Médicos refugiados

Tres médicos sirios, que trabajan para MSF, relatan su odisea como refugiados, cómo, en principio, dieron atención médica a los sirios en su país devastado por la guerra, mientras que ahora se dedican a atender a los refugiados sirios en Irak.

Tres médicos sirios, que trabajan para MSF, relatan su odisea como refugiados, cómo, en principio, dieron atención médica a los sirios en su país devastado por la guerra, mientras que ahora se dedican a atender a los refugiados sirios en Irak.

En el campo de refugiados de Kawargosk al norte de Irak, el doctor Mohammed Selim toma un poco de tiempo de su ocupada agenda de consultas para explicar cómo llegó a donde está ahora. Los refugiados, en su mayoría mujeres con sus hijos, esperan afuera de la sala de consultas para ver a un médico que entiende muy bien su situación. Mohamed – quien fue testigo directo del ataque a las estructuras y al personal médico, permaneció en su natal Siria para atender a los heridos hasta que consideró que era «demasiado peligroso» – fue obligado a hacer el mismo periplo que los pacientes que él atiende hoy. Ahora, es refugiado y da atención médica a sus compatriotas también refugiados.

Mohammed no es un caso único. En los dispensarios que Médicos Sin Fronteras (MSF) ha abierto en los campos de Kawargosk y Darashakran al norte de Irak, la asociación convoca al personal calificado que ha cruzado la frontera Siria y se refugia en Irak. Nueve médicos sirios y quince enfermeras trabajan en los dos campos.

MSF y los pacientes que toma a su cargo se benefician con el trabajo de estos médicos en Irak y en varios otros países. A lo largo de su historia, la asociación se ha beneficiado con el esfuerzo del personal calificado, determinado a continuar su trabajo, incluso después de haber huido de su país.

Para conmemorar la jornada mundial de los refugiados, celebrada el 20 de junio, les presentamos la historia de tres refugiados sirios que trabajan con nosotros en Irak, lo que ellos aportan y lo que tuvieron que sacrificar. Se trata de médicos que no huyeron de inmediato de los combates, al contrario se esforzaron por continuar su deber de médicos en Siria hasta que ya no fue posible hacerlo, y hoy siguen ayudando eficazmente a sus compatriotas refugiados. Aunque hayan tenido que huir y dejar atrás una buena parte de su vida y de sus bienes, no abandonaron su misión médica.

Más de 225,000 refugiados sirios se encuentran en Irak, la gran mayoría de ellos en la región autónoma del Kurdistan. En la provincia de Erbil que acoge alrededor de 90,000 de estos refugiados, MSF inició proyectos en el campo de Kawargosk en septiembre de 2013 y en el campo de Darashakran en marzo de 2014 para dispensar atención médica primaria y de salud mental. Hasta ahora, se han proporcionado más de 50,000 consultas médicas. MSF también está presente en la provincia de Dohouk que acoge a más de 100,000 refugiados y dispensa atención médica primaria, de salud mental y de salud reproductiva en el campo de Domiz donde hasta ahora se han dado más de 200,000 consultas. Así las cosas, las necesidades aumentan en la región con la llegada al Kurdistán de personas desplazadas provenientes de otras regiones de Irak a raíz de los violentos combates que se suscitaron recientemente. MSF tiene equipos móviles que dispensan atención médica a las personas desplazadas y continúa con sus misiones exploratorias para evaluar que otra ayuda aportar a estas poblaciones desplazadas.

Mohammed es cirujano general
Desde el 2006, trabaja en el distrito de Al-Safirah en la región de Alepo, en las mañanas en un hospital público y en las tardes en su clínica privada.

