“Nuestro personal médico trata a todas las personas, no les castiguen por eso”

Jonathan Whittall y Luz Saavedra, de MSF, hablan sobre el impacto del contraterrorismo en la prestación de atención médica y humanitaria.

Por Jonathan Whittall, director del Departamento de Análisis del Centro Operativo de MSF en Bruselas, y Luz Saavedra, investigadora principal del informe en el Departamento de Análisis sobre las consecuencias de la lucha contraterrorista en el personal de primera línea.
 
 
Han pasado 20 años desde el inicio de la llamada Guerra contra el Terrorismo. El personal de la primera línea de Médicos Sin Fronteras (MSF) ha visto cómo esta "guerra global contra el terrorismo" impacta a las comunidades y, a menudo, ha diezmado nuestra capacidad para llegar a las personas más necesitadas. MSF publicó un informe basado en una investigación realizada entre los trabajadores y trabajadoras de MSF en la primera línea en algunos de los entornos antiterroristas más afectados de Nigeria, Afganistán e Irak. La perspectiva del personal de la primera línea ha sido ignorada con mucha frecuencia en los debates sobre la lucha contra el terrorismo y su impacto. Lo que nos dijeron es inquietante. Trabajar en la guerra es peligroso y difícil. Trabajar en entornos de lucha contra el terrorismo "echa sal a las heridas", dijo uno de nuestros colegas de la primera línea.
 
Para los trabajadores y trabajadoras de la primera línea, las consecuencias de la creciente guerra contra el terrorismo han sido brutales. El personal de MSF nos informó cómo son golpeados, acosados, insultados y acusados ​​de "apoyar a los terroristas" mientras realizan sus actividades médicas en las puertas o en las salas de los hospitales o en ambulancias en la carretera. Las fuerzas de seguridad esperan que rechacen a pacientes basándose en quienes podrían considerarse como "terroristas". Los grupos armados suelen ser hostiles hacia nuestros equipos y, en algunos casos, solo nos toleran si no se nos considera demasiado cercanos al gobierno. Los gobiernos que luchan contra estos grupos permiten o bloquean la atención médica en función de sus objetivos militares. Este control que se ejerce sobre nosotros genera la sospecha de los grupos armados. Ambos nos han atacado cuando consideran que estamos ayudando a sus enemigos.
 
Como resultado, muchas veces no logramos llegar a la población más vulnerable en las líneas del frente.
 
Para muchos estados, los poderes expansivos que pueden otorgarse al designar al enemigo como "terrorista" han sido demasiado buenos para dejarlos pasar. Siguiendo el ejemplo de Rusia en Chechenia, Estados Unidos y sus aliados, a través de sus guerras iniciales en Afganistán e Irak, junto con Israel en Gaza y Cisjordania, han abierto un camino para que otros lo sigan. Las guerras en Camerún, Mali, Mozambique, Nigeria, Siria, Yemen y otras innumerables, ahora se libran contra un enemigo designado como terrorista. Todo el mundo es "terrorista" de alguien.
 
En estos entornos, los trabajadores y trabajadoras de la primera línea de MSF han atestiguado la detención de pacientes en las camas de los hospitales e instalaciones sanitarias en medio de campañas de bombardeos indiscriminados que a menudo no se molestan en distinguir entre quienes participan directamente en las hostilidades y quienes no. Estas dos categorías son sustituidas por una sospecha criminal generalizada, que dejan sin protección a quienes simplemente se encuentran en un área bajo el control de un grupo "terrorista". La población es sometida a un asedio interminable o son atacados directamente. La ayuda se bloquea o se canaliza según las prioridades militares, no las necesidades humanitarias.
 
Esto lo justifican quienes luchan contra el terrorismo, o simplemente se pasan por alto las consecuencias, porque en esas guerras, los "terroristas" no se consideran convenientemente grupos armados de oposición a los que se aplica el Derecho Internacional Humanitario. Son en cambio, "criminales" que pueden ser erradicados a través de "operaciones de aplicación de la ley". Esto hace que las leyes internacionales de la guerra se enfrenten a las leyes contraterroristas nacionales. Al crear una zona gris entre estos dos conjuntos de leyes, los Estados crean una oportunidad para aflojar los grilletes de sus operaciones militares. No se trata de un un problema abstracto para nuestros trabajadores y trabajadoras de la primera línea; brindar asistencia a las personas heridas y enfermas está protegida por el derecho internacional de la guerra, pero a menudo se tipifica como delito en la legislación contraterrorista.
 
 
 
 
Por lo general, los obstáculos a nuestro trabajo se pueden superar negociando nuestro acceso y con la aceptación con todas las partes en un conflicto. MSF ha hecho esto en innumerables guerras a lo largo de nuestros 50 años de historia. Si somos útiles y podemos demostrar que no hemos tomado partido en el conflicto, podemos sentarnos y, a menudo, podemos llegar a un acuerdo tanto con los gobiernos como con los grupos armados de oposición para poder trabajar de forma segura. Sin embargo, los entornos de contraterrorismo aplican una versión extrema de la lógica "con nosotros o contra nosotros". A nuestros equipos se les impide hablar con todas las partes del conflicto, ya sea porque el gobierno lo prohíbe o porque los grupos armados no confían en nosotros. 
 
En lugar de que los Estados reconozcan las consecuencias de la lucha contra el terrorismo en el personal de la primera línea y garanticen que la acción humanitaria y médica permanezca protegida en los conflictos actuales, hemos visto la proliferación desquiciada del lenguaje y la lógica de la Guerra contra el Terrorismo.
 
Necesitamos ver cambios urgentemente en el trato que recibe el personal humanitario y las comunidades a las que intentamos llegar en estas guerras. Necesitamos poder tratar a pacientes únicamente en función de sus necesidades, sin temor a las repercusiones. Nuestras instalaciones sanitarias deben estar al margen de todo tipo de operaciones militares y de seguridad. Las comunidades en las que trabajamos deben ser tratadas como poblaciones civiles y protegidas, no ser declaradas como partidarias de terroristas y diezmadas. Necesitamos poder hablar con quien tenga la capacidad de perjudicarnos o facilitar nuestro acceso a la población más vulnerable, sin que se nos acuse ​​de "apoyar al terrorismo".
 
Las organizaciones humanitarias imparciales deben estar exentas de ser el objeto de los regímenes legales y las tácticas militares que han llegado a definir la Guerra contra el Terrorismo. Hay que poner fin a las amenazas, el acoso, las agresiones y la violencia contra nuestros y nuestras pacientes y el personal médico que los trata. La acción humanitaria imparcial no puede seguir siendo el daño colateral de la lucha contra el terrorismo.
 
 
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