Luchar contra la desnutrición en Pakistán es “algo que toca el alma”

MSF responde a la emergencia tras un año de las inundaciones en Pakistán
Personal médico de la clínica móvil de MSF examina a niñas y niños para detectar desnutrición. En las zonas afectadas por las inundaciones, MSF ofrece consultas prenatales y posnatales. Febrero 2023. © MSF/Flavia Pergola

El año pasado, una serie de abrasadoras olas de calor rompieron récords en todo el sur de Asia, con temperaturas que superaron los 50°C en marzo y abril. El monzón inusualmente violento que siguió provocó inundaciones que mataron a más de 1,700 personas en Pakistán y devastaron comunidades enteras.

Después de los trágicos fenómenos meteorológicos, atribuidos al cambio climático, en Médicos Sin Fronteras (MSF) pusimos en marcha un programa comunitario contra la desnutrición en una parte remota del distrito de Dadu. Admitimos a 1,236 niñas y niños menores de dos años y 224 mujeres embarazadas y madres lactantes para que recibieran atención.

MSF responde a la emergencia tras un año de las inundaciones en Pakistán
Campos inundados en Dadu, Pakistán. Febrero de 2023. © Flavia Pergola

 

“Solía escuchar del hambre en el mundo en la televisión y en los periódicos, pero nunca llegué a sentirla en el alma, dice Vardah Ahmed, psicóloga de MSF. Esta joven de 26 años proviene de la bulliciosa megaciudad de Karachi, cuatro horas al sur y, en muchos aspectos, a mundos de distancia de la zona rural de Dadu. Allí, la pobreza es rampante y el salario promedio es el más bajo del país. 

“El hambre viene acompañada de enfermedades, de problemas de relación en la familia. No se trata sólo de comer. Es mucho más emocional, es algo profundo en el alma”, agrega.

El distrito de Dadu no es ajeno a las inundaciones, ya sean provocadas por lluvias monzónicas, el deshielo de los glaciares, el desbordamiento del río Indo o una combinación de todos los factores anteriores. Pero durante cinco meses del año pasado, entre junio y octubre, gran parte de la región estuvo completamente aislada del resto del mundo. 

Se perdieron no una, sino dos cosechas. En una zona rural donde la mayoría de las personas no posee tierras, sino que alquila sus brazos y mano de obra para sobrevivir, no tener cosecha significa que no hay ingresos para comprar alimentos nutritivos. Y la gran inflación agravó aún más la situación.

Antes de las inundaciones, desde Médicos Sin Fronteras gestionamos un programa en Dadu para ayudar a las autoridades locales a tratar la leishmaniasis cutánea, una enfermedad desatendida. Una vez que se produjeron las inundaciones, las actividades se adaptaron de forma natural para dar una respuesta de emergencia.

Para diciembre, dos meses después de que bajaran los niveles de agua, el equipo médico notó un aumento de los casos de malaria. Y, por otro lado, las tasas de desnutrición aguda severa entre las niñas y niños se triplicaron entre septiembre de 2022 y febrero de 2023. 

El equipo de promoción de la salud de MSF lleva a cabo una sesión de educación sanitaria para mujeres en una aldea rural de la provincia de Dadu. © MSF/Pérgola Flavia

 

Por lo tanto, el equipo cambió el rumbo de las actividades y diseñó un programa para tratar a cualquier persona enferma de malaria. Pero también pensaron en actividades de nutrición dirigidas a niñas y niños menores de cinco años, mujeres embarazadas y madres lactantes.

“Una vez, un hombre nos trajo a su hija con desnutrición”, recuerda Vardah. “Tenía anemia, estaba al borde de la muerte. Convencimos al padre de que necesitaba ser hospitalizada. Pero los mayores de su casa se negaron, argumentando que no tenían dinero para pagar la comida y el alojamiento en la ciudad de un adulto que acompañara a la niña mientras estaba hospitalizada. Así que no fueron, y no sé qué pasó con la niña. Fue un día duro. Lloré mucho ese día”, cuenta Verdah.

El año pasado, en todo el mundo, en MSF atendimos a 127,401 niñas y niños con desnutrición grave en centros de alimentación para pacientes hospitalizados (ITFC).  Pero en Pakistán, los ITFC estaban gestionados por el Ministerio de Salud, por lo que nos enfocamos en la atención ambulatoria.

Cada mañana, los equipos subían a los vehículos de MSF, y conducían un par de horas bajo un calor abrasador hasta llegar a la ubicación de uno de los diez centros terapéuticos ambulatorios de MSF. 

Normalmente se instalaban en un puesto de salud local, aunque a menudo eran poco más que cuatro paredes y un techo. Allí, las y los pacientes podían recibir apoyo nutricional junto con consejos sobre promoción de la salud y ayuda psicológica.

“Después de los intercambios con las autoridades sanitarias locales y en estrecha colaboración con ellas, decidimos centrarnos en zonas de difícil acceso donde no había nadie más. En particular buscamos de forma proactiva pacientes con desnutrición grave en las zonas más remotas y desfavorecidas del distrito”, explica Rinako Uenishi, coordinadora de proyectos de MSF en Dadu.

