Los países deben volver a comprometerse con el VIH, la tuberculosis y la malaria o arriesgarse a que el progreso se pierda

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Una enfermera de MSF atiende a un niño con malaria, ante la mirada de su madre, en la unidad pediátrica del hospital Magaria de MSF en Magaria, Níger.
Una enfermera de MSF atiende a un niño con malaria, ante la mirada de su madre, en la unidad pediátrica del hospital Magaria de MSF. Magaria, Níger, agosto de 2021. © Mario Fawaz/MSF

Se ha detenido la lucha mundial contra las tres principales enfermedades infecciosas mortales: el VIH/SIDA , la tuberculosis (TB) y la malaria. 

En los últimos años, los equipos de Médicos Sin Fronteras (MSF) de todo el mundo han visto señales preocupantes de un retroceso en el progreso contra estas tres enfermedades, que además se agravó por la pandemia de COVID-19 y las dificultades económicas.

Si los países donantes quieren ayudar a vencer estas enfermedades mortales, deberán demostrar su compromiso incrementando sus promesas en la próxima ronda de reposición del Fondo Mundial para la Lucha contra el SIDA, la Tuberculosis y la Malaria (Fondo Mundial).

Los 18,000 millones de dólares estadounidenses solicitados por el Fondo Mundial son el mínimo indispensable de lo que se necesita. De hecho, esta cantidad dejaría un déficit financiero sin fondos más amplia que antes, en lugar de proporcionar los medios para volver a poner en marcha la lucha contra estas enfermedades. Cualquier monto inferior a los $18 mil millones de dólares conllevará serios problemas para millones de personas que viven y mueren a causa de estas tres enfermedades.

Nuestros equipos en Médicos Sin Fronteras son testigos de las consecuencias del déficit de financiación para nuestros y nuestras pacientes. Hoy presentamos un documento informativo que contiene ejemplos de siete países: República Centroafricana, República Democrática del Congo, Guinea, Mozambique, Myanmar, Sudán del Sur y Uganda (en la página 6 se puede ver una descripción de la situación de cada país).

Cerrando las brechas: Las pandemias olvidadas de VIH, Tuberculosis y Malaria

La gravedad de la situación actual no debería sorprendernos. En 2019, Médicos Sin Fronteras publicamos un informe en el que advertíamos que la respuesta al VIH y la TB se había estancado, en gran parte porque el mundo era demasiado optimista sobre qué parte del financiamiento de los programas para combatir las enfermedades podría ser asumida por los países de ingresos bajos y medios.

Una nueva evaluación realizada por nuestros equipos en 2022 muestra cómo la pandemia de COVID-19 y las crisis económicas y sociales concurrentes han exacerbado los problemas existentes relacionados con el VIH, la tuberculosis y la malaria. Y las consecuencias para las personas que viven con las tres enfermedades son dramáticas.

La lucha contra la tuberculosis, el VIH y la malaria está retrocediendo

Los nuevos contagios y las muertes por tuberculosis muestran claramente que se han revertido los avances logrados en años anteriores.  Actualmente mueren 1,3 millones de personas por la tuberculosis, la misma cantidad de personas que morían en 2017. Y se estima que 10 millones de personas se infectan con la enfermedad cada año. 

Además, menos personas con formas resistentes a los medicamentos de la enfermedad están recibiendo tratamiento ahora en comparación con las cifras de 2019-2020, con una caída del 19 % para la TB multirresistente, una caída del 37 % para la TB extremadamente resistente a los medicamentos y una caída del 16 % para las personas coinfectadas con VIH y tuberculosis.

En lugar de cumplir el objetivo de 2020 de reducir el número de nuevas infecciones de TB en todo el mundo en un 20 % en comparación con las cifras de 2015; varios países, como Guinea, Sudán del Sur y Mozambique, han visto aumentos en el número de infecciones. Tampoco se ha alcanzado el objetivo de 2020 de reducir las muertes por TB en el mundo.

Una enfermera de MSF atiende a una paciente con VIH en República Centroafricana.
La enfermera de MSF, Josiane Wonzou, brinda tratamiento a Edith, que vive con el VIH, en el Centre Hospitalier Universitaire Communautaire (CHUC), donde MSF dirige la unidad avanzada de VIH. Bangui, República Centroafricana, noviembre de 2020.
ADRIENNE SURPRENANT/ARTÍCULO DE COLECCIÓN

 

Es una situación similar con el VIH: el número de personas que se hacen la prueba para diagnosticar la enfermedad se ha reducido en un 22 %, mientras que los servicios de prevención se han reducido en un 11 % entre 2019 y 2020. Alrededor de 9,5 millones de personas que viven con el VIH aún no reciben tratamiento, mientras que cerca de un tercio de quienes buscan comenzar el tratamiento ya muestran signos de enfermedad avanzada por VIH, lo que les coloca en alto riesgo de muerte inminente.

