“Me indigna y entristece ver el impacto que tiene el conflicto sobre la vida de las personas”

Vaccination in Mingala

Ruth Priestley, enfermera de quirófano australiana, acaba de pasar nueve semanas trabajando en Siria con Médicos Sin Fronteras. En esta entrevista nos habla de algunos pacientes que le causaron un gran impacto y sobre cómo cambió la situación durante su estancia.

Ruth Priestley, enfermera de quirófano australiana, acaba de pasar nueve semanas trabajando en Siria con Médicos Sin Fronteras. En esta entrevista nos habla de algunos pacientes que le causaron un gran impacto y sobre cómo cambió la situación durante su estancia.

¿Qué clase de heridas viste?

Nuestros pacientes eran predominantemente heridos de guerra con lesiones por impacto de bala y por explosión de bombas. Practicamos muchas intervenciones traumatológicas y laparotomías [exploraciones abdominales], con órganos dañados que requerían cirugía mayor. Había pacientes con 13 agujeros o más en el intestino, otros con heridas en la vejiga o el bazo partido en dos.

Un hombre al que operamos tenía por lo menos 20 heridas por explosiones de bomba e impactos de bala y de metralla. Empezaban en los pies, seguían por las piernas y el torso y acababan en su fosa nasal derecha y la parte izquierda de la frente. Pero logró sobrevivir porque no había heridas internas de consideración. Tenía importantes daños en las manos, pero fue asombroso lo afortunado que había sido y un alivio no haber tenido que amputarle los brazos.

¿Hubo algún otro paciente que te causará un impacto especial?

Una de las primeras nueve personas de las 29 que operamos. Se trataba de un joven al que tuvimos que amputarle una pierna desde la cadera a causa de sus heridas. Lo operamos varias veces y, cuando finalmente pudimos cerrarle la herida, le dimos el alta. Después nos venía a ver con muletas acompañado de su hermano, ambos con grandes sonrisas en la cara, felices de volver a ver a todo el equipo médico. Nos encantaba ver cómo se iba recuperando. Semanas más tarde, recibimos la triste noticia de que este joven había muerto víctima de una explosión de bomba en Aleppo. Nos quedamos desolados.

Un día llegaron unos siete niños a la vez, tras la explosión de una bomba en el bazar de la ciudad de al lado. Entre ellos, había una niña de 9 años con un intestino eviscerado y heridas en ambas piernas. La sometimos a una operación intestinal y tuvimos que amputarle una de las piernas. Hubo que programar varias visitas a quirófano para curas y cierre de heridas, en función de la cantidad de anestesia que su pequeño organismo podía tolerar. En esa misma explosión murieron dos de sus hermanos y cuatro de sus primos.

¿Qué es lo más difícil de afrontar emocionalmente una situación así?

Cuando te enfrentas a heridas muy graves puede ser muy difícil, pero, como todos los profesionales médicos, sigues adelante porque lo importante es atender a los pacientes y no cómo tú reacciones. Siempre soy consciente de mi situación… yo puedo marcharme, ellos no. Pero me indigna y entristece ver el impacto del conflicto sobre la vida de la gente. Cuando bombardearon el bazar, estaban bombardeando a civiles y eso es inaceptable. Todo el día estás viendo la realidad de la vida durante una guerra y los daños que causa… tantas personas heridas y lisiadas de por vida.

¿Cómo cambió la situación durante tu estancia allí?

Cuando llegué a Siria, estábamos muy ocupados. Trabajábamos sin parar día y noche, sin saber si eran las tres de la tarde o de la madrugada. Tenía que anotar la fecha y la hora en la pizarra para saber en qué día vivía. Al final de las primeras tres semanas y media, era como si hubiera estado en una lavadora, dando vueltas y vueltas, y de repente hubiera sido lanzada al exterior sin apenas tiempo para tomar aliento. Después las cosas empezaron a calmarse un poco.

Otro cambio fue que aumentó la población de la aldea en la que estábamos, con personas que llegaban procedentes de las zonas de conflicto. La mayoría de hogares, si no todos, acogieron a varias familias y otras muchas acamparon en una de las escuelas. Otras permanecieron a la intemperie bajo los olivos en la frontera, esperando a que se les permitiera salir como refugiados. Debido a este cambio, empezamos a recibir pacientes con necesidades de salud primaria, como enfermedades crónicas y casos de diarrea. Hacíamos un seguimiento constante de las necesidades para ir adaptando nuestra atención médica.

Durante el tiempo que pasé en Siria, seguimos recibiendo pacientes con heridas de guerra severas y debilitantes que requerían cirugía de urgencia. Una vez se instalaron hospitales de campaña locales, algunos pacientes que llegaban ya habían recibido atención quirúrgica de calidad y entonces nosotros nos encargábamos de hacer curas y dispensar asistencia general.

¿De dónde procedían los pacientes?

A veces llegaban de lugares lejanos, de Aleppo o de otras ciudades, tras haber hecho trayectos de hasta cinco horas. Cuanto más tiempo pasa entre que se produce la herida y se recibe asistencia, peor.

¿Fuiste testigo de algún incidente de seguridad?

Hubo momentos en los que estuvimos en alerta, preparados para evacuar al equipo y los pacientes más graves. El cirujano tenía que calcular con qué rapidez podíamos practicar ciertas operaciones para saber si podríamos terminar antes de evacuar. Eran decisiones muy difíciles de tomar.

MSF abrió un hospital de urgencias quirúrgicas en Siria a mediados de junio, en colaboración con la Unión Siria de Organizaciones de Ayuda Médica. A finales de septiembre, el equipo de la organización había tratado a más de 1,100 pacientes y practicado más de 260 intervenciones quirúrgicas.

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