México: Después de la tortura, reconstruir cuerpo y mente

Un paciente de MSF en el CAI.
Alejandro, paciente del CAI de MSF en Ciudad de México. © Jordi Ruiz Cirera

En Julio de 2017, Médicos Sin Fronteras (MSF) inauguró el Centro de Atención Integral (CAI), en Ciudad de México para ofrecer atención médica especializada y salud mental a personas que han sufrido tortura o violencia extrema.

Muchos de estos pacientes son personas migrantes y refugiadas que son referidas al centro desde otros proyectos de MSF en México, desde ACNUR u otras organizaciones no gubernamentales. En esta entrevista, Néstor Rubiano, psicólogo con especialización en Familia, y coordinador del CAI, habla sobre la historia del programa y sobre cómo MSF puede ayudar a sanar, física y mentalmente a una persona víctima de tortura o violencia extrema.

 

¿Por qué es importante que haya un servicio como el CAI en la Ciudad de México?

Desde el 2011 Médicos Sin Fronteras comenzó a hacer trabajo con la población migrante y a partir de entonces vimos una evolución hacia una violencia que no se había visto antes. Es una violencia con sevicia, con crueldad. Y no es sólo que persiguen a migrantes y refugiados, sino que utilizan, digamos, métodos macabros para infligir daño. Muchísimo daño, ¿Por qué es importante que exista el CAI? Porque si no existiera, esta gente realmente no tendría acceso a este tipo de servicio médico integral. Los pacientes del CAI han sufrido muchísimo en la vida, que viene sufriendo algunas veces desde niño en país de origen, y luego en la ruta termina encontrándose con escenarios sumamente macabros, violentos, de crueldad.

Usted ha trabajado en muchos contextos diferentes del mundo. Si compara lo que ha visto en el CAI con otros proyectos, ¿cuáles son las diferencias?

En un contexto de guerra “clásico”, lo más visible y directo es la gente a la que han disparado, los bombazos, la destrucción o los que tienen que huir, desplazados. Esa es una violencia. Pero luego, lo que vemos aquí es una violencia más soterrada, pero estructural y organizada, en la cual se toma a una persona y por ejemplo se le empieza a cortar los dedos de la mano y se le deja atada durante días en los que no se les da de comer. Pueden incluso traer a un familiar del torturado para ser también torturado en su presencia, para amedrentar más, para prolongar el sufrimiento. Son violencias que se ven en guerra, también, pero aquí adquieren otra dimensión, porque no estamos en un país en guerra.

¿Cuáles son las consecuencias para la salud – físicas y psicológicas – de estar expuesto a la violencia extrema y tortura? ¿Tiene algunos ejemplos?

El peor de los casos son aquellos que han perdido la conexión con la realidad. Entran en un mundo paralelo de fantasía para protegerse del daño. Entonces hemos tenido gente que incluso llegó a terminar viviendo en la calle porque habían perdido el contacto con la realidad. Otros vivieron en calle también por falta de apoyo de otras estructuras, y tal vez, además con adicciones.

Tenemos actualmente a un paciente, Manuel*, que estuvo en condición de calle, tenía contacto de vez en cuando con la realidad, pero la mayor parte del tiempo estaba desconectado. Se hizo el tratamiento, estuvo en internamiento, luego continuó el tratamiento y hoy en día esta persona trabaja para la Ciudad de México, gana su dinero y tiene independencia. Las consecuencias físicas de este tipo de violencia son muy serias, pueden requerir cirugías. De hecho, Manuel necesita una cirugía. La violencia física repetida a la que han sido sometidos llega a afectar asimismo el umbral del dolor que soportan.

Uno de nuestros pacientes había sido torturado con cortes repetidos en el brazo, en la mano. Tenía un problema muy serio de movilidad. Se le va a operar y se le duerme completamente. Pero cuando el cirujano toca un nervio determinado, el paciente se despierta y quiere agredir al médico. Lo tuvieron que sedar de nuevo. De tantas veces tanto dolor, tanto daño, necesitaba una dosis mayor de anestesia, el cuerpo tiene memoria.

También hay mujeres que sufren muchísimo con agresiones sexuales que a veces además pueden resultar en embarazos. Es una situación muy compleja para una mujer sola, migrante, en la calle. Además con un bebé, una situación dramática a todo lo que se tiene que exponer. Entonces nosotros iniciamos el acompañamiento y poco a poco, no solamente por el tratamiento que ofrecemos, sino por el apoyo de otras instituciones que también le van brindando alojamiento, formación, trabajo se va consiguiendo que sean lo más independientes posible.

 

En el CAI, ustedes trabajan con un enfoque que se llama integral u holístico. ¿Puede explicar lo que significa eso?

Cuando se habla de un enfoque integral, holístico, son diferentes servicios que pueden ayudar a una persona a salir hacia adelante. Una parte son los servicios médicos, pero hay otra parte que tiene que ver con temas de protección, con temas de comida, con temas de alojamiento, con temas de inserción social, etcétera. Médicos Sin Fronteras enfoca su atención en el componente médico y por tanto de la atención farmacológica y no farmacológica, con psiquiatras y psicólogos, y también damos el apoyo con fisioterapia porque los pacientes se presentan con lesiones de diferente gravedad que requieren a veces de tratamientos y recuperaciones largas. Luego, para el tema de cirugías los vinculamos con la red de salud que ya tiene México. También nos vinculamos con otras organizaciones que ofrecen los elementos de protección para estos pacientes. Lo mismo para alojamiento o para facilitarles cursos de formación profesional o terapia ocupacional

 

¿Cuál es el objetivo del tratamiento que ustedes tienen en el CAI?

El objetivo que tenemos es que la persona logre el máximo de independencia con el menor daño y dolor posible, que pueda ser independiente en la vida. A afrontar que lo que le pasó, todo lo que vivió, eso simplemente no se puede olvidar. Tiene que aprender a convivir con eso. Pero puede, digamos, encontrar que hay otra forma y hay una esperanza y hay un camino.

Eso es lo que buscamos. Devolver la dignidad y la esperanza.

 

Es un trabajo duro con historias muy tristes, pero también puede ver personas que mejoran mucho. ¿Cuáles son los mejores momentos que recuerda del trabajo en CAI?

Lo que me llama la atención es corroborar que en medio y después de tanta violencia que esta gente sufre, todavía les queda enorme bondad, porque no están pensando en hacerle daño a otro ser humano. Y vienen y uno encuentra gestos de cariño hacia otra gente que ellos no conocieron, hacia otros pacientes de cuidado y son súper respetuosos con nosotros. No vemos ánimos de venganza.

 

¿Diría que ha aumentado la violencia extrema durante los últimos años?

Aumentó la violencia hacia las personas migrantes en la medida en que se criminaliza a la migración, en la medida en que se la militariza, se le pone obstáculos. Eso hace que la población tenga que coger caminos no seguros, donde lo que van a encontrar es el crimen organizado y un nivel elevado de violencia. En los países de origen de muchos de nuestros pacientes también ellos viven mucha violencia. Honduras, en Guatemala, en El Salvador. Entonces la han vivido ya allá y se les somete de nuevo a ella en México. Y en México, se encuentran paralizados, porque no les dejan avanzar para pedir asilo o los retornan o los detienen en la frontera, en un círculo vicioso en el que la repetición de la violencia es un riesgo con una probabilidad elevada de repetirse.

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