Mi historia de aborto

210921-AS-Colombia-anywhere-FB (SPA)
El aborto es una experiencia común: personas de todas las edades, etnias, nacionalidades y religiones deciden interrumpir sus embarazos por diversas razones. Sin embargo, en muchos lugares del mundo, quienes abortan enfrentan estereotipos dañinos, culpa y estigma social.
Desde Médicos Sin Fronteras (MSF) brindamos atención de aborto seguro y también tratamos a las mujeres por las consecuencias del aborto inseguro, una de las principales causas de mortalidad materna. En 2020, nuestros equipos proporcionaron más de 30,000 abortos seguros en nuestras instalaciones de atención médica en todo el mundo. Cuando nuestros equipos hablan quienes están decidiendo hacerse un aborto, a menudo escuchamos sus historias personales.
Para conmemorar el Día de Acción Global por un aborto legal y seguro, este 28 de septiembre, queremos ayudar a romper el estigma del aborto compartiendo algunas historias en primera persona de mujeres en los lugares donde trabaja MSF. Escuchamos a mujeres de todo el mundo, desde Colombia hasta  la República Democrática del Congo, desde  Grecia hasta India. Incluyendo estudiantes, parteras y mujeres con y sin hijos.
Desde MSF nos comprometemos a utilizar nuestra voz para garantizar que las personas de todo el mundo tengan acceso a servicios de aborto seguro. La atención del aborto seguro es una atención médica esencial.

Colombia: “Toda mi familia me apoyó”

“En Venezuela, ya ahorita no podíamos hacer un desayuno, porque no había para el almuerzo. Si hacíamos para el almuerzo, no había para cenar. A veces comíamos dos comidas en una o, si no, comíamos un poquito al mediodía para dejar para la tarde.

Vinimos flacos a Colombia.
Mis hijos perdieron las clases. Me tocó enviarlos con mi mamá otra vez de vuelta a Maracaibo, porque aquí no estaban haciendo nada. Me quedé con mi hija y aquí estamos luchando. Aquí no tengo nada estable, no hay trabajo.
Yo no sabía que estaba embarazada. Y llegó Médicos Sin Fronteras. Vine más que todo porque me dolía la muela y tenía fiebre. Como estaban dando pastillas anticonceptivas y preservativos, le pedí a los doctores que me dieran.
‘Pero para darte esto, tengo que hacerte una prueba’. Ahí salió negativo, pero cuando yo me iba por una esquina, salió la otra raya. Tuve que regresarme llorando. Me pusieron psicólogo.
La doctora allá en Maracaibo decía que era peligroso, que yo no podía quedar otra vez embarazada. Porque yo tengo cuatro cesáreas. Hubiera buscado donde sea, tomar algo para expulsar, buscar métodos… algo, hubiera buscado algo.
Al día siguiente, MSF me envió al hospital por las píldoras para el aborto. Toda mi familia me apoyó: que sí, que lo hiciera. Yo ya tengo hijos. Quiero verlos grandes, crecer.
Recibí un implante de planificación por cinco años para prevenir embarazos. Gracias a Dios, MSF me dio un implante. Eso es caro en Maracaibo”.

Mozambique: “Lo mejor es decidir libremente”

Hace siete años, cuando tenía 36, me quedé embarazada, aunque tomaba pastillas anticonceptivas. Hablé con mi marido y me dijo que el bebé tenía que nacer.
Tenía que pensar en mi salud física. Tenía bebés, gemelos de un año. Y no creí que mi cuerpo pudiera soportar otro embarazo.
En ese momento, el aborto todavía era ilegal en Mozambique. [En 2014, Mozambique amplió sus estrictas leyes, para legalizarlo hasta la semana 12]. Al final, fui al centro de salud y me practicaron un aborto por aspiración. Pensé que todo había ido bien y volví a casa sin saber que de allí no había salido nada.
Poco después, empecé a sentirme rara. Fui al hospital por segunda vez. Me examinaron en la maternidad y me dijeron que estaba embarazada de 12 semanas. Le dije: “No puedo tener este bebé, no estoy en condiciones de tenerlo”. Me dieron una pastilla para debajo de la lengua y otras para que las guardara en el bolso y las tomara en casa, y así lo hice.
Empecé a sangrar, perdí mucha sangre. Mi marido no estaba en casa. Le llamé. Me dijo: “Eso es cosa tuya, no asumo ninguna responsabilidad, ya te dije lo que quería yo”. Estuve sangrando toda la noche. A la mañana siguiente, llamé a mi hermana pequeña y le pedí que se quedara con los niños.
Fui al hospital en taxi. Todavía tenía tejidos del embarazo en el útero, así que me hicieron una aspiración por vacío y me pusieron una vía con suero, porque estaba débil. Gracias a Dios, me recuperé, no tuve ninguna infección y aquí sigo.
Podemos dar gracias de que ahora el aborto sea legal en Mozambique. Ya no tenemos que utilizar métodos peligrosos que pueden hacernos daño.
Yo fui una de esas mujeres que utilizaron métodos no seguros. A mí, por suerte, me atendieron.
Solo deberían hacerse abortos seguros. Es más fácil y no hacen falta muchos recursos.
Arriesgué mi matrimonio porque mi salud corría peligro, porque sabía que no estaba preparada para otro embarazo. Mi pareja quería que me sacrificara.
Las mujeres que abortan no son malas, no son asesinas, y otras tantas cosas que se dicen. Es una necesidad.
Tenemos que poder decidir sobre nuestra salud reproductiva. Porque si no somos autónomas, podemos llegar a morir por satisfacer la voluntad de nuestra pareja o de nuestra madre, de un tío, una tía, una abuela…
Lo mejor es decidir por nosotras mismas lo que queremos hacer con nuestra salud, porque eso también puede salvarnos la vida.

