Tras seis meses del paso de los huracanes, en Honduras no se ha habilitado la protección suficiente para prevenir otros desastres

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Impact of hurricanes Eta and Lota

Bertrand Rossier, coordinador del proyecto de emergencia de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Honduras, lleva más de 18 años trabajando para la organización humanitaria en países como República Democrática del Congo, Sudán, Filipinas o México. Después de varios meses de atender, junto con un equipo, las afectaciones más graves que dejaron los huracanes Eta e Iota en noviembre pasado, Rossier considera que la población se enfrenta al riesgo constante de sufrir otro desastre, ante la capacidad insuficiente de contener los desbordamientos de los ríos.

Bertrand Rossier, coordinador del proyecto de emergencia de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Honduras, lleva más de 18 años trabajando para la organización humanitaria en países como República Democrática del Congo, Sudán, Filipinas o México. Después de varios meses de atender, junto con un equipo, las afectaciones más graves que dejaron los huracanes Eta e Iota en noviembre pasado, Rossier considera que la población se enfrenta al riesgo constante de sufrir otro desastre, ante la capacidad insuficiente de contener los desbordamientos de los ríos.
 

¿Cuál es el impacto del medio ambiente en los desastres como el Honduras? 

Los huracanes Eta e Iota han sido los más fuertes desde el huracán “Mitch”, en 1998. Las personas comparan estos dos fenómenos debido a los devastadores desastres que dejaron. Sus causas las determinan variantes meteorológicas, pero también influye mucho el calentamiento global. A finales del año pasado, varios municipios, colonias y áreas quedaron inundadas por meses. Hubo cientos de heridos, muertos, desaparecidos. Tres millones de personas quedaron afectadas y 55,435 en albergues. El sentimiento de las personas al hablar de esto sigue siendo desolador. 
 

¿Cómo se encuentran las personas más afectadas, a seis meses del paso de los huracanes? 

Siguen en un proceso de recuperación, rehabilitación de viviendas y ubicación. Las comunidades a donde vamos, que también fueron las más afectadas, se quejan de que no reciben mucha ayuda por parte del gobierno. Esto genera molestia. Lo que hemos observado es que el sistema de agua no suple las necesidades básicas, por lo que las personas piden constantemente el apoyo de otros actores y del gobierno, pero la respuesta ha sido insuficiente. Dichas comunidades, municipios y colonias necesitan ayuda de forma urgente. Ahora se encuentran reconstruyendo sus hogares con lo que pueden. La mayor preocupación, hasta el momento, es que no se ha trabajado en la contención de los ríos. Se debe mantener un control para evitar que vuelvan a desbordarse. Hemos detectado que cuando llueve, el nivel de los ríos se acerca a sus límites y hay varias comunidades que ya no están protegidas. No se ha habilitado la protección suficiente para prevenir otros desastres. 
 
 
 

¿Quiere decir que, si llueve mucho y se desbordan los ríos, probablemente pueda ocurrir otro desastre u otro deslave que afecte a cientos o miles de personas? 

Sí, la preocupación de la población, tras el anuncio de la época de lluvia y huracanes, es que no se sienten preparados para enfrentar otro tipo de catástrofe, porque ahora se encuentran más frágiles y vulnerables.
 

¿Por qué MSF decidió abrir un nuevo proyecto enfocando sus esfuerzos en la salud planetaria? 

Justo después de los huracanes, realizamos varias intervenciones, ofreciendo servicios de salud médicos y psicológicos en albergues y lugares donde se reubicaron las personas que se quedaron sin casa. Después de esto, definimos que había una necesidad de extender estas actividades, porque debido a la pandemia de COVID-19, las estructuras de salud estaban saturadas. El sistema de salud de Honduras sufría de debilidades preexistentes cuando la emergencia ocasionada por la pandemia lo doblegó y sobrepasó sus capacidades.
 
Basados en la salud planetaria, un enfoque que nos ayuda a comprender las conexiones entre un desastre ocurrido con otro que podría suceder a futuro, tomamos la decisión de actuar para prevenir posibles brotes de dengue, ocasionados por las lluvias, desplegamos actividades dentro de las comunidades para evitar posibles riesgos de brotes, incluyendo sanitización, búsqueda de criaderos de mosquitos en recipientes o pilas de agua. También acompañamos con campañas de educación, para reforzar la sensibilización sobre el riesgo del dengue o las medidas que se deben tomar para evitar la proliferación del mosquito. Justo después, realizamos actividades de fumigación, de casa en casa, para exterminar el animal dentro de los hogares.
 