Durante la pandemia de COVID-19, un gran número de personas que vivían con VIH interrumpieron su tratamiento; y necesitan reiniciarlo urgentemente si quieren evitar el deslizamiento hacia el SIDA y una muerte prematura.

El número de personas que enferman de malaria ha retrocedido a los niveles de 2015 (59 por cada 1,000 personas en riesgo). La cantidad de personas que mueren de malaria aumentó un 12 % con respecto a las cifras de 2019; con 627,000 muertes.

Los equipos de MSF ven la realidad de los recortes sobre el terreno

Una consecuencia obvia que ven nuestros equipos es la pérdida de todos esos logros obtenidos en años anteriores. Estamos peor en varios frentes en comparación con la situación hace unos años. Primero hay que recuperar el terreno perdido antes de volver a empezar.

A medida que los países se enfrentan a una financiación insuficiente para sus programas médicos, tienen que recortar de sus planes las intervenciones eficaces. Los programas de VIH para mujeres embarazadas y sus bebés por nacer suelen ser una de las primeras víctimas de tales recortes, al igual que los programas dirigidos a grupos vulnerables como hombres que tienen sexo con hombres, personas trabajadoras del sexo y quienes consumen drogas.

Otro efecto del déficit de financiación es una calidad de atención deficiente, que es contraproducente y potencialmente muy peligrosa para las personas con VIH, tuberculosis o malaria. Elementos esenciales quedan fuera del paquete de atención estándar, como las pruebas para determinar el nivel de virus en la sangre, los medicamentos para tratar a personas con infecciones oportunistas y complicaciones relacionadas con el SIDA, y la atención adaptada a casos pediátricos de TB.

Una paciente con tuberculosis multirresistente, muestra la cantidad de medicamentos que necesita cada día para combatir la tuberculosis.
Anna, que vive con tuberculosis multirresistente, muestra la gran cantidad de medicamentos que necesita tomar diariamente para combatir la enfermedad. Arkhangelsk, Rusia, febrero de 2022.
© ALEXANDRA SADOKOVA/MSF

 

Menos apoyo para pacientes y programas comunitarios

También hay menos apoyo a los programas de salud comunitarios, aunque han demostrado ser muy eficaces. Cuando el dinero escasea, se retrasa la implementación de enfoques innovadores y la oferta de los tratamientos más recientes, a pesar de que estos son muy necesarios y han demostrado su valor en el pasado.

En última instancia, son las y los pacientes quienes soportan la peor parte de las brechas de financiación. Las personas pueden verse obligadas a recurrir a mecanismos de sobrevivencia perjudiciales, como pedir dinero prestado a tasas de interés muy elevadas, empeñar sus activos o restar importancia a otros gastos domésticos necesarios. Esto, a su vez, aumenta su vulnerabilidad y les empuja aún más a la pobreza.

Los países deben cerrar la (enorme) brecha

Se estima que para el periodo 2024-26 se necesitan $130 mil millones de dólares para combatir el VIH, la tuberculosis y la malaria. Con el Fondo Mundial aportando el 14 % de ese presupuesto (suponiendo que se recauden 18,000 millones de dólares) y otros fondos externos aportando otro 19 %, la financiación nacional debería representar el 45 %. Esto deja una enorme brecha del 22%.

Pero actualmente parece muy poco probable que se movilice suficiente financiación nacional para cubrir el 45 % de los 130,000 millones de dólares. Con expectativas demasiado optimistas para el financiamiento interno, podemos esperar una brecha real que sea mucho mayor que el 22 % pronosticado.

La pregunta clave es si la conferencia de reposición del Fondo Mundial del 18 y 19 de septiembre tendrá éxito en la movilización de los fondos necesarios y si los países aumentarán sus compromisos en al menos un 30 % con respecto a los compromisos anteriores. Estados Unidos y Japón ya han hecho algunos compromisos firmes, pero otros países nos mantienen en suspenso sobre si se comprometerán, cuándo lo harán y por qué cantidad.

Un déficit de donantes europeos, en particular, tendría un efecto doblemente negativo, ya que reduciría proporcionalmente el compromiso de Estados Unidos, que está limitado a un máximo de un tercio del monto total.

Es importante recordar que los $18 mil millones solicitados por la reposición del Fondo Mundial son un mínimo absoluto y deberán complementarse con otros fondos internacionales. A nivel de país, se deberá dar prioridad a cubrir las carencias existentes y futuras.

Muchos donantes internacionales se han retirado de la financiación bilateral de programas contra el VIH, la tuberculosis y la malaria; para complementar las contribuciones de los países al Fondo Mundial, los donantes deben volver a comprometerse o correrán el riesgo de ver cómo se deshacen todos los avances logrados.

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