MSF se ve forzada a cerrar todos sus programas médicos en Somalia

Kenya - Cholera epidemic in Dadaab refugee camps

El abuso y la manipulación de la acción humanitaria ponen fin a 22 años de asistencia médica en Somalia; la tolerancia y el apoyo otorgados por grupos armados y líderes civiles ante los ataques contra los equipos de MSF quebrantan las garantías mínimas de seguridad necesarias para mantener los programas de ayuda.

El abuso y la manipulación de la acción humanitaria ponen fin a 22 años de asistencia médica en Somalia; la tolerancia y el apoyo otorgados por grupos armados y líderes civiles ante los ataques contra los equipos de MSF quebrantan las garantías mínimas de seguridad necesarias para mantener los programas de ayuda.

Nairobi/Ginebra, 14 de agosto de 2013.- La organización internacional médico-humanitaria Médicos Sin Fronteras (MSF) ha anunciado hoy la clausura de todos sus programas en Somalia, país en el que lleva trabajando de forma ininterrumpida desde 1991. La decisión es el resultado de los ataques violentos que el personal de MSF ha sufrido en un contexto en el que, cada vez más, los grupos armados y los líderes civiles apoyan, justifican y/o toleran el asesinato, la agresión y el secuestro de trabajadores humanitarios.

En algunos casos —en particular en el centro y sur de Somalia, aunque no exclusivamente—, los mismos actores con quienes MSF ha negociado las garantías mínimas de respeto a su misión médica humanitaria han tenido una implicación directa en los abusos contra los equipos de MSF, o han dado su aprobación tácita a los mismos. Dichas acciones, y la tolerancia con la que son asumidas en este contexto, impiden que cientos de miles de somalíes reciban y tengan acceso a la ayuda humanitaria, declaró MSF.

Durante sus 22 años de historia en Somalia, MSF ha negociado con los actores armados y las autoridades de todas las partes. La excepcionalidad de las necesidades humanitarias en el país ha obligado a la organización y a su personal a tolerar niveles de riesgo incomparables –en gran parte sufridos por los propios colegas somalíes de la organización– así como a comprometer seriamente sus principios operacionales de independencia e imparcialidad.

Los incidentes más recientes incluyen el brutal asesinato de dos trabajadores de MSF en Mogadiscio en diciembre de 2011, y la rápida liberación del asesino convicto; y el secuestro violento de otros dos miembros del personal en los campos de refugiados de Dadaab (Kenia), que terminó el mes pasado después de un cautiverio de 21 meses en el centro-sur de Somalia. Estos dos incidentes son sólo los últimos de una serie de abusos extremos. Otros 14 trabajadores de MSF han sido asesinados, y desde 1991 la organización ha sufrido decenas de ataques contra su personal, ambulancias e instalaciones médicas.

“Al optar por el asesinato, el ataque y el secuestro de trabajadores humanitarios, estos grupos armados y las autoridades civiles que toleran sus acciones han sellado el destino de incontables vidas en Somalia”, apunta el doctor Unni Karunakara, presidente internacional de MSF. “Cerramos nuestros programas en Somalia porque la situación en el país ha creado un desequilibrio insostenible entre los riesgos y los compromisos que nuestro personal debe asumir, y nuestra capacidad de proporcionar ayuda al pueblo somalí”.

Más allá de los asesinatos, secuestros y abusos contra su personal, con el fin de poder trabajar en Somalia, MSF tuvo que adoptar la medida excepcional de emplear escoltas armados, algo que no hace en ningún otro país, así como tolerar grandísimas limitaciones a su capacidad de evaluar de forma independiente las necesidades de la población y responder a las mismas.

La acción humanitaria requiere un nivel mínimo de reconocimiento del valor de la labor médico-humanitaria y, por lo tanto, la aceptación de todas las partes en conflicto y de las comunidades para que se permita la atención médica, así como los principios operacionales de independencia e imparcialidad. Además, estos actores deben demostrar la capacidad y voluntad de apoyar unas mínimas garantías negociadas de seguridad para los pacientes y el personal. A día de hoy, esta aceptación, siempre frágil en zonas de conflicto, ya no existe en Somalia.

“La población civil de Somalia será la que en última instancia pague el precio más alto”, señala el doctor Karunakara. “Gran parte de la población somalí nunca ha conocido su país sin guerra ni hambrunas. Cuando ya de por sí recibe menos atención de la necesaria, los ataques de grupos armados contra el personal humanitario, y la tolerancia de líderes civiles a estos abusos, han acabado finalmente con el escaso acceso a la atención médica de la que dispone el pueblo somalí.”

MSF cerrará sus programas médicos en toda Somalia, incluyendo los de la capital Mogadiscio, y los suburbios de Afgooye y Daynille, así como los de Balwad, Dinsor, Galkayo, Jilib, Jowhar, Kismayo, Marere y Burao. Más de 1.500 trabajadores han proporcionado una amplia gama de servicios, incluyendo atención primaria de salud gratuita, tratamiento de la desnutrición, salud materna, cirugía, respuesta a epidemias, campañas de vacunación, agua y suministros de ayuda. Sólo en 2012, los equipos MSF proporcionaron más de 624.000 consultas médicas, atendieron a 41.100 pacientes en sus hospitales, trataron a 30.090 niños por desnutrición, vacunaron a 58.620 personas y asistieron el parto de 7.300 bebés.

A lo largo de sus 22 años de historia en Somalia, los equipos de MSF han conocido en profundidad cuán grandes son las necesidades de la población somalí. MSF mantiene su compromiso de abordar estas enormes necesidades a través de la atención médica y la ayuda humanitaria, pero todos los actores en Somalia deben demostrar con hechos que tienen la voluntad y la capacidad de facilitar la prestación de la ayuda humanitaria al pueblo somalí, así como respetar la seguridad de los trabajadores humanitarios que arriesgan sus vidas para atenderle.

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