Un día en la vida de un liberiano que lucha contra el Ébola

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El equipo de recolección de víctimas de Ébola – tanto vivos como muertos – en las comunidades de Monrovia, enfrenta cada día a una difícil tarea en la lucha contra la epidemia.

El equipo de recolección de víctimas de Ébola – tanto vivos como muertos – en las comunidades de Monrovia, enfrenta cada día a una difícil tarea en la lucha contra la epidemia.

Suena el teléfono. Hay un cadáver en el barrio, y como con cada muerte en la ciudad de Monrovia en este momento, el sospechoso es el Ébola. El cuerpo de una víctima de Ébola es extremadamente contagioso, por lo que debe ser recogido, y la casa y las pertenencias de la víctima desinfectadas. Esta tarea recae en las manos de B Sunday Williams, un especialista en desinfección con cloro originario de Liberia, y de sus colegas del equipo de trabajadores comunitarios de MSF en Monrovia.

"Cuando comencé este trabajo tuve mucho miedo en mí", dice Williams. "Cuando me enteré del Ébola, me asusté. Tenía miedo de levantar un cuerpo. Pero ahora ya no estoy asustado, me siento protegido".

El equipo de trabajo comunitario es multidisciplinar, y está conformado por enfermeras, promotores de salud, expertos en agua y saneamiento, y especialistas en desinfección. Ellos se ocupan de toda la comunidad, de los vivos y de los muertos; del transporte de los casos sospechosos de Ébola al centro de tratamiento, de la desinfección de las casas de los enfermos de Ébola, y de proporcionar información sobre la forma en la que las personas pueden protegerse a sí mismas, y sobre cómo remover respetuosamente a los muertos.

Williams y los otros siete miembros del equipo suben en un vehículo de doble tracción afuera del Centro de Manejo de Casos de Ébola de MSF en Monrovia y se dirigen Paynesville. Este barrio está en las afueras de Monrovia, camino del aeropuerto y ha sido duramente golpeado por el Ébola en los últimos meses. Una pequeña multitud, medio curiosa, medio agitada, espera al equipo en la puerta de una casa. El equipo no pestañea – están acostumbrados a la atención.

"A veces cuando vamos a las comunidades, la gente tiene miedo de nosotros, pero les decimos que no hay razón para temernos", dice Williams. "Yo no toco a nadie. Hago todo para protegerme. Incluso cuando estoy usando el equipo de protección personal, me siento cómodo, protegido".

Después de hablar con la familia, Williams y los otros se ponen su equipo de protección. La multitud sigue mirando. Incluso dentro de su traje amarillo, Williams es fácil distinguir debido al tanque azul lleno de cloro que lleva en su espalda.

"A veces cuando vamos a desinfectar una casa, el lugar es oscuro", dice. "Uno tiene que protegerse y proteger a sus compañeros de equipo, ya que si el pulverizador no hace su trabajo correctamente, puede afectar a todo el equipo. Cuando una persona entra en contacto con el virus, la seguridad de todos está en juego".

El rol de Williams, que no existía en Liberia antes de la epidemia, es único. Ingresa solo a la casa, mientras el resto del equipo espera afuera, para rociar metódicamente el cuerpo de la víctima, así como todo el entorno con una solución de cloro al 0,5 por ciento. Esto mata al virus y hace que sea más seguro para que los demás realicen la labor de remover el cuerpo.

"El aspersor es el aliado que permite asegurar que el lugar es realmente seguro, antes de que el equipo entre en la casa", dice.

Sólo cuando vuelve a salir, después de haber tenido cuidado de no tocar nada que no haya rociado, el resto del equipo puede entrar. Es como si fuera su guardián, brindándoles seguridad y ayudándoles a asegurarse de que ninguno de ellos se convierta también en víctima del virus.

El fallecido es un bebé de apenas 18 meses y uno de los trabajadores debe tomar una muestra de saliva del interior de su boca para confirmar que la muerte fue por Ébola. Su pequeño cadáver se coloca dentro de una bolsa de plástico de color blanco, que se rocía de nuevo con cloro. Cuando la bolsa es llevada fuera, la multitud guarda silencio, un silencio interrumpido sólo por los gemidos de dolor de la familia.

Una vez que se ha hecho el trabajo dentro de la casa, los miembros del equipo deben ser desinfectados repetidamente y constantemente, ya que deben retirarse todas las capas de su equipo de protección. Es un proceso lento y que debe realizarse exactamente de la misma y metódica manera cada vez.

El cuerpo es subido a un vehículo de MSF y es llevado a la morgue. No puede haber ritos funerarios tradicionales, que incluyen lavar y tocar el cuerpo, debido al riesgo de infección. Esto hace que una situación ya desgarradora sea aún peor para la familia. Ellos nunca verán al bebé de nuevo.

Esto no es más que un par de horas en la vida de los equipos de trabajo comunitario de MSF. Es una de las tareas más difíciles en la lucha contra el Ébola, y Williams no tiene ninguna duda de su importancia.

"Cuando MSF me invitó a unirme al equipo de trabajo comunitario, no fue fácil tomar una decisión", dice. "Pero poco a poco, con fuerza, puede hacerlo. Hoy, tengo pasión por el trabajo".

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