Níger: las deportaciones ponen en peligro la vida de las personas migrantes

People on the move in Assamaka, Agadez

En lo que va del año, 4,370 personas migrantes han sido expulsadas de Argelia a Níger. Estas deportaciones son un nuevo recordatorio de que, a pesar del cierre de las fronteras terrestres del país debido a la COVID-19, la expulsión sistemática de migrantes no ha cesado. Muchos han sufrido tortura y violencia extrema.

En lo que va del año, 4,370 personas migrantes han sido expulsadas de Argelia a Níger. Estas deportaciones son un nuevo recordatorio de que, a pesar del cierre de las fronteras terrestres del país debido a la COVID-19, la expulsión sistemática de migrantes no ha cesado. Muchas de estas personas han sufrido tortura y violencia extrema.
 
Safi Keita, originaria de Malí, está embarazada de cuatro meses. Casada y madre de dos niños, se ganaba la vida vendiendo especias en Argelia antes de que la policía se metiera en su casa. "Los gendarmes tiraron la puerta abajo", afirma. "Se llevaron todo: dinero y teléfonos. Después, me llevaron a la comisaría".
 
Al día siguiente, subieron a Safi a un camión y la llevaron a un centro de detención. "Nos metieron en camiones llenos de gente; estábamos muy apretados, éramos muchos y nadie llevaba mascarilla", relata. Al llegar, la obligaron a saltar del camión al suelo. "Como estaba embarazada, el salto me causó dolor en la panza", asevera.
 
Durante cuatro días, la mantuvieron en el centro de detención en condiciones insalubres y solo le dieron pan para comer. "Aunque estaba embarazada, no recibí ningún trato especial", asegura. "Los guardias no tuvieron ninguna compasión conmigo ni con mi condición física". 
 
Cuando la liberaron, Safi fue enviada a la frontera, junto con otras personas migrantes, y fue allí en Assamaka donde finalmente se reencontró con su esposo. 
 
 
 

Expulsión sistemática de migrantes también con la COVID-19 

En lo que va del año, al 19 de abril de 2021, 4,370 personas migrantes, entre las cuales una había sufrido una herida de bala y otra una pierna fracturada, han sido expulsadas de Argelia a Níger. Estas deportaciones recientes son un nuevo recordatorio de que, a pesar del cierre de las fronteras terrestres del país previamente impuesto debido a la COVID-19, la expulsión sistemática de migrantes no ha cesado.  
 
Según los datos recogidos por los equipos de Médicos Sin Fronteras (MSF), durante el año 2020, 23,175 personas migrantes llegaron al pequeño pueblo desértico de Assamaka, cerca de la frontera entre Níger y Argelia. 
 
Esta cifra es ligeramente inferior a las 29,888 expulsiones registradas en 2019, pero sigue siendo elevada si se tiene en cuenta que las fronteras de Níger estuvieron completamente cerradas entre marzo y octubre-noviembre de 2020. El número de consultas ambulatorias atendidas por nuestros equipos en 2020 fue aun mayor al del año anterior, con 41,801 consultas frente a las 39,889 de 2019.
 
En 2020, los equipos de MSF brindaron asistencia médica a 989 personas migrantes víctimas de violencia, 21 de las cuales afirmaron haber sufrido torturas. Los equipos de MSF también trataron a 1,914 migrantes por problemas de salud mental. 
 
 
 

Abandonados en el 'Punto Cero' 

Los equipos de MSF en Agadez han recolectado cientos de testimonios de personas migrantes que recibieron ayuda o que fueron rescatadas por MSF después de haber sido expulsadas de Argelia. La mayoría de estas personas proceden de África occidental y el sur de Asia y, entre ellas se incluyen mujeres y hombres jóvenes, niños, niñas y personas de la tercera edad. Algunas de estas personas habían vivido en Argelia durante varios años antes de ser deportadas, otras habían estado de paso por el país de camino a Europa. 
 
Según sus testimonios, las personas migrantes fueron arrestadas y confinadas a centros de detención durante días, semanas o meses, antes de que las fuerzas de seguridad argelinas las obligaran a subir a autobuses o camiones y las abandonaran en un punto denominado "Punto Cero", un lugar en medio de la nada situado en la frontera desértica entre Argelia y Níger, a menudo en la madrugada.  
 
Sin nada en los bolsillos, y sin mapas ni indicaciones, la única opción que les quedaba era caminar 15 km hasta Assamaka, el asentamiento más cercano. Según informes, algunas personas se perdieron en el camino y nunca se volvió a saber de ellas.
 

Despojados de ropa y dinero 

Traoré Ya Madou, oriundo de Malí, había trabajado durante seis años como pintor en Argelia antes de ser arrestado y deportado. "Vivíamos en el mismo lugar donde trabajábamos", afirma. "Esa mañana llegó la policía argelina. Normalmente, les dábamos dinero o nos resistíamos y, al final, los agentes se marchaban, pero esa noche había unos 20 oficiales. Tiraron la puerta abajo y entraron. Nos esposaron y nos llevaron a la comisaría. Allí estuve 24 horas sin comer nada. Nos cachearon y nos quitaron la ropa interior: fue un trato inhumano. Yo llevaba 2,500 euros encima y los oficiales se lo llevaron todo. Además, me golpearon de una manera tan salvaje que terminé en el hospital". 
 
Como castigo por haber intentado resistirse al arresto, a Traoré lo dejaron mucho más adentro en el desierto que a muchos otros migrantes y tuvo que caminar unas cuatro horas para llegar a Assamaka. 
 
 
 

Violación de derechos humanos

Las historias de estas dos personas migrantes sirven simplemente como ejemplo de lo que está sucediendo en la frontera entre Argelia y Níger. 
 
Desde la revolución libia de 2011, la ruta a través de Níger y Libia o Argelia ha sido la principal ruta migratoria hacia Europa. Las políticas destinadas a frenar el flujo de personas no han impedido que la gente busque un camino hacia la seguridad. Por el contrario, han incrementado los riesgos para las personas migrantes al criminalizar sus acciones y violar sus derechos humanos. 
 
En la Cumbre de La Valeta de 2015, los países europeos y africanos se comprometieron a reforzar sus sistemas de control de fronteras y acordaron facilitar el retorno, voluntario o no, de las personas migrantes consideradas ilegales. En consecuencia, las personas migrantes siguen siendo arrestadas arbitrariamente, maltratadas o repatriadas a países en los que corren el riesgo de ser perseguidas.
 
"Estos arrestos, detenciones y expulsiones por parte del Gobierno argelino no respetan el principio fundamental de «no devolución» y son contrarios a la legislación internacional sobre derechos humanos y a la legislación internacional sobre refugiados", afirma el coordinador general de MSF, Jamal Mrrouch. "Es fundamental reajustar estas políticas y garantizar la asistencia humanitaria y protección que son incondicionales para las personas migrantes en proceso de desplazamiento, y asegurarse de que las estructuras locales en los países de tránsito, como Níger, puedan satisfacer las necesidades de todos".
 
 
 
 
Los equipos de MSF han estado trabajando en la región de Agadez desde agosto de 2018, prestando asistencia médica y humanitaria a mujeres, hombres y menores en situación precaria. MSF proporciona asistencia sanitaria, apoyo psicosocial, evacuaciones de emergencia y servicios de búsqueda y rescate de personas migrantes perdidas o abandonadas en el desierto. MSF también facilita a las personas migrantes artículos de primera necesidad como mosquiteras, mantas, kits de higiene y ropa interior. 
 
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