“Mucho por mejorar en los campos de refugiados somalíes en Etiopía”

Aden besieged

La crisis nutricional en Somalia tuvo su reflejo en los países vecinos: en Kenia y en Etiopía, adonde miles de somalíes acudieron entre mayo y octubre, huyendo de una sequía atroz que asoló un país que lleva veinte años de conflicto civil continuado. José Luis Dvorak, médico de MSF en Liben (Etiopía), explica la evolución de la emergencia y la situación en la actualidad.

La crisis nutricional en Somalia tuvo su reflejo en los países vecinos: en Kenia y en Etiopía, adonde miles de somalíes acudieron entre mayo y octubre, huyendo de una sequía atroz que asoló un país que lleva veinte años de conflicto civil continuado. José Luis Dvorak, médico de MSF en Liben (Etiopía), explica la evolución de la emergencia y la situación en la actualidad.

A principios de 2011, Etiopía acogía a 40,000 refugiados procedentes de Somalia. A finales de 2011, más de 142,000. Un éxodo masivo, causado por una terrible sequía que diezmó campos y ganado en un país que lleva 20 años de un conflicto que, lejos de amainar, se recrudece. La cifra, enorme por sí sola, no dice gran cosa de los días, a veces semanas, que los somalíes tuvieron que caminar para cruzar la frontera, sin apenas comida, sin apenas agua. No habla del terrible estado de desnutrición en el que llegaron muchos niños a los campos, no expresa el esfuerzo realizado por las agencias humanitarias para conseguir reducir los niveles de hambre y desahucio y traspasar el umbral en el que la mortalidad infantil se considera una “emergencia” a niveles de cierta normalidad.

Has ejercido en diferentes momentos en los dos últimos años en los campos de Liben.
La primera vez llegué en junio de 2010. Teníamos tres trabajadores internacionales y 35 locales. Llevábamos las actividades nutricionales en los campos de Bokolmayo y Malkadida (40,000 refugiados) y el centro de salud de Dolo Ado.

La siguiente vez que acudí, en septiembre de 2011, el cambio había sido abismal: teníamos 50 trabajadores internacionales y más de 800 trabajadores locales. Para entonces, se habían abierto nuevos campos, el de Kobe y el de Hillaweyn, con 25,000 refugiados cada uno, que habían llegado de Somalia en las peores condiciones y con una cifra de mortalidad muy elevada. Nuestros programas nutricionales llegaron a tener a 13,000 niños enrolados. En septiembre, después de meses de intervención nutricional de Médicos Sin Fronteras (MSF), la cifra de mortalidad se había reducido y al cabo de poco tiempo llegaron a niveles por debajo de lo que se considera una emergencia.

¿Cómo es la situación médica de la población en la actualidad?
Seguimos teniendo niños en centros de estabilización, con desnutrición complicada por otras enfermedades como neumonías o diarreas. Son unos 45 (aunque hay que recordar que en el pico de la emergencia esta cifra era constante de más de 150 niños). Las patologías más comunes entre la población son infecciones respiratorias, diarreas, parásitos intestinales e infecciones de la piel. En la actualidad también estamos desarrollando un programa de salud mental y de vigilancia epidemiológica por parte de trabajadores comunitarios.

¿Cuáles son los retos de trabajar en Liben?
La situación médica de la población es precaria. Tras 20 años de conflicto civil en Somalia, en el que las estructuras públicas de salud en el país son escasas o han sido destruidas, la población no está acostumbrada a utilizar los servicios de salud.

¿Cómo repercute eso en la salud general de la población?
Hemos pasado de una situación de crisis nutricional de emergencia a una crónica. La situación en los campos no facilita que la gente cocine su propia comida: las mujeres tienen que ir a buscar leña al bosque y corren riesgos de ser atacadas en el camino. En otros casos, la comida estandarizada que reciben, con el aporte nutricional necesario, es rechazada y vendida en los mercados para poder alimentarse con comida que les es más cercana por tradición, pero que carece de los nutrientes básicos. Cambiar estos hábitos es difícil y supone todo un proceso de explicación por nuestra parte y reflexión previa por parte del refugiado. Los niveles de desnutrición global ya eran elevados por esta razón antes de la emergencia y se dispararon con el flujo, enorme, de refugiados durante los meses de mayo a septiembre.

¿Cómo se consiguió cruzar el umbral de emergencia?
Una vez llenos los nuevos campos y sin admisión de nuevos refugiados, entonces la tarea fue la de aportar comida, controlar la desnutrición en los niños y realizar tareas de vigilancia epidemiológica para responder a eventuales brotes de enfermedades. En Kobe, con 25.000 refugiados y tasas de mortalidad que llegaron a superar con creces el nivel de emergencia (una muerte por 10.000 personas por día), se tuvo que hacer frente a una epidemia de sarampión (una enfermedad que combinada con desnutrición puede ser letal) y hacer una campaña de vacunación masiva para menores de 15 años.

¿Cómo está la situación ahora?
Estamos en una etapa de estabilización. Las autoridades han traspasado parte de nuestras actividades a otras organizaciones y MSF se quedará con la gestión de los centros de estabilización para los niños en peores condiciones en tres de los cinco campos. Aún así continuamos preocupados porque todavía hay mucho que mejorar en la situación nutricional de la población, en la desnutrición crónica.

Ha habido algo de lluvia en Somalia. ¿Los refugiados desean regresar a su país?
Algunos desean regresar y de hecho lo están haciendo pese a la guerra. Regresan para aprovecharse de las últimas lluvias y tratar de rehacer sus vidas. Aún así, también siguen llegando refugiados, a una media de 70 personas por día a Liben, lejos de los 23,000 mensuales que llegaban el año pasado, pero siguen llegando.

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