República Democrática del Congo: “Acabemos con el tabú”

Sentí que mi cuerpo cambiaba y me di cuenta de que estaba embarazada. Pero por las circunstancias y otros problemas, tuve que abortar.
Me cuesta mantener a los hijos que ya tengo: me gano la vida vendiendo comida y cigarrillos en la calle y, de vez en cuando, limpio casas. Mi pareja no pudo o no quiso apoyarme en este embarazo.
Hablé con personas de confianza, que aceptaron ayudarme a abortar. Me enseñaron las hierbas que podía usar y me las tomé. Al principio no pasó nada.
Al cabo de unos días, comenzaron los dolores. Empecé a sangrar y a sentirme muy débil. Me sentía mal, así que fui al médico. Tenía una infección. Me extirparon lo que quedaba en el útero y empecé a recuperarme.
Aquí, en el este de la República Democrática del Congo, no es fácil hablar abiertamente de este tema. Solo se lo he contado a algunas personas, pero no puedo decírselo a nadie más, ni siquiera a mi madre.
Si se lo cuento a alguien, pensarán que soy un monstruo. En nuestra cultura, la gente piensa que, si abortas, eres una bruja. Muchas mujeres lo hacen en secreto y puede ser peligroso, o incluso pueden morir. Es lo que casi me pasó a mí.
Me gustaría que acabáramos con el tabú del aborto y se tratara a las mujeres que abortan como personas normales.

India: “Yo sola tomé la decisión de no seguir adelante”

Una semana después de saber que estaba embarazada, compré unas medicinas. Pero eso no funcionó, así que vine a esta clínica para abortar. Al día siguiente de la consulta, lo hice.
No se lo dije a nadie de mi familia [excepto mi marido]. ¿Qué sentido tiene contarlo si todo el mundo te va a decir que no abortes? Así que yo sola tomé la decisión de no seguir adelante.
Después de abortar, sentí mucha tristeza. Fue como perder una parte de mi cuerpo. Pero me olvidé de la tristeza y el dolor al pensar en todas las dificultades y el sufrimiento que he pasado en mi vida.
Tener un bebé no es solo parirlo; también es criarlo, educarlo y todo lo demás. Tener hijos es un compromiso a largo plazo.
Ya tengo dos hijos, un niño y una niña, y estoy agradecida de tenerlos en mi vida. He decidido no traer a un tercer hijo a este mundo porque tenemos muchos apuros económicos.
¿Qué sentido tiene criar a un bebé si no puedes darle una alimentación adecuada?
Ahora mismo, mi madre paga la educación de mis hijos, pero es muy mayor. No puedo seguir dependiendo de mi madre para criar a mis hijos. Supuestamente tenía que encargarse mi marido. Por eso pensé que el aborto era la mejor solución.

República Democrática del Congo: “Están muriendo niñas”

Había dos niñas de la misma familia, las dos de 15 años y embarazadas. Querían seguir estudiando. Preguntaron a sus amigas y, en secreto, se fueron al campo a buscar remedios tradicionales.
Prepararon unas hierbas y se las bebieron, con la idea de abortar. Pero empezaron a tener complicaciones abdominales. Se les hinchó el vientre. Les dolía y no paraban de llorar.
Sus padres las llevaron al hospital. Las dos murieron con pocos minutos de diferencia. Murieron envenenadas por las hierbas que utilizaron para provocar el aborto. Esto aquí ocurre a menudo.
En nuestro país, es difícil hablar de problemas como los embarazos no deseados. Es complicado, por nuestras tradiciones y tabúes. Las jóvenes tienen miedo de que, si sus padres se enteran de que están embarazadas, las golpeen o las echen de la familia. Es muy doloroso. Deberíamos poder decirlo: es doloroso. Están muriendo niñas.

