Millones de personas en el noroeste de Siria dependen de la ayuda humanitaria para sobrevivir

Deir Hassan Camp

Los 10 años de conflicto, la pandemia de COVID-19 y una grave crisis económica han acentuado la vulnerabilidad de la población y su dependencia de la ayuda humanitaria en el noroeste de Siria.

Muhammad Hassan y su familia tuvieron que buscar refugio en un campo para personas desplazadas en el noroeste de Siria después de que su casa fuera destruida por un intenso bombardeo en 2019. Muhammad sufrió graves heridas en una pierna, lo que le obligó a someterse a una complicada operación que exigió la inserción de placas metálicas de fijación en el muslo. Todo ello ha derivado en un dolor crónico y en una serie de secuelas psicológicas que resulta muy difícil abordar en las condiciones tan difíciles en las que vive actualmente. Muhammad ni siquiera tiene cubiertas sus necesidades más básicas y, en esas circunstancias, pensar en conseguir algún tipo de efecto positivo en lo que se refiere a su salud mental, resulta extremadamente complicado. 
 
“Nuestra vida en el campo transcurre entre la preocupación, la angustia y el dolor”, dice. “Sufrimos el frío en invierno y el calor extremo en verano”. Muhammad se dedicaba a la agricultura. La tierra era su medio de vida y, al perderla, perdió también su medio de subsistencia básico. En este momento, depende totalmente de la ayuda humanitaria. Para tratar sus heridas en la pierna, acude a un hospital cogestionado por Médicos Sin Fronteras (MSF), donde puede recibir atención médica gratuita.
 
 
 
 
Muhammad es uno de los casi 4 millones de personas que viven en el noroeste de Siria. De esa cifra, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) calcula que al menos 3 millones necesitan algún tipo de ayuda humanitaria. Los 10 años de conflicto, la pandemia de COVID-19 y una grave crisis económica han acentuado la vulnerabilidad de la población y su dependencia de la ayuda humanitaria en la región.
 
Además, de los casi 4 millones, unos 2,7 son personas desplazadas internas, y más de la mitad vive en campos gestionados por organizaciones humanitarias. La mayoría depende totalmente de la ayuda humanitaria para sobrevivir. Muchas de estas personas viven en condiciones precarias, y carecen de apoyo en materia de salud mental y de acceso a servicios de vacunación. En este contexto, son habituales los casos de enfermedades infecciosas que afectan a la piel, como la sarna o la leishmaniasis, o de enfermedades como la diabetes y otras patologías crónicas.
 
MSF trabaja en el noroeste de Siria para proporcionar atención médica gratuita de primera calidad, tanto dentro como fuera de los campos. Esto abarca desde la atención de traumatismos y heridas hasta los servicios de salud materno-infantil, así como las campañas de vacunación destinadas a prevenir la propagación de enfermedades potencialmente mortales. La organización presta apoyo a 8 hospitales, incluida una unidad de quemados y 12 centros de atención médica primaria, 5 ambulancias para las derivaciones a los hospitales y 14 clínicas móviles en más de 80 campos.
 
“Puede parecer que las organizaciones humanitarias proporcionan mucha ayuda, pero las necesidades siguen siendo enormes. Millones de personas dependen de la ayuda humanitaria para sobrevivir en el noroeste de Siria y, mires donde mires, tienes la sensación de que aún queda mucho por hacer para proporcionar apoyo a las personas y garantizar que tengan unas condiciones de vida dignas. En cualquier caso, la situación es muy complicada. La inseguridad continua, además de las restricciones de acceso y suministro, limitan gravemente la capacidad de MSF y otras organizaciones para prestar esta ayuda humanitaria tan necesaria”, declara Francisco Otero y Villar, coordinador general de MSF en Siria.
 
Omar Sarhan, un hombre desplazado a otro campo del noroeste de Siria, tiene un cuadro clínico de diabetes y hemiplejía, no puede mover la mano ni la pierna y depende de la ayuda de sus familiares para desplazarse. No puede trabajar, por lo que depende completamente de la ayuda humanitaria. “Hace un año que fui desplazado de mi pueblo y me refugié en este campo. La vida aquí es muy dura. La comida que recibimos es sumamente escasa y el saneamiento no es adecuado”, explica. Uno de los aspectos básicos que supone un gran obstáculo para Omar es su capacidad para hacer uso de los aseos. En el campo, las letrinas están alejadas de las tiendas y son compartidas por todas las personas que las ocupan. Además, el camino para llegar hasta ellas es accidentado y no está asfaltado, lo que resulta especialmente difícil para quienes se desplazan en una silla de ruedas.
 
Además de las actividades médicas, MSF también gestiona servicios de agua, saneamiento e higiene en alrededor de 90 campos de personas desplazadas en el noroeste de Siria. La organización reparte artículos de aseo e higiene (jabón, toallas y productos sanitarios), construye letrinas y sanitarios, mejora el saneamiento, gestiona el manejo de desechos y suministra depósitos de agua. En junio de 2021, MSF distribuyó 6,000 cestas de alimentos en 60 campos y 29,000 metros cúbicos de agua a más de 30,000 personas desplazadas. Los equipos de MSF también construyeron 100 letrinas y distribuyeron 240 sillas con orinal para personas mayores y con movilidad reducida en 17 campos.
 
 
 
 
“La actividad de muchas organizaciones humanitarias se ha visto reducida en los últimos tiempos; en particular, en lo que respecta a los servicios de agua, saneamiento e higiene, y en la distribución de cestas de alimentos y productos de higiene. Por eso, hemos intentado cubrir algunas carencias con esta campaña”, afirma Osama Joukhadar, responsable de logística de MSF. “Sin embargo, estamos acusando un aumento de las necesidades y la falta de recursos en el noroeste de Siria, y la situación seguirá empeorando si se cierra Bab al-Hawa, que en este momento constituye el único paso fronterizo hacia esta zona”.
 
La población del noroeste de Siria teme al 10 de julio de 2021, fecha de vencimiento de la resolución transfronteriza (RCSNU 2533) para el suministro de ayuda humanitaria en la zona, votada por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU). Más de 4 millones de personas, de las que aproximadamente la mitad son personas desplazadas internas, podrían perder el acceso a la ayuda humanitaria y médica que necesitan con tanta urgencia si no se renueva la resolución.
 
“El posible cierre del paso fronterizo de Bab al-Hawa preocupa a mucha gente, especialmente a la población desplazada a los campos. Si se corta este paso, también se interrumpirá el flujo de ayuda humanitaria en la zona”, señala Osama. “Todas nuestras actividades, así como la respuesta humanitaria general en la región, se verán comprometidas, y esto provocará que la situación cada vez sea más alarmante”.
 
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