Los hospitales del noreste de Siria se quedan sin fondos y suministros médicos ante la segunda ola de COVID-19 en la región

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Una segunda ola de COVID-19 ha llegado al noreste de Siria. Al 26 de abril, hay más de 15,000 casos confirmados -incluyendo al menos 960 entre las y los trabajadores sanitarios- y 640 muertes.
 
Se cree que el número real de personas afectadas por el virus que causa la enfermedad de la COVID-19 es mucho mayor de lo que se reporta, ya que las personas siguen teniendo dificultades para acceder a las pruebas de diagnóstico y a la atención médica. Un año después del primer caso de coronavirus en la región, la respuesta sigue siendo frágil y hay una drástica escasez de fondos, mientras que los planes para vacunar al personal médico de primera línea y a la población siguen siendo imprecisos.   
 
El actual brote de COVID-19 se está extendiendo rápidamente por todo el noreste de Siria. En los dos hospitales de COVID-19 que MSF apoya en la región, en Hassakeh y Raqqa, los equipos médicos han visto un fuerte aumento de casos confirmados en el último mes, incluso entre los trabajadores sanitarios. Con una tasa de positividad de hasta el 47% en las pruebas de PCR, está claro que muchos casos han quedado sin identificar, lo que está directamente relacionado con la limitada capacidad de pruebas de diagnóstico de la región. 
 
"Es impactante que, después de un año de brote, la región del noreste de Siria siga luchando por encontrar los suministros esenciales para combatir la COVID-19", afirma la responsable de emergencias médicas de MSF en Siria, Crystal Van Leeuwen. "Hay una clara falta de pruebas de laboratorio, una capacidad hospitalaria inadecuada para manejar a los pacientes, no hay suficiente oxígeno para apoyar a quienes más lo necesitan y hay, además, una disponibilidad limitada de equipos de protección personal (EPP) para las y los trabajadores de la salud." 
 
El único laboratorio de la región que puede realizar pruebas de COVID-19 está en Qamishli. Actualmente sufre una escasez crítica de suministros, y dentro de dos semanas no habrá capacidad para realizar pruebas de PCR en la región a menos que lleguen más suministros. MSF ha donado materiales para realizar pruebas al laboratorio de Qamishili en cuatro ocasiones desde el inicio de la pandemia para evitar el inminente desabastecimiento y garantizar la continuidad de las pruebas de PCR. "Al no existir un mecanismo transfronterizo de la ONU para el noreste de Siria, se dificulta la llegada de suministros enviados desde organizaciones con sede en Damasco, como la OMS, y por ello la región está lamentablemente desatendida en este brote", afirma Van Leeuwen.  
 
Al menos dos centros de tratamiento de COVID-19 en Hassakeh y Raqqa han interrumpido sus actividades tras quedarse sin fondos y suministros médicos, debido a la falta de planificación de la financiación a largo plazo por parte de las organizaciones humanitarias y a los problemas en las cadenas de suministros. Mientras tanto, muchos otros hospitales sin apoyo están dando la alarma y solicitando apoyo básico pero esencial para conseguir artículos como oxígeno, antibióticos y EPP para poder hacer frente al creciente número de pacientes con COVID-19.   
 
Mientras que muchos trabajadores y trabajadoras sanitarias de primera línea de todo el mundo han recibido su primera inyección para protegerse contra la COVID-19, los planes de vacunación en el noreste de Siria se han quedado en el tintero, con promesas vagas y una planificación insuficiente. Las autoridades locales informan que sólo se les han prometido 20,000 vacunas para una zona que alberga a cinco millones de personas, y sigue sin estar claro si esas vacunas llegarán siquiera.  
 
"Con estos compromisos mínimos y la falta de una planificación clara, nos preocupa seriamente que sea poco probable que se lleven a cabo actividades significativas de vacunación contra la COVID-19 en la región a corto plazo", afirma Van Leeuwen. "La asignación de vacunas y otros suministros esenciales ha demostrado ser poco equitativa en las diferentes regiones del país, lo que demuestra que, una vez más, la respuesta de ayuda humanitaria en el noreste de Siria se ve afectada negativamente por la política regional y la falta de un mecanismo transfronterizo de la ONU".
  
Muchas personas en el noreste de Siria ya están experimentando un acceso limitado a los servicios de salud, agua y saneamiento, lo que las hace especialmente vulnerables a esta segunda ola de la pandemia. En los centros de tratamiento de COVID-19, apoyados por MSF, las tasas de mortalidad siguen aumentando a medida que los servicios de salud se ven más presionados. Dado que más del 70% de los pacientes ingresados requieren oxígeno, no ha sido posible mantener la demanda de suministros. 
 
