“¿Tenemos un futuro?”: Un año después de la explosión en Beirut, la situación en Líbano ha empeorado mucho

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MSF social worker visiting Fawziyya Al-Sahili

Desde finales de 2019 Líbano se encuentra en estado de emergencia. El país ha sido sacudido por una crisis económica, la inestabilidad política, las tensiones sociales y además ha sido golpeado duramente por la pandemia de COVID-19. A esto se suma la devastadora explosión que sacudió Beirut el 4 de agosto de 2020. Un año después, la población necesita cada vez más de la ayuda humanitaria. La mitad de la población de Líbano vive en la pobreza extrema, y muchas personas apenas pueden pagar alimentos o medicinas.

Desde finales de 2019 Líbano se encuentra en estado de emergencia. El país ha sido sacudido por una crisis económica, la inestabilidad política, las tensiones sociales y además ha sido golpeado duramente por la pandemia de COVID-19. A esto se suma la devastadora explosión que sacudió Beirut el 4 de agosto de 2020. Un año después, la población necesita cada vez más de la ayuda humanitaria. La mitad de la población de Líbano vive en la pobreza extrema, y muchas personas apenas pueden pagar alimentos o medicinas. Fawziyya Al-Sahili es una de ellas.
 
Fawziyya Al-Sahili vive en el noreste de Líbano. Se encuentra en su cocina preparando un guiso de verduras. "Mis vecinos me trajeron ayer esta comida, de lo contrario no tendríamos verduras frescas", dice. "Hace un año que no comemos carne. Con el sueldo de mi hijo sólo podemos permitirnos pan, frijoles y lentejas. Así son las cosas ahora".
 
Esta mujer de 64 años padece hipertensión arterial alta y diabetes, por lo que necesita llevar una dieta sana con muchas frutas y verduras. Pero estos alimentos suelen estar fuera de su alcance. Uno de sus hijos trabaja en una tienda donde gana 10,000 libras libanesas al día, que equivale a menos de un dólar estadounidense, de acuerdo al tipo de cambio actual. Su otro hijo está desempleado. Los tres viven juntos en una casa que no pueden permitirse terminar de construir. 
 
Desde hace dos años acude a la clínica de MSF más cercana a su casa, en la ciudad de Hermel, al norte de Líbano, para recibir revisiones periódicas y recoger los medicamentos y la insulina que necesita para su tratamiento. 
 

Después de la explosión

Fawziyya y su familia forman parte de la mitad de la población de Líbano que ahora vive en la pobreza extrema. Desde 2019, este pequeño país de la costa oriental del Mediterráneo se ha visto duramente afectado por una crisis económica, el aumento de la inflación, la inestabilidad política y la pandemia de COVID-19.  A todo ello se sumó la explosión que sacudió la capital, Beirut, el 4 de agosto de 2020. 
 
 
 
 
La enorme explosión en la zona del puerto tuvo efectos devastadores: cerca de 200 personas murieron, más de 6,000 resultaron heridas y decenas de miles perdieron sus hogares. También destruyó varias instalaciones públicas, incluyendo los hospitales, y dañó gravemente el almacén central de la autoridad sanitaria, lo que interrumpió el acceso a los medicamentos, especialmente para las personas mayores y pacientes con enfermedades crónicas. 
 
Tras la explosión, los equipos de MSF donaron kits de primeros auxilios a la defensa civil libanesa y suministros médicos y mascarillas a la Cruz Roja libanesa. Los equipos de MSF en tres localidades -Karantina, Mar Mkhayel y Khandak- atendieron a más de 1,800 pacientes con heridas causadas por la explosión y a 4,500 con enfermedades crónicas que necesitaban apoyo médico.
 
Los equipos de MSF también realizaron visitas de puerta en puerta en las zonas afectadas para evaluar las necesidades de la población. Instalaron tanques de agua y distribuyeron kits de purificación de agua y de higiene; y además ampliaron la asistencia psicosocial. 
 
En las semanas siguientes a la explosión, varios hospitales públicos estuvieron casi al límite de su capacidad debido al elevado número de pacientes con COVID-19. Las personas heridas en la explosión se apresuraron a llegar a los hospitales sin tomar medidas preventivas, dado que en ese momento el coronavirus era la menor de sus preocupaciones. 
 
El número de pacientes con COVID-19 se disparó, por lo que Líbano estuvo bajo un cierre durante varias semanas. Incluso antes de la pandemia, el sistema de salud público se enfrentaba a cuellos de botella regulares en materia de medicamentos y suministros médicos como resultado de la crisis económica. Después de la pandemia, la situación empeoró aún más.
 

Escasez de medicamentos 

Un año después de la explosión de Beirut, la necesidad de atención médica y psicológica de la población sigue siendo enorme. Al mismo tiempo, las consultas médicas se ha convertido en un lujo para muchas personas debido al costo de la atención médica privada. "El sistema de salud en Líbano está muy privatizado, por lo que cada vez más personas no pueden pagar los medicamentos o acudir al médico", afirma Hammoud al-Shall, coordinador adjunto de proyectos de MSF. "La población tiene que decidir si gasta su dinero en comida o en medicamentos. Los precios de ambos son hasta cinco veces mayores a lo que solían ser".
 
Fawziyya necesitaba analgésicos, pero le resultó imposible conseguir los medicamentos más básicos, como el paracetamol. "Me caí y tenía mucho dolor de cabeza", dice. "Quería comprar paracetamol, pero el farmacéutico no lo tenía. Preguntamos en otras tres farmacias, y no lo había. El medicamento ya no está disponible en Líbano". 
 
Esta escasez de medicamentos es un reto, incluso para organizaciones como MSF. A las empresas locales les resulta difícil importar medicamentos al país, por lo que ahora MSF importa los más esenciales. La creciente crisis de combustible aumentó los costos de transporte, lo que afecta tanto a las reservas de suministros médicos como a las y los pacientes que intentan llegar a la atención médica.
 

Un futuro incierto 

Muchas personas en Líbano, tanto población local como refugiada, luchan contra el estrés y los traumas psicológicos relacionados con la guerra o el desplazamiento. Ahora, el deterioro de las condiciones de vida supone una carga adicional y afecta a su salud mental. Numerosos pacientes que solicitan ayuda psicológica a MSF sufren depresión, ansiedad o desesperación.
 
 
 
 
Fawziyya Al-Sahili se preocupa por el futuro de su familia. Le preocupa especialmente su hijo, que no tiene trabajo. Él también acude a la clínica de MSF en Hermel, donde recibe apoyo psicosocial.
 
La comida ya está lista, y Fawziyya se sienta sobre la alfombra con platos de arroz, pan blanco y un guiso de verduras delante de ella. Su ansiedad por el futuro está siempre presente, pero aún no ha perdido toda la esperanza. Hay solidaridad entre las personas de Líbano y se siente apoyada por su comunidad, no sólo por sus vecinos que le traen la comida, también por el personal médico y de trabajo social de la clínica de MSF, donde su familia recibe la atención médica y psicosocial gratuita, además de los medicamentos que necesita.
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