República Centroafricana: Las mujeres comparten sus historias de sobrevivencia

MSF support to the populations of Bangassou and Ndu

Desde las elecciones presidenciales y legislativas de diciembre de 2020, una ola de violencia se ha presentado sobre la República Centroafricana (RCA). La cual se suma a décadas de guerra civil que ya ha cobrado un precio alto: hoy en día, más de la mitad de las personas que viven en RCA dependen de la ayuda humanitaria.

“Quienes sufren siempre son los inocentes” 

Desde las elecciones presidenciales y legislativas de diciembre de 2020, una ola de violencia ha arrasado en la República Centroafricana (RCA), que se suma a décadas de una guerra civil que ya ha cobrado un precio alto: hoy en día, más de la mitad de las personas que viven en RCA dependen de la ayuda humanitaria.  

Sin embargo, al estallar los enfrentamientos armados entre la coalición de grupos armados no estatales y las fuerzas gubernamentales respaldadas por tropas extranjeras en muchas partes del país, los combates perturbaron gravemente la labor de las organizaciones humanitarias y el sistema de salud de la República Centroafricana que ya se encontraba bajo presión. Los desplazamientos de pacientes y de personal médico se han reducido, los suministros de medicamentos esenciales son limitados, y el aumento de los precios de los alimentos hace más difícil que las familias puedan permitirse la atención médica. Pagar por servicios de salud es un enorme obstáculo para poder acceder a ella, ya que el 71% de la población vive por debajo del umbral de pobreza. 
 
La preocupante crisis sanitaria afecta de forma desproporcionada a las personas desplazadas y refugiadas. Actualmente 1,3 millones de personas –una de cada tres- son desplazadas internas en la República Centroafricana o han huido a otros países en busca de seguridad. La situación es comparable a los desplazamientos que se produjeron durante la guerra civil de 2013. 
 
El acceso de las mujeres a la atención médica es aún más precario. Incluso fuera de los periodos de violencia aguda, su situación socioeconómica, el riesgo de exposición a la violencia en el hogar u otros lugares, tanto como el acceso muy limitado a la planificación familiar hacen que las mujeres sean especialmente vulnerables. La República Centroafricana tiene una de las tasas de mortalidad materna más altas del mundo.
 
En Bangassou, al sureste de la República Centroafricana, y en Ndu, al norte de la República Democrática del Congo, donde viven muchos refugiados centroafricanos, MSF ofrece atención médica gratuita a las comunidades locales y a la población desplazada, incluida la salud sexual y reproductiva. Cada día, nuestros equipos prestan apoyo pre y postnatal a las mujeres, garantizando las condiciones sanitarias de los partos, gestionando complicaciones obstétricas, facilitando el acceso a la anticoncepción y brindando atención a sobrevivientes de violencia sexual.
 

Aquí, las mujeres que huyeron de la violencia en la República Centroafricana nos comparten sus historias.  

Cruzando el río: Historias de Ndu, República Democrática del Congo
 
Christelle sostiene a su bebé, Alvina, en Ndu, en la escuela donde vive desde el ataque en Bangassou el 3 de enero. República Centroafricana 2021.
 
 
“No quiero que tengamos que huir de nuevo” 
-Christelle, una refugiada de Bangassou 
 
Christelle, una residente de Bangassou, una ciudad localizada al sureste de la República Centroafricana, se preparaba para celebrar el nacimiento de su segundo hijo cuando la coalición de grupos armados atacó y tomo el control de la ciudad el 3 de enero de 2021.  
 
“Cuando empezaron los disparos, huimos inmediatamente de la ciudad”, explica. “Nos metimos en una canoa para llegar al lado congoleño [del río]”. 
 
Al igual que Christelle y su familia, cerca de 13,000 personas huyeron de Bangassou ese día cruzando el río Mbomou para refugiarse en el pueblo de Ndu, donde muchos otros refugiados ya se habían instalado en años anteriores.
 
MSF apoya el centro de salud local de Ndu y está presente en la zona desde 2017. 
 
Hoy Christelle vive en una antigua escuela con otras cien personas refugiadas. 
 
“Mi embarazo estaba muy avanzado cuando huimos de la ciudad. Pero me hicieron un seguimiento en el centro de salud, y por suerte todo salió bien durante el parto”, recuerda mientras sostiene a Alvina en sus brazos. 
 
 
 
Christelle y su hija comparten una habitación con otras 20 personas. Con la reciente afluencia de refugiados en el pueblo, las condiciones de vida no son las más adecuadas. MSF ha aumentado los servicios en el centro de salud y ha instalado urgentemente sistemas de suministro de agua. Afortunadamente, al cabo de varios días, otras organizaciones humanitarias también llegaron para prestar asistencia. 
 
A pesar de las condiciones de vida en Ndu, Christelle no piensa volver a Bangassou. Como muchas otras personas refugiadas, tiene miedo de regresar al pensar en la inestable situación de seguridad de su país. 
 
“Si tengo que volver, quiero estar segura de que estamos a salvo con Alvina. No quiero que tengamos que huir de nuevo”.
 
  
Amatou descansa sobre Odette, una partera del centro de salud en Ndu. La ambulancia de MSF traslada a Amatou al Hospital Universitario de Bangassou para recibir atención obstétrica de urgencia.
 
