RCA: No me siento ni centroafricano ni chadiano

Besieged Taiz - Yemen

Abdel Haffis, profesor de economía en la capital de RCA, espera junto a su mujer y ocho hijos en un campo cerca de la frontera para poder llegar a Chad tras meses de huida. La situación ha obligado a algunos desplazados a tener que vender su ropa para poder conseguir algo de comida. Abdel presenció como una madre era obligada a dejar a su bebé de dos meses en el momento en el que subía a uno de los camiones en dirección al campo.

Abdel Haffis, profesor de economía en la capital de RCA, espera junto a su mujer y ocho hijos en un campo cerca de la frontera para poder llegar a Chad tras meses de huida. La situación ha obligado a algunos desplazados a tener que vender su ropa para poder conseguir algo de comida. Abdel presenció como una madre era obligada a dejar a su bebé de dos meses en el momento en el que subía a uno de los camiones en dirección al campo.

Abdel Haffis es musulmán de padre chadiano y madre centroafricana, y nació hace 40 años en la capital de la República Centroafricana (RCA), Bangui, donde vivió toda su vida. Ahora espera junto a los suyos en un campo de desplazados en Kabo – al norte – que se reabra la frontera con Chad para huir de la violencia que devasta su país hacia una tierra que ni siquiera conoce.

En Bangui, Abdel era profesor de ciencias económicas y allí tuvo ocho hijos junto a su mujer, de religión cristiana. Tras la explosión de violencia en RCA a finales de 2013, tuvo que huir primero al tristemente famoso barrio de PK-12, que se convirtió en un auténtico gueto donde cientos de familias musulmanas se refugiaron de la persecución de los grupos anti-Balaka. En febrero, una docena de camiones del ejército de Chad ofrecieron una vía de escape hacia zonas más seguras, pero la capacidad de estos vehículos era muy insuficiente para la cantidad de personas que buscaban escapar. Abdel presenció escenas horribles, como la de una madre obligada a dejar a su bebé de dos meses en el momento en el que subía a uno de los camiones.

Los que se quedaron tuvieron que afrontar la violencia que explotó en Bangui, y al menos 40 personas de los barrios PK12 y PK5 fueron salvajemente asesinados. Finalmente, a finales de abril, Abdel y su familia pudieron huir hasta la localidad de Kabo, en el norte del país, controlado por milicias Seleka. Sin embargo, a la altura de Dekoa el convoy en el que viajaban fue atacado por milicianos rivales que acabaron con la vida de cuatro pasajeros.

Vender la ropa para comer

Tras dos días de viaje, llegaron a Kabo, donde fueron alojados en un campo de desplazados de Naciones Unidas en condiciones muy difíciles y con escasez de agua, comida y productos tan esenciales como jabón. Según Abdel, un gran problema grave para los desplazados es la subida extrema del precio de los víveres básicos por el cierre de la frontera decretado por las autoridades chadianas. La situación ha obligado a algunos de los desplazados a tener que vender su ropa para poder conseguir algo de comida.

Abdel vive en una pequeña choza hecha con maderas y paja y con un plástico como único techo. No se plantea, como otros, atravesar ilegalmente la frontera con Chad para no poner en peligro a su familia. Espera solo que se reabra para poder culminar su huida hacia un país extraño.

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