“Perdimos lo poquito que teníamos”: más de 2,000 personas afectadas por inundaciones en el norte de Honduras

Dos años después de los huracanes Eta e Iota sonaron nuevamente las alarmas de evacuación en el norte de Honduras. Desde finales de septiembre, en Médicos Sin Fronteras comenzamos una intervención de emergencia en Choloma para brindar atención a personas damnificadas por el desbordamiento de dos ríos en el departamento de Cortés.

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El equipo de educación comunitaria de MSF hizo entrega de kits de higiene como parte de la respuesta a la emergencia por las inundaciones en Honduras.
El equipo de MSF en Choloma identificó las principales necesidades de las personas alojadas en albergues tras las inundaciones. El equipo de educación comunitaria hizo entrega de kits de higiene como parte de la respuesta a la emergencia. ©MSF

Desde finales de septiembre, el equipo de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Choloma comenzó una intervención de emergencia en varios albergues para atender a personas damnificadas por el desbordamiento de dos ríos en el departamento de Cortés.

Como si la historia se volviese a escribir, dos años después de los huracanes Eta e Iota sonaron nuevamente las alarmas de evacuación en el norte de Honduras. Los ríos Chamelecón y Ulúa comenzaron a desbordarse y las personas que habitan en sus cercanías, y que recién terminan de recuperar sus casas tras el desastre anterior, tuvieron que huir de ellas. Cientos de familias debieron ubicarse en diferentes albergues para intentar dormir en medio de la angustia.

Durante la actual temporada de lluvias y ciclones, agravada con el paso de la tormenta tropical Julia en la primera semana de octubre, muchos ríos han sobrepasado sus límites, dejando pueblos, vías y cultivos nuevamente bajo el agua. En respuesta a esta emergencia, el gobierno de Honduras a través del Comité Permanente de Contingencias (COPECO) habilitó en tres departamentos más de 95 albergues para dar espacio a más de 8,900 personas. En el departamento de Cortés, al norte del país, se habilitaron 47 albergues donde se han instalado más de 2,300 personas.

“Me acuerdo cuando tenía 10 años que también me sacaron de la casa en lancha porque mi casa se llenó de agua después de los huracanes. A veces me siento triste aquí en el albergue, pero mi mamá me dice que vaya a jugar con los otros niños. Quisiera estar en mi casa, no me gusta este lugar, aunque a veces juego, ya me quiero ir a mi casa. No sé cómo estará, papá la fue a ver, pero dice que todavía hay mucha agua y a saber si ya no hay nada” relata Crisli, un menor que fue instalado junto a su familia en un albergue en el municipio de El Progreso, departamento de Yoro.

Las necesidades son urgentes en los albergues. No hay suficiente provisión de comida, agua potable y las condiciones de saneamiento son precarias. Estas condiciones favorecen la aparición de afectaciones en la salud física y mental de las personas damnificadas. Desde finales de septiembre, el equipo de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Choloma comenzó una intervención de emergencia en varios albergues de la zona. Allí entregan kits de higiene e hidratación, asisten a las personas con charlas grupales sobre autocuidado, brindan acompañamiento en salud mental y trabajan en la detección y prevención de casos de violencia y violencia sexual.

Una familia recibe atención por parte del equipo de MSF en el albergue de Yoro, Honduras
Debido a las inundaciones, Maritza y su familia fueron movilizados en lancha hacia este albergue en El Progreso, departamento de Yoro. Esta familia se vio fuertemente afectada por los huracanes Eta e Iota en 2020 y ahora, con la tormenta tropical Julia, han perdido nuevamente sus pertenencias. ©MSF

“Estamos ayudando en la organización de los albergues, enfatizando en el correcto lavado de manos para evitar la propagación de enfermedades y en la prevención de la violencia sexual, porque hemos identificado situaciones de violencia, en especial contra niñas y niños. En un salón, por ejemplo, están ubicadas cinco familias y cada una pueden tener de tres a cuatro menores. En ese contexto hay mayor vulnerabilidad ante este tipo de situaciones”, relata Karen Zambrana, gestora de actividades comunitarias de MSF en Choloma.

Para Maritza, la madre de Crisli, “esta situación ha sido muy difícil. En los huracanes Eta e Iota perdimos absolutamente todo. Nos ha costado mucho poder recuperarnos, ahora con estas lluvias hemos perdido lo poquito que habíamos conseguido, incluyendo mis gallinas. Una vez más nos vuelven a sacar en lancha porque en donde vivimos el agua cubre el techo de las casas. Estar en estos lugares albergues no es fácil para nadie. Muchas veces no se puede ni dormir porque somos varios en el mismo cuarto. Es difícil, pero no queda de otra”.

Dentro de las actividades de prevención de la violencia, los equipos han identificado que niñas y niños fuera y dentro de los albergues han sufrido acoso y abuso sexual. “El equipo comunitario también trabaja con figuras para que los niños y niñas puedan identificar zonas de su cuerpo que no pueden tocar. Cuando les explicamos esto, muchos se mostraron sorprendidos, inclusive algunos identificaron y admitieron que constantemente eran abusados”, dice Zambrana.

Nuestro equipo de salud mental además trabaja en herramientas para que las personas adultas puedan tener un buen manejo del estrés y la resolución de conflictos. A través de la psicoeducación se busca que puedan normalizar sus síntomas y puedan trabajar en el reforzamiento de mecanismos de afrontamiento. Mientras que con los menores se enfocan en actividades grupales para que también puedan expresar sus emociones.

El equipo de promoción de la salud de MSF trabaja en diferentes actividades recreativas con menores para aliviar los impactos negativos que les puede causar la situación.
El equipo de promoción de la salud de MSF trabaja en diferentes actividades recreativas con niños y niñas para aliviar los impactos negativos que les puede causar la situación. ©MSF

“En el corto plazo, es urgente que el gobierno de Honduras asegure los servicios básicos de la población en los albergues, y que así mismo incluya los servicios de salud mental y la prevención de la violencia como parte fundamental de la respuesta. Posteriormente, se debe implementar una política nacional que garantice la atención psicológica durante y después de estas emergencias”, concluye Zambrana.

Médicos Sin Fronteras (MSF) sigue comprometida desde hace 48 años en brindar apoyo médico humanitario a la población hondureña. La primera intervención de MSF en Honduras fue en 1974, en el contexto del huracán Fifí, y desde entonces ha brindado atención de manera independiente, neutral e imparcial a la población en respuesta a las variadas crisis que han afectado al país. Actualmente, en el departamento de Cortés brinda atención en salud sexual y reproductiva en diferentes comunidades del municipio de Choloma y, en una clínica en San Pedro Sula atiende a poblaciones de la comunidad LGTBIQ+ y personas trabajadoras del sexo. Los equipos en la zona también monitorean la situación humanitaria y despliegan operaciones de emergencia cuando se requiere.

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