Sudán del Sur: El largo camino hacia una nueva vida

Sudán del Sur, el país más joven del mundo, cumplió 10 años. En 2019, la ilustradora Ella Baron visitó la ciudad de Pibor para documentar los extremos que algunas madres deben recorrer para llegar a la atención materna en esta parte del mundo.

Sudán del Sur, el país más joven del mundo, cumplió 10 años. En 2019, la ilustradora Ella Baron visitó la ciudad de Pibor para documentar los extremos que algunas madres deben recorrer para llegar a la atención materna en esta parte del mundo. 
 
La historia del nacimiento de María y su madre Laito se desarrolla como un viaje extraordinario en el que está en juego la vida o la muerte. 
 
Sin embargo, no es nada fuera de lo común. Su experiencia es una realidad habitual en zonas de Sudán del Sur donde las infraestructuras son limitadas y donde cosas aparentemente sencillas, pueden complicarse rápidamente de forma desesperada. Las consecuencias de décadas de violencia están por todas partes. 
 
Tener acceso a la asistencia médica en el parto es importante en cualquier parte del mundo, ya que las complicaciones pueden requerir la intervención del equipo médico especialista para salvar la vida de la madre y su bebé.
 
En 2020, de los aproximadamente 2,300 centros de salud en Sudán del Sur, más de 1,300 no funcionaban. Menos de la mitad de la población de Sudán del Sur vive a menos de cinco kilómetros de un centro de salud funcional. 
 
Estamos haciendo todo para ayudar, y en 2020 nuestros equipos asistieron 13,400 nacimientos en Sudán del Sur. 
 

 

La historia del embarazo de Laito, contada por su madre Chacha 

“Somos del pueblo de Mallodin; a muchos días de camino desde Pibor. Laito estaba embarazada de su primer hijo. Cuando empezaron las contracciones, llamé a nuestra vecina, que es experta en partos”.
 
Vino a nuestra casa y durante tres días intentamos ayudar a Laito para que pudiera dar a luz. Sin embargo, el bebé no llegaba.
 
“¿Qué pasa? ¿Se pondrá bien? ¿Está bien el bebé?” Le pregunte a nuestra vecina. 
 
“Lo siento, no sé qué pasa”, respondió. “En la ciudad de Gumuruk puede que haya parteras de MSF que puedan ayudar. Pero son muchos días de camino desde aquí…no creo que lo consiga”.
 
“Laito es fuerte”, le dije. “Llegaremos allí”. Antes del amanecer, partimos. 
 
Las contracciones eran tan fuertes que Laito no podía caminar sola, así que tuve que sostenerla todo el tiempo. Es temporada de lluvias y el camino estaba lleno de agua, por lo que a veces nos metíamos a lugares donde el agua nos llegaba hasta la cintura.
 
Cuando se hizo de noche, seguíamos caminando y me preocupaba que tuviéramos que dormir junto al camino. Pero entonces vimos una casa. 
 
 
Eran desconocidos para nosotros, pero cuando vieron que Laito estaba embarazada, nos acogieron en su casa.  A la mañana siguiente, nuestro anfitrión bendijo nuestro viaje. A estas alturas, estábamos muy débiles. Llevábamos días sin comer. 
 
Cuando Laito se desmayaba, parábamos a descansar a la sombra de un árbol.  Pero tampoco podemos ignorar el hambre, Recordé cuando Laito me pedía de comer cuando estaba pequeña. Volverá a tener hambre. 
 
A pesar de la debilidad de Laito, sabía que teníamos que seguir caminando. Finalmente llegamos a un río demasiado profundo para cruzarlo a pie. Pagué a dos hombres para que nos ayudaran a cruzar. 
 
No tenían ningún bote, sólo una tela de plástico. Los hombres colocaron el plástico en el agua y lo cruzaron nadando. No podíamos nadar. Sólo el delgado material nos sostenía. Había demasiada agua. Pensé que la lámina se doblaría y nos caeríamos. 
 
Podían venir los cocodrilos. O nos hundiríamos más y más hasta que las tres nos ahogáramos. Laito tenía mucho miedo. 
 
 
Tardamos dos días en llegar a Gumuruk. Pero en la clínica no pudieron ayudarnos. “Lo siento mucho” nos dijo una enfermera de la clínica de MSF, “tienen que ir a Pibor, donde hay mejores instalaciones. Es posible que necesite una cesárea”. 
 
“Pero el camino está inundado, nunca lo lograremos” 
 
“Enviaré un mensaje a MSF Pibor. Vendrá un barco” dijo la enfermera. 
Lo único que podíamos hacer era esperar y confiar que todo saldrá bien. Pero yo me preocupaba, Tal vez no vengan, pensé. Quizá el bebé ya esté muerto o puede que también pierda a Laito.
 
Esperamos dos días y luego la partera María vino en helicóptero. 
[MSF envió a la partera María en helicóptero porque en esa época del año, el río está demasiado lleno de maleza para que los barcos puedan circular. Por cierto, el nombre “María”, lo escogió Laito para su bebé]. 
 
Cuando llegó el helicóptero, las cosas sucedieron muy rápido. 
Después de que las contracciones parecían haber durado ocho estaciones en lugar de ocho días, todo se paralizó. Excepto Laito, y ell era lo único que me importaba. 
 
Ahora, teníamos que volver a casa. Laito es mi hija mayor, pero también tengo otros seis hijos. Mi co-esposa los cuida, junto con los demás pequeños, pero mi hijo menor aún necesita ser amamantado”. 
 
Poco después de que Ella documentara la historia de María, Laito y Chacha, ocurrió una de las peores inundaciones que se recuerdan que afectaron a la región de Pibor. 
 
La ciudad quedó totalmente sumergida, lo que obligó a casi todo el mundo a buscar refugio en la única isla que quedaba en tierra firme. Cada vez más congestionada, con un solo pozo y sin letrinas, las condiciones de vida se deterioraron rápidamente. 
 
Cuando las inundaciones disminuyeron, el resurgimiento de las tensiones entre las comunidades, desencadenó una nueva ola de violencia que obligó a la región local a huir de nuevo de sus hogares. 
 
Sabemos que Chacha, Laito y la bebé María regresaron sanas y salvas a Gumuruk tres días antes de las inundaciones. Sólo podemos esperar que la fuerza que demostraron al llegar a Pibor les haya permitido llegar a casa y mantenerse a salvo. 
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