Grecia: “No tiene nada de malo”

No me venía el periodo, así que fui a una clínica en Atenas. Ya había decidido que, si estaba embarazada, abortaría.
Tengo dos hijos, no podía permitirme tener otro. Me dieron una pastilla para que me la tomara en la clínica y otras para que me las tomara en casa. No tuve ninguna complicación. Tuve algo de dolor, pero me dieron analgésicos y eso me ayudó. Tomé la decisión yo sola, no se lo dije a nadie.
Si una amiga me dice que quiere abortar, no voy a detenerla. Le diría la verdad: no tiene nada de malo.

Colombia: “Era como si recuperara mi vida”

Tenía 19 años. Cuando sospechaba el embarazo, estaba confundida; no dormía, solo pensaba en las consecuencias.
Me hice la prueba y, al ver el positivo, sentí que el mundo se me venía encima. Estaba iniciando la universidad. Mi novio de aquel momento era muy religioso, lo que empeoraba las cosas. Luego fui consciente de que me maltrataba.
Accedí a un aborto con medicamentos. Por fortuna, estuve a tiempo para este tipo de aborto.
Sin embargo, creo que hubo muchos errores, por falta de conocimiento de quienes me atendieron. En una farmacia que vendía las pastillas de forma ilegal, me dijeron que me introdujera en la vagina dos pastillas. Esto solo me causó dolor, no tenía el sangrado.
Luego fui a una clínica clandestina y me dijeron que esperara unas semanas más; de esta manera, el feto estaría más grande y podían extraerlo. Esto sí me dio miedo y no quería esperar más. Para ese momento tenía ocho semanas [de embarazo].
Regresé a la farmacia y volví a comprar esas pastillas. En esa ocasión sí sangré. Tuve dolor fuerte, como si tuviera cólicos menstruales. Pero sentía tanta tranquilidad…
Era como si recuperara mi vida.
En ese momento, solo hablé del aborto con la pareja que tenía. Sin embargo, el hecho de que este hombre me haya puesto bajo escarnio me confirma que abortar fue la mejor decisión que pude haber tomado.
Años después, al terminar la relación con este hombre, él le dijo a toda mi familia que yo había abortado. Entré en una depresión muy fuerte; lloraba todo el tiempo por las cosas que mis hermanas me decían. Mi familia, después de casi diez años, me sigue juzgando por esto. 
Cuando los “provida” hablan de depresión postaborto, realmente creo que se relaciona con el choque emocional que se siente, no con el hecho en sí de abortar, sino con lo que ellos te hacen sentir. Te culpan, te rechazan, te dan la espalda.
Cuando sentí esos señalamientos, lo hablé con mi amiga; ya sabía que ella era feminista y siempre hablaba sobre el poder de cada mujer para tomar decisiones.

República Democrática del Congo: “No hay porqué tener miedo”

Volvíamos del lago. Llegaron unos hombres armados y los demás huyeron. Yo no tenía fuerzas para correr y me violaron.
Cuando llegué a casa, tuve miedo de decírselo a mi marido. No tuve la siguiente menstruación. Él sabía que pasaba algo, así que se lo conté. Fue entonces cuando vinimos al hospital. Me dieron las pastillas abortivas y las tomé: me ayudaron mucho.
Le dije a la enfermera que tenía miedo de pedir ayuda. La enfermera me dijo: “Estamos aquí para ayudarte. Cuando vienes al hospital, la consulta es confidencial y nadie más puede escuchar lo que hablamos; no hay por qué tener miedo”, dijo.

“Has hecho bien en venir y vamos a ayudarte”.

Si conozco a alguien que necesite ayuda, le diré que vaya a ver a las enfermeras. Les explicaré las ventajas de ir al hospital y las consecuencias de no hacerlo.

Mozambique: “Después me sentí libre”

Tengo 19 años y vivo en Beira, en Mozambique.
Pensé que estaba embarazada y se lo conté a mi madre. Fuimos a verlo [al padre], pero lo negó. Dijo: “No es mío”.
Me decidí a abortar porque no podía criarlo yo sola. Fuimos a la clínica para abortar. Hablé con una orientadora de MSF y me dio buenos consejos. Me dieron unas pastillas y eso fue todo. Me trataron bien. Después, me sentí libre.

