atención prenatal. Los factores de riesgo son la edad de la madre (inferior a 17 años o superior a 35 años), los intervalos cortos entre embarazos, la desnutrición materno-fetal, los embarazos múltiples, las anomalías congénitas y los problemas de salud materna como la malaria, la preeclampsia, la eclampsia y las infecciones, entre otras. Aun así, garantizar una atención neonatal básica puede reducir significativamente la mortalidad y mejorar los resultados.
 
 
 
 
Esa noche, sentada en la azotea, me sentí satisfecha de formar parte de un equipo que contribuye a salvar vidas, pero también ocuparon mis pensamientos aquellas personas que no pueden llegar a nuestro hospital. Hay madres que gritan de dolor y recién nacidos que exhalan su último aliento, simplemente porque no han podido acceder a una atención médica primaria y básica. Ser testigo de esta realidad y reparar en cómo afecta la guerra a tantas personas vulnerables, me hace desear que en el mundo haya más sensibilización y toma de conciencia sobre lo que está ocurriendo aquí. Ojalá nuestros recursos y capacidades humanas se emplearan para salvar vidas, en lugar de arrebatarlas.
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