«Antes del 2011, la vida era bella, el trabajo iba bien. Yo trabajaba muy duro y una vez terminada la jornada, me encantaba ir a ver a mis amigos por todo Alepo.»
Pero cuando el conflicto estalló en la región de Alepo, Mohamed se encontró en su clínica en medio de la batalla «Mi clínica estaba cerca de tres puntos estratégicos de los que querían apoderarse varios grupos. Estuve bloqueado durante ocho meses, sin poder salir de mi clínica ni hacia Alepo ni hacia ningún otro lugar. Había francotiradores por todos lados.
Cuando Al-Safirah fue bombardeado con barriles de explosivos, había cuerpos desmembrados y sangre por todas partes en las calles. Yo trabajaba hasta tarde en la noche. Hombres y mujeres y niños en carriolas llegaban hasta mi clínica, algunos ya no tenían piernas, ojos o brazos. Nuestro equipo quirúrgico era muy básico, no podíamos aplicar anestesia general. Estábamos sólo tres médicos, dos pediatras y yo, pero la gente del vecindario nos ayudó muchísimo.»
Por los incesantes combates todos los días, hubo un éxodo de la población de Al-Safirah. Mohammed logró salvar la vida, huyendo bajo el fuego cruzado. «Huimos cuando caían las bombas. Ese día mi clínica fue destruida.
Me refugié a 12 km de la ciudad y monté un pequeño hospital rural. Aunque teníamos una buena reserva de medicamentos y de material médico, yo era el único médico. No había enfermeras, sólo algunas jóvenes entre los vecinos que nos ayudaban. Trabajamos duro, pero había combates y secuestros, y barriles de explosivos que caían del cielo. Estábamos entre fuego cruzado.
Me prometí continuar trabajando y permanecer ahí hasta el fin. No tenía miedo de los aviones, pero yo era el único kurdo en la región y los kurdos eran perseguidos.»
Mohammed decidió partir en enero de 2014 cuando el riesgo de secuestro se volvió demasiado grande. De nuevo partió justo a tiempo. «Al día siguiente que me fui, el hospital rural fue bombardeado, le aventaron unos barriles de explosivos. Todo fue destruido. Los medicamentos que ahí había habrían podido servir a todo un hospital. ».
Recuerda que tuvo que hacer un largo y peligroso viaje atravesando las regiones de d’Ar-Raqqah y d’Al-Hassakah, pasando numerosos retenes en el camino donde él debía disimular su identidad hasta que llegó a la ciudad de Quamishli. Ahí intentó tres veces cruzar la frontera, pero estaba cerrada. Tuvo que caminar durante 11 horas por las montañas y valles para ir de Quamishli a otro lugar cerca de la frontera desde donde por fin pudo salir de Siria.
Una vez instalado en el campo de refugiados de Darashakran, Mohammed se esforzó por continuar su práctica médica. Trabajó dos semanas como pintor en el campo. Luego, un día, mientras caminaba en el campo muy deprimido, las cosas cambiaron para él. «Ya había perdido la esperanza, pensaba en mi próximo trabajo de pintura cuando me encontré de pura casualidad en el campo de los expatriados MSF. Ellos me dijeron que abrirían un dispensario en el campo de Kawargosk y que debía presentarme. Yo había oído hablar antes de MSF y soñaba con trabajar con ellos.»
Después de pasar un examen escrito y una entrevista, Mohammed comenzó a trabajar como médico general para MSF en el campo de Kawargosk. «El trabajo es interesante, dice. Estoy muy contento de trabajar en mi área de competencia y de consagrarle toda mi energía. Las personas aquí están contentas con los servicios que ofrecemos, sobre todo porque yo hablo el mismo idioma y el mismo dialecto que ellos. Conozco los sufrimientos por los que han pasado y su manera de pensar. A veces el único tratamiento que ellos necesitan son palabras y no medicamentos. »
Mohammed vive todavía en el campo de Darashakran, él recorre todos los días el trayecto hasta el campo de Kawargosk a diez kilómetros de ahí. Aunque tuvo que huir en dos ocasiones para salvar su vida y continúa trabajando dando atención médica a sus compatriotas refugiados, Mohammed tiene en su conciencia algo que lo corroe. « Hasta ahora, tengo un sentimiento de culpa por haberme ido de Siria. Trabajar aquí con MSF me consuela un poco pero a veces pienso que habría sido mejor servir a mi pueblo y permanecer ahí incluso a costa de mi propia vida. Quizá así habría cumplido mejor con mi deber.
Deseo que la situación se arregle tan pronto como sea posible y que las personas puedan regresar a sus hogares.»

Dr. Hamza Issa, 56 años, Campo de Darashakran
Hamza es un médico general que viene de Quamishli al norte de Irak. En el 2012, él trabajaba en la región de Al-Hassakah en un centro de salud que un grupo armado atacó y saqueó. Este grupo le dijo que ya no podía ejercer más como médico.

Decidido a seguir trabajando, Hamza se fue a la ciudad de Al-Quataniyah donde retomó su trabajo en un dispensario pero la situación no mejoró.

«Muchos médicos habían huido para ponerse a salvo. Yo era uno de los dos únicos médicos que permanecían en la ciudad y la presión se volvía cada vez más fuerte sobre nosotros mientras nos esforzábamos por ayudar a un gran número de heridos. »

El personal médico de la región era constantemente amenazado y cuando alguien le avisó a Hamza que su nombre estaba en una lista de personas buscadas, él decidió partir, « después de haber intentado permanecer hasta el último aliento», dice.
Hamza salió de Siria el 31 de diciembre de 2013 y llegó a Irak en 2014. Él había escuchado hablar de MSF y se puso en contacto con nosotros a través de internet. Trabaja con MSF desde la apertura del proyecto en el campo de refugiados de Darashakran.

«Como médicos kurdos sirios, nos es más fácil comunicarnos con los pacientes. Lo más importante para nosotros es proporcionar atención médica de calidad, de refugiado sirio a refugiado sirio.»

Dra. Media Rashid, 28 años, Campo de Darashakran
Graduada al término de su carrera en la universidad de Damas en 2009, Media estaba en su cuarto año de especialización en hematología cuando tuvo que parar todo y salir de Siria.

La familia de Media ya había huido de Damas, ella permaneció porque quería terminar sus estudios. Pero su familia la convenció de que su vida y su seguridad estarían en riesgo si ella se quedaba. Así que partió hacia Erbil en Irak, en junio de 2013.

Después de buscar trabajo durante seis meses. Media comenzó a trabajar para MSF como médico general, primero en el campo de Kawargosk y luego en el de Darashakran donde atiende alrededor de 50 pacientes al día.

«Como médico sirio trabajando en un campo de refugiados sirios, mi relación con los pacientes no se limita a ser médico. Algunos pacientes sólo quieren hablar. Yo los escucho hablar de su sufrimiento y siento su dolor, en particular de aquellos que huyeron del conflicto en la región de Damas y de Alepo. Una de las historias que más me conmovió es la de una mujer siria que había perdido a su marido durante los violentos bombardeos en Alepo y no había podido decirle adiós ni enterrarlo antes de emprender la huida.

Antes de que estallara el conflicto en 2011, yo ya había oído hablar mucho de MSF. Recuerdo que cuando estaba estudiando la carrera, mis amigos y yo soñábamos con trabajar para MSF después de la universidad y ver mundo. ¡Pero jamás, ni por un instante, imaginé que trabajaría con MSF para atender a refugiados sirios!

A menudo me siento culpable de haber dejado mi país porque nosotros los médicos, nos hemos comprometido a no partir en tiempos de guerra, pero la situación de la seguridad no nos dejó otra alternativa. El día que termine la guerra, regresaré a Siria. »

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