 
“Amatou está ahora en buenas manos” 
-Odette, partera en Ndu 
 
Odette es partera en el pequeño centro de salud de Ndu.
  
Cuando más de 13,000 personas huyeron de Bangassou y se instalaron en Ndu, el número de consultas en el centro de salud se disparó y MSF tuvo que aumentar rápidamente su apoyo para atender a las mujeres, niños y niñas que sufrían malaria, infecciones respiratorias y diarrea, además de las numerosas mujeres embarazadas. 
 
Actualmente, Odette atiende a Amatou, una paciente de 25 años a punto de dar a luz, pero que está sangrando. No puede dar a luz aquí, vamos a llevarla a Bangassou”, dice Odette. 
 
 Amatou es transportada en camilla hasta el río, donde la espera una “piragua” (una canoa larga y estrecha). Odette cruza el río con Amatou y una ambulancia de MSF se reúne con ellas en la otra orilla para llevarlas al Hospital Universitario, donde nuestros equipos atienden los casos más graves.
 
 
 
 
 
Para Amatou, la presencia de MSF en ambos lados del río es crucial. El hospital de Bangassou es uno de los pocos capaces de gestionar las complicaciones obstétricas en la zona. 
 
“Amatou está ahora en buenas manos", dice Odette, antes de volver al río para regresar al centro de salud de Ndu.
 
En la foto: Ester sostiene a uno de sus gemelos recién nacidos. Su hija mayor está sentada junto a ellos. 
 
 
“Es la segunda vez que me refugio aquí” 
-Ester, refugiada de Bangassou 
 
Ester estaba a punto de dar a luz a dos niñas en Bangassou cuando se produjo el ataque el 3 de enero. Decidió huir con su hija mayor, Princia.
 
“Es la segunda vez que me refugio aquí, la primera vez fue en 2017”, explica mientras espera la consulta postnatal de sus gemelos en el centro de salud de Ndu.
 
“Pensé que iba a dar a luz aquí, pero tuve complicaciones y el equipo me trasladó a Bangassou porque necesitaba una cesárea”
 
"Afortunadamente, el parto salió bien y Ester pudo volver aquí [a] Ndu con sus hijas” relata Laure, partera del centro de salud.  
 
 
Actualmente, Ester y su hija Princia esperan que la situación se calme en Bangassou para poder volver a casa sanas y salvas con los gemelos, Rhode y Laure.
 

Refugiándose en el hospital: Historias de Bangassou, República Centroafricana 

 
"Nadie aquí se siente lo suficientemente seguro como para salir"
-Beatrice, una madre refugiada en el Hospital Universitario
 
Al igual que casi 800 habitantes de Bangassou, Beatrice y su familia acudieron al Hospital Universitario de la ciudad cuando los grupos armados atacaron la localidad el pasado 3 de enero. El pánico era total. Miles de personas intentaban cruzar el río en canoas para ir al Congo”, recuerda. “Muchas corrían peligro de ahogarse. En lugar de cruzar, preferimos venir al hospital de MSF que está aquí”.
 
Cada día, el número de personas que buscaban refugio en el hospital –que MSF apoya desde 2014- aumentaba. De un momento a otro, el complejo hospitalario albergaba unas 2,000 personas. Los equipos de MSF proporcionaron a todas las personas atención médica, alojamiento y agua.
 
No es la primera vez que Beatrice y su familia se refugian en el jardín del hospital. 
 
“Ya vinimos aquí cuando estalló la violencia en 2017. Te sientes seguro en el hospital porque sabes que te pueden atender si pasa algo. Uno de mis hijos se puso enfermo cuando llegamos, pero lo trataron inmediatamente”.
 
 
La madre de seis vive ahora en el recinto del hospital. Su marido se fue para proteger su casa, pero Beatrice prefiere quedarse aquí con su familia.
  
“Escuchamos rumores sobre un nuevo ataque. Nadie aquí se siente lo suficientemente seguro como para salir. Estoy especialmente preocupada por mis hijos. Debido a la inseguridad, los precios han subido y encontrar algo para alimentarles se ha convertido en un verdadero problema. Ya no van a la escuela”. 
 
“La política no debería hacerse con armas en el país” suspira Beatrice. “Porque quienes sufren más siempre son los inocentes” .
 

En la foto: Philomène y sus nietos en el Hospital Universitario, donde han vivido desde los violentos ataques del 3 de enero. 

 
 
 
"Mis nietos y nietas merecen una vida mejor"
-Philoméne, una abuela refugiada en el Hospital Universitario
 
“Cuando oímos los disparos nos aterrorizamos”, relata Philoméne, de 50 años, que huyó al Hospital Universitario con su familia el 3 de enero. “Fuimos directamente al hospital porque sabíamos que allí estaríamos a salvo”.
 
Philomène lleva varias semanas viviendo aquí con sus hijos y nietos. Para ella, la crisis actual se suma a otras muchas tragedias de su vida “Soy viuda y ya he perdido a seis de mis ocho hijos por la enfermedad y la violencia”, dice “La mayoría de mis nietos son huérfanos. Y hoy tenemos que vivir aquí”
 
A pesar de las malas condiciones de vida, Philomène aún no está dispuesta a abandonar el hospital. “Necesitamos seguridad. Sólo la paz nos permitirá reanudar nuestras actividades y reiniciar una vida normal. Mis nietos y nietas merecen una vida mejor”. 
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