Miles de muertes a las puertas de Europa no son un accidente

Este Día Internacional de las Personas Migrantes, en la travesía marítima más mortífera del mundo, somos testigos del daño que causan las políticas que protegen a las fronteras en lugar de a las personas.

Este Día Internacional de las Personas Migrantes, en la travesía marítima más mortífera del mundo, somos testigos del daño que causan las políticas que protegen a las fronteras en lugar de a las personas. 
 
Por Caroline Willemen, coordinadora de proyectos en el mar Mediterráneo de Médicos Sin Fronteras.
 
Aquí, en el Geo Barents, el barco de búsqueda y rescate de Médicos Sin Fronteras (MSF), utilizamos la palabra "sobrevivientes" para referirnos a las personas a bordo que han sido rescatadas en el mar. 
 
Se trata, en muchos sentidos, de una opción poco llamativa. Estamos presentes en el mar Mediterráneo para salvar vidas, y las personas que rescatamos son sobrevivientes de un peligro muy real: el naufragio. Muchas de estas personas son también sobrevivientes de un viaje mucho más largo, que incluye violencia y abusos en Libia y a lo largo de su ruta.
 
La palabra "sobreviviente" me viene a la mente cuando nuestros equipos de búsqueda y rescate sacan a las personas de una barco abarrotado a punto de hundirse; flota en el aire cuando las personas llegan al barco empapadas de agua de mar y combustible; y resuena cuando las personas rescatadas empiezan a procesar lo que acaban de vivir.
 
 "Sobreviviente" también nos recuerda a quienes no sobrevivieron a su viaje.
 
Hace solo un mes, nuestro equipo de Geo Barents encontró los cuerpos de 10 personas en la cubierta inferior de un barco de madera abarrotado, se cree que murieron por asfixia por los gases del combustible mientras intentaban huir de Libia. Cinco eran menores de 18 años. Son apenas 10 de las más de 1,300 personas que han perdido la vida o han desaparecido al cruzar el mar Mediterráneo este año; siguen sin contarse muchas más muertes en el mar, y la lista sigue creciendo. 
 
 
 
 
Estas muertes no son accidentes, sino la consecuencia directa de las políticas de la Unión Europea (UE) y de los Estados miembros europeos que protegen las fronteras en lugar de a las personas. 
 
Desde 2015, los equipos de MSF a bordo de seis embarcaciones de búsqueda y rescate han trabajado para mitigar las consecuencias más dañinas de las políticas migratorias europeas en el Mediterráneo, rescatando a más de 80,000 personas a lo largo de la mortal franja de agua entre Libia y Europa. Seis años después, MSF y otras organizaciones no gubernamentales permanecen en el mar porque se siguen cobrando vidas humanas a un ritmo alarmante. En 2021, esa tasa es al menos un 30% más alta que en 2020. 
 
Ahora, a bordo del Geo Barents, seguimos siendo testigos tanto de la negativa de los Estados costeros por cumplir con sus obligaciones internacionales y marítimas como de la externalización de las fronteras europeas.
 
Todavía no existe una capacidad de búsqueda y rescate proactiva, dedicada y dirigida por el Estado europeo en el mar Mediterráneo. Las embarcaciones en peligro continúan encontrándose con una vergonzosa inactividad y falta de respuesta, ya que los Estados costeros no coordinan ni realizan operaciones de rescate. Esto se ha convertido en la norma en el Mediterráneo, a pesar de la declaración de la Presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen, de que "salvar vidas en el mar no es opcional".
 
La UE y sus Estados miembros  siguen proporcionando millones de euros en fondos, equipamiento e inteligencia a la Guardia Costera libia, facilitando sus intercepciones y retiradas ilegales de personas que huyen de Libia. Con este apoyo, la Guardia Costera libia ha devuelto por la fuerza a más de 30,000 personas a Libia en 2021. Mientras que Europa financia la "búsqueda y rescate" de Libia, una operación de rescate sólo puede terminar con un lugar seguro. Libia no es esto. La mayoría de las personas son devueltas a ciclos de detenciones arbitrarias, violencia y explotación, abusos que, según ha declarado la ONU, pueden constituir crímenes contra la humanidad. Ante la falta de vías seguras para salir de Libia, las personas están condenadas a estos ciclos o a huir por el mar.
 
Ya sea en el Mediterráneo o en cualquier otro lugar a las puertas de Europa, está dolorosamente claro que las políticas migratorias europeas se producen a expensas de la vida humana, los derechos humanos y la dignidad humana.
 
El mes pasado, Ahmad al-Hasan, un joven de 19 años de Alepo, Siria, se ahogó en el río Bug, en el este de Polonia, después de intentar cruzar desde Bielorrusia. Es uno de la docena de personas refugiadas y migrantes que se estima han perdido la vida recientemente en los helados bosques y ríos de la frontera entre Bielorrusia y Polonia. 
 
En noviembre, al menos 27 personas perdieron la vida al intentar cruzar el Canal de la Mancha, la mayor pérdida de vidas registrada en ese tramo de agua en los últimos años.
 
En Grecia, trabajé con equipos de MSF que brindaban atención pediátrica y psicológica a personas procedentes de países como Afganistán, la República Democrática del Congo y Siria, que pasan meses o incluso años en centros de acogida en islas sobrepobladas. A menudo, mis colegas no podían tratar los traumas de las y los pacientes por los conflictos de los que habían huido, ya que estaban preocupados por los efectos directos sobre la salud física y mental de las terribles condiciones de vida y la inseguridad de estos centros. 
 
A principios de este año, la Comisaria Europea de Asuntos de Interior, Ylva Johansson, calificó de "desafortunadas" las terribles condiciones que soportan miles de personas en invierno en la isla de Lesbos. Pero no hay nada "desafortunado" en las circunstancias peligrosas e inhumanas de los centros de acogida mal equipados, en los bosques helados o al otro lado del mar Mediterráneo. Lo que vivimos a lo largo de las fronteras europeas no es una crisis humanitaria, sino una crisis de humanidad. Como europea, no puedo aceptarlo.
 
En el mar Mediterráneo, sabemos que ni el riesgo de ahogarse, ni la posibilidad de ser interceptado por la Guardia Costera libia, han disuadido a las personas de intentar este cruce. No olvidaré fácilmente al joven que llevaba los números de teléfono de sus padres en un trozo de cartón envuelto en varias capas de plástico, para que alguien pudiera informarles si se ahogaba; o al niño que viajaba con su padre, y llevaba los datos de contacto de su madre escritos en el brazo por si su padre no sobrevivía al viaje. La gente seguirá huyendo de Libia mientras siga sufriendo allí, incluso cuando sepan que arriesgan sus vidas.
 
 
 
 
Como personal médico, de enfermería, psicología, mediadores culturales y rescatadores marítimos, nos solidarizamos con las y los sobrevivientes y con todas las personas que buscan seguridad, protección y estabilidad. Seguimos presentes en la ruta migratoria más mortífera del mundo en un esfuerzo por detener las miles de muertes evitables cada año. Pero es poco lo que podemos hacer frente a las insensibles políticas migratorias y a un sistema intencional de contención y retornos forzados.
 
La UE y los Estados europeos deben dar prioridad a la vida y a la dignidad humana en las fronteras de Europa. Las personas ha sobrevivido bastante.
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