De igual manera estamos montando, en seis centros de salud, lo que se conoce como “centros centinela”, para mejorar la detección de casos a través de pruebas rápidas. Estamos otorgando una prueba a la Secretaría de Salud por cada caso sospechoso de dengue, para así poderlo identificar de forma temprana y, de ser un caso grave, trasladarlo rápidamente a una estructura que trate el caso de manera más eficaz.  
 
Después tenemos a un equipo de logística que se enfoca en la parte de agua, saneamiento e higiene, que realiza limpieza de pozos existentes. Y hacemos las mejoras del sistema de agua, porque muchas tuberías se rompieron. Con ayuda de la comunidad instalamos bombas de agua asegurándonos de que funcionen y realizamos donaciones de tubería que finalmente serán de ayuda a las comunidades. Aparte hemos hecho algunas rehabilitaciones pequeñas dentro del centro de salud, mejorando consultorios destinados para las consultas de salud mental.
 

¿Cuándo se espera el próximo brote de dengue? 

El último fue en 2019, pero existen diversos indicadores que pueden haberlo propiciado, ya sea por las inundaciones, las condiciones del agua estancada, etc. Es realmente difícil predecir brotes de dengue y no tenemos indicadores claves que anuncien un brote. En esta ocasión el índice es más bajo que el año pasado y los casos identificados o detectados son muy pocos. 
 
La Secretaría de Salud tampoco cuenta con un sistema de detección preciso. No utilizan pruebas diagnósticas, para saber si una persona está enferma o no de dengue, por lo tanto, no contamos con datos o información sobre el número de casos exactos, y esto nos limita sólo a tener conocimiento de pacientes con síntomas, pero no está 100% avalado por un laboratorio. Esta situación se vuelve un poco más difícil si tomamos en cuenta la problemática de la COVID-19 en la que se priorizan pacientes con síntomas respiratorios. No obstante, nos tranquiliza saber que ahora los hospitales no se encuentran saturados por casos de esta enfermedad vectorial. 
 
 
 

¿Cómo están atendiendo los impactos de la población en cuanto a la salud mental? 

Apoyamos a la población pensando en la actual pandemia de la COVID-19, más la violencia que se vive en el país, la situación económica deteriorada y que sabemos que mucha gente ha decidido emigrar, lo que conlleva a que exista más desplazamiento por falta de alimentos o recursos básicos. Entonces, la situación va empeorando y está claro desde el inicio que había necesidades previas. Por eso, incorporamos un equipo de psicólogos que apoya a varios centros de salud y llevamos a cabo diferentes tipos de consulta individual. Asimismo, hemos desplegado un equipo de promotores de salud, quienes trabajan en estas comunidades, realizando actividades de educación y promoción del cuidado y prevención de enfermedades como COVID-19 o el dengue. Este equipo transfiere a las personas a los ocho centros de salud en donde tenemos un equipo de psicología que se esfuerza por brindar el mejor servicio. Cabe destacar que el trabajo en algunas comunidades con altos índices de criminalidad representa un trabajo logístico bastante importante, porque debemos garantizar la seguridad y la aceptación de MSF.
 

¿Han identificado a más personas que han tenido que migrar, a raíz de los huracanes? 

Claro, desde comienzos de este año, cuando atendimos en varios puntos a las personas que iban en las caravanas, fuimos testigos del impacto de los huracanes y la violencia en sus vidas. Las causas tienen que ver con las amenazas, extorsiones, pero también con haberlo perdido todo y quedar damnificados. Muchas familias se quedaron sin su siembra o su casa. Cuando visitamos las comunidades y vamos a realizar control de vectores, un gran número de las casas continúan cerradas. La mismas personas con las que hablamos nos comentan que se han ido todos. Algunas personas hacia Estados Unidos y otras se mudaron a otro barrio o ciudad. No tenemos los datos o cantidades exactas de cuántas; no obstante, la percepción es clara: se han ido tras perder todas sus pertenencias.
 

¿Qué es lo que más le preocupa a MSF en este momento?

Lo más urgente es la protección a las comunidades. Las poblaciones, municipios y colonias no están preparadas para la llegada de lluvias. Si los canales se desbordan, éstas no cuentan con la protección necesaria para mantenerse a salvo.
 
Los diferentes sistemas de agua han sido afectados por los huracanes y varias poblaciones siguen sin tener acceso al agua potable de calidad que sea clorada, lo que podría aumentar los riesgos de enfermedades hídricas.
 
También, considerando las debilidades y limitaciones de infraestructura y servicios preexistentes y ante las necesidades actuales postemergencia, para MSF es prioritario mejorar el acceso a los servicios de salud mental, incluyendo la ampliación de espacios dirigidos para la salud mental de la población.
 
 
 
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