Aunque las actividades se desarrollaron lo más cerca posible de los pacientes, la población está tan dispersa en este enorme distrito que, aún así, algunos de los pacientes vivían a 15 o 20 kilómetros del ATFC más cercano. En una región sin transporte público, fuera de los escasos mototaxis, los pacientes tenían que caminar el equivalente a un maratón de ida y vuelta sólo para tener acceso al alimento terapéutico.

“Obviamente no es sostenible para las personas vulnerables y no queríamos añadirles otra carga más. Así, los pacientes que viven en las zonas más remotas recibieron suplementos para dos semanas”, afirma Rinako.

“Cuando comencé a asesorar, a veces mis ojos se llenaban de lágrimas”, dice Anis Bibi, responsable del equipo de promoción de la salud de MSF. Es originaria de la ciudad de Hyderabad. “No podemos simplemente decirle a la gente que incluya carne, pescado y ese tipo de cosas costosas en su alimentación. Saben lo que es bueno, pero no pueden permitírselo. Una vez, una mujer nos escuchaba pacientemente dándole consejos sobre qué alimentos nutritivos comer. Y al final ella simplemente dijo: ‘No tengo ni para comer’. Eso fue muy duro”, asevera Anis.

Tres cuartas partes de las niñas y niños admitidos en los programas de alimentación ambulatoria tenían menos de dos años. Esto es un signo de desnutrición materna durante todo el embarazo y prácticas de alimentación inadecuadas como la lactancia materna ineficaz o inexistente. Por esta razón, apoyar a las madres lactantes (273 gestantes y lactantes fueron admitidas en el programa) es una forma de asegurar que, a través de la leche materna, los más pequeños reciban la nutrición que necesitan.

“Las madres que trabajan en el campo no pueden amamantar a sus hijos e hijas. Es una amarga verdad. Porque ninguna madre llevará a su hijo o hija al campo a una temperatura de 50 grados. Entonces les dan biberones con agua y un poco de azúcar a algún familiar para dar al bebé durante el día”, explica Anis.

El suministro de alimentos terapéuticos, aunque es el componente principal de las actividades, no es una tarea sencilla. La promoción de la salud y los servicios psicológicos son parte integral del enfoque médico de MSF. Sin ello, afirma Anis, el programa corre el riesgo de fracasar. “Al principio del programa de nutrición estábamos alarmados porque la proporción de pacientes curados seguía siendo muy pequeña”, recuerda.

“Pronto descubrimos que algunas personas pensaban que la comida terapéutica que distribuíamos era como un caramelo que cualquiera podía disfrutar. Así que organizamos un pequeño grupo de comités de voluntarios de salud en las aldeas para explicar una y otra vez que se trata de un medicamento sólo para niñas y niños con desnutrición grave. El impacto de esos comités de voluntarios de salud fue muy fructífero y la tasa de curación de nuestro programa aumentó”, concluye.

La psicóloga Vardah recuerda una historia que la conmovió especialmente

MSF responde a la emergencia tras un año de las inundaciones en Pakistán
Vardah Ahmed, psicóloga en el proyecto de MSF en Dadu. © MSF

 

“Una mujer nos comentaba que su esposo no le dejaba darle el alimento terapéutico al niño con desnutrición. Se los daba a sus otros hijos sanos, de su primera esposa, que había fallecido. A través de terapia de pareja, le hicimos ver al hombre lo importante que era también la salud mental de su esposa. Porque si ella no es feliz, si no está en buen estado de ánimo, no podrá cuidar de su casa. Tres semanas después de esta sesión volví a ver a la madre. Se estaba cuidando, su hijo caminaba mejor y su peso también había aumentado. Y esa es una de las historias de éxito que tengo sobre salud mental”.

Si bien las actividades disminuyen con el descenso de los casos de desnutrición aguda grave, la experiencia permanece en Vardah. 

“Me siento muy entumecida cuando salgo del campo. He estado viviendo en una especie de lujo, hasta ahora, y ver a esas personas me hace sentir muy culpable porque no puedo hacer mucho por ellas. También es frustrante. Entonces, para poder sobrellevarlo, hago una lista de las cosas que están bajo mi control y de las que no están, e intento estar en paz con las cosas que no están bajo mi control. No puedo cambiar sus circunstancias; no puedo cambiar su pobreza. Utilizo técnicas de manejo del estrés, como respirar profundo o hacer alguna rutina de autocuidado, hablar con colegas. Así es como afronto esos problemas”, explica.

La desnutrición sigue siendo un problema de salud pública en el distrito de Dadu y afecta principalmente a las madres y sus hijas e hijos. La desnutrición materna e infantil están interrelacionadas y se deben a múltiples factores como la falta de disponibilidad o acceso a servicios de salud adecuados (atención prenatal y posnatal, vacunación, saneamiento básico, salud mental…). 

Estos problemas se magnifican para las personas más vulnerables durante los fenómenos meteorológicos extremos.

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