"La respuesta a la COVID-19 en el noreste de Siria es insuficiente y las personas siguen muriendo innecesariamente por esta enfermedad", afirma Van Leeuwen. "Es esencial que haya un aumento significativo de la ayuda por parte de las organizaciones sanitarias y humanitarias, así como una flexibilidad de los donantes para que apoyen a las organizaciones durante los picos y repuntes de esta pandemia. Al no ser previsible el fin de la COVID-19 en Siria, es necesario poner en marcha el suministro de vacunas y la planificación a más largo plazo para prevenir más sufrimiento innecesario y evitar la escasez repentina y perturbadora de suministros esenciales para la prevención, las pruebas y el tratamiento de la COVID-19".  
 

Sobre el trabajo de MSF en Siria:

 
En todo el noreste de Siria, MSF participa en el grupo de trabajo humanitario de respuesta a la COVID-19, presidido por las autoridades sanitarias locales. MSF está apoyando dos centros de tratamiento hospitalario para casos de COVID-19 en Al Hassakeh y Raqqa. El soporte incluye soporte técnico y administrativo, provisión de atención médica práctica y capacitación del personal, identificación de casos y manejo clínico de personas con casos sospechosos y confirmados de COVID-19, mejora del flujo de pacientes y procesos triaje, capacitación en medidas de prevención y control de infecciones (IPC) y uso del equipo de protección personal (EPP) para garantizar la seguridad de las y los trabajadores de la salud.
 
En Raqqa también establecimos un punto central de triaje en el Hospital Nacional de Raqqa con el objetivo de identificar, evaluar, derivar y tratar a las personas de manera oportuna para mejorar los resultados de las y los pacientes y proteger el funcionamiento de los hospitales que no atienden casos de COVID-19. Hemos involucrado a hospitales públicos y privados, farmacias, líderes comunitarios, trabajadores comunitarios de salud y hemos completado una evaluación sobre los comportamientos de búsqueda de salud en un esfuerzo por tratar de mejorar el tiempo entre el inicio de los síntomas y la presentación de pacientes en las instalaciones médicas como una forma de disminuir la alta tasa de mortalidad en las instalaciones de tratamiento de COVID-19.
 
En el Centro Médico Meshlab en Raqqa, MSF ofrece suministros médicos e incentivos salariales para emergencias y estabilización, atención médica primaria y un extenso programa de tratamiento de enfermedades no transmisibles. En Kobane / Ain Al Arab implementamos, junto con una organización de salud local, vacunaciones de rutina para los Programas Ampliados de Inmunización en 12 ubicaciones. MSF ha estado proporcionando transporte de agua de emergencia en nueve barrios de Al Hassakeh cuando hay interrupciones en el suministro de agua de la estación de agua de Al-Halouk.
 
En el campo para personas refugiadas de Al Hol, gestionamos un centro de nutrición para pacientes hospitalizados, un programa de atención domiciliaria para personas con necesidades específicas que luchan por llegar a las clínicas, atención médica primaria para las mujeres, niños y niñas que viven en el Anexo Nacional del Tercer País dentro del campo; y estabilización y derivación de emergencia, durante las horas que estamos presentes; aunque las derivaciones fuera del campo siguen siendo todo un desafío. Llevamos a cabo actividades de agua y saneamiento, incluido el suministro de agua potable a varias partes del campo, la gestión de un punto central de cloración de agua utilizado por todas las organizaciones que proporcionan transporte de agua al campamento, apoyo al mantenimiento de las instalaciones de saneamiento en algunas áreas del campo y actividades de promoción de la salud e higiene.
 
En el noroeste de Siria, MSF gestiona un centro de tratamiento de COVID-19 en dos lugares, entre ellos Al Bab. Además, en Afrin, MSF gestiona un centro de tratamiento comunitario de COVID-19 (CCTC) en asociación con una organización llamada Al Ameen, para el tratamiento de pacientes con casos leves y moderados. Los casos graves se derivan a otro hospital en Afrin. El centro tiene actualmente una capacidad de 10 a 15 camas porque no hay un número elevado de casos que requieran hospitalización.
La vacunación contra la COVID-19 comenzó el 2 de mayo en el noroeste de Siria y es realizada por el Grupo de Inmunización Sirio (SIG), que ha recibido, hasta el momento, 53 800 dosis de AstraZeneca dedicadas a las y los trabajadores sociales y de salud.
 
Desde el comienzo de la pandemia de COVID-19, también hemos estado revisando los sistemas de triaje y el flujo de pacientes en los hospitales y centros de salud que apoyamos en la gobernación de Idlib para garantizar la detección rápida de posibles pacientes con COVID-19. Esta medida se toma para poner en observación a los pacientes sintomáticos hasta que llegue una ambulancia para llevarlos a un centro exclusivo para pruebas y seguimiento. También hemos creado Comités de Higiene y los hemos reforzado con personal adicional.
 
En los campos, hemos adaptado el sistema de triaje de nuestras clínicas móviles para proteger a los pacientes y al personal médico y hemos implementado medidas de distanciamiento físico durante las distribuciones de artículos de primera necesidad. También estamos difundiendo mensajes de sensibilización y promoción de la salud sobre los medios de prevención y cómo reaccionar en caso de síntomas.
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