India: “Sentí un gran alivio”

Cuando supe que estaba embarazada, lo pasé muy mal, porque ya tengo cinco hijos. Pensé: “Si tengo un sexto hijo, ¿Cómo voy a cuidarlos?”. Mi marido no me ayuda. ¿Qué puede hacer una mujer sola por sus hijos?
Me casaron a los 14 años y no me gustaba ir a casa de mi marido porque acababa con marcas de mordeduras por todo el cuerpo. Incluso en la cara, y por eso siempre la llevaba tapada. Le conté mi situación a una vecina. Pero me dijo que tenía que volver con él. El tiempo siguió pasando y mis circunstancias no cambiaron. Seguí teniendo hijos, uno tras otro.
Cuando supe que estaba embarazada del sexto, lloré mucho. No tenía fuerzas para dar a luz a más niños.
Para las mujeres es muy difícil hablar del aborto en nuestra sociedad. ¿Hasta cuándo tendremos que sufrir por ello? Parece que han pasado siglos, pero no ha cambiado nada.
En mis 22 años de matrimonio, no creo que haya cambiado nada. Le hablé de mi dolor y mis problemas a una mujer de mi barrio, igual que lo estoy haciendo ahora contigo, y me eché a llorar.
Me habló de una clínica donde podían ayudarme [la clínica Umeed Ki Kiran de MSF]. Al principio, me dio mucha vergüenza ir a la clínica para abortar. Pero cuando me olvidé de la vergüenza y pedí ayuda, sentí un gran alivio y pude salir de esa situación tan difícil.
Me dieron pastillas para abortar y he recibido todo tipo de ayuda en la clínica. También me han dado pastillas anticonceptivas para no embarazarme de nuevo.

Medio Oriente: “Mi esposo y yo decidimos interrumpir el embarazo”

Mi esposo y yo utilizábamos métodos anticonceptivos, porque en ese momento no queríamos tener hijos. Pero después de hacerme algunas pruebas, me dijeron que estaba embarazada de cuatro meses.
Los médicos me habían aconsejado que no me quedara embarazada. No puedo tener un parto vaginal, así que tiene que ser por cesárea, pero tengo problemas de salud y me dijeron que podía morir en el parto.
Seguimos el consejo médico y, como este embarazo podía ser un riesgo para mi salud, mi esposo y yo decidimos interrumpirlo.
Donde vivimos, no es aceptable que una mujer tome esa decisión por sí misma. Si el embarazo ocurre fuera del matrimonio, la mujer puede verse obligada a tomar esa decisión para evitar la vergüenza de tener un hijo fuera del matrimonio. Pero si la mujer está casada, su esposo debe saberlo y deben tomar la decisión juntos. Si no es así, está prohibido.
Fui a la clínica de MSF inmediatamente y pedí ayuda. El personal de la clínica de MSF me dio pastillas abortivas para que las tomara en casa. Al cabo de un tiempo, noté los efectos.
Tuve dolores y hemorragias durante unos cuatro días después del aborto. Volví a ver a la doctora de MSF y me dio medicación para aliviarlos.
Si no hubiera sido por MSF, habría sufrido mucho, porque no puedo permitirme otras opciones.

India: “Ya no me avergüenzo”

Me casaron a los 15 o 16 años. Mi esposo me maltrata. Se niega a tener sexo seguro. Me dice que los hombres han nacido para casarse con las mujeres y divertirse con ellas. Dice: “Soy un hombre y hago lo que quiero”.
Tomé la decisión de no tener más hijos cuando tuve el tercero, hace seis años. Desde entonces, he comprado pastillas abortivas en una farmacia, sin consejo médico. Este verano aborté con la ayuda de MSF.
Antes lloraba cuando nadie en mi familia me apoyaba, pero ahora soy emocionalmente autosuficiente. Ya no me avergüenzo de hablar de mis abortos. He aprendido a tener buen juicio desde que me casé. Ahora sé quién quiere lo mejor para mí y quién no. Ahora hablo por mí misma.

Grecia: “Tomé la mejor decisión que podía tomar”

No me encontraba bien, estaba muy cansada. Me hice un test de embarazo en casa y dio positivo. Fui a una clínica y me dieron medicación para el aborto. No tuve ninguna complicación. Me encontraba bien.
Hace dos años que vivo en Grecia, soy refugiada. Soy de la República Democrática del Congo. Tengo un hijo y me cuesta mantenerlo. Estoy sola. Tomé la mejor decisión que pude tomar, porque no puedo criar a un bebé si no puedo encontrar comida para alimentarlo; iba a sufrir en este mundo.
Creo que el aborto es algo normal, no es algo que debamos ocultar.
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