Vidas divididas en la frontera congolesa

Refugees in northern DRC

El coordinador del proyecto de Médicos sin Fronteras (MSF) en el norte de la República Democrática del Congo, Sébastien Jagla, describe los desafíos para proporcionar asistencia humanitaria a los refugiados centroafricanos, en constante movimiento entre dos lugares y sin un verdadero hogar.

El coordinador del proyecto de Médicos Sin Fronteras (MSF) en el norte de la República Democrática del Congo, Sébastien Jagla, describe los desafíos para proporcionar asistencia humanitaria a los refugiados centroafricanos, en constante movimiento entre dos lugares y sin un verdadero hogar.
 
Los refugiados de la República Centroafricana (RCA) en el norte de la República Democrática del Congo (RDC) pueden ser  a veces invisibles. Desde mediados de 2017, decenas de miles han huido de un conflicto brutal y se han asentado en los últimos meses al otro lado del río Ubangi, en los distritos congoleños de Gbadolite y Mobayi-Mbongo. El número actual de refugiados asciende a aproximadamente 42,000, menos que los aproximadamente 67,000 que hubo en el pico del desplazamiento hace algunos meses.
 
Es difícil rastrearlos. Muchos todavía están cuidando sus campos y propiedades restantes a solo unos pocos kilómetros de distancia y vuelven esporádicamente en busca de comida y subsistencia. Están constantemente en movimiento, viviendo en la incertidumbre como refugiados y retornados a tiempo parcial, sin beneficiarse realmente de ninguno de esos estatus y siendo víctimas de la violencia y acoso por diferentes partes en ambos lados del río.
 

Mezclados con la comunidad local

 
Algunos han logrado mezclarse con la comunidad local o viven a su lado en pequeños asentamientos en pueblos y aldeas a lo largo de la frontera ribereña congolesa. Han construido sus propios refugios: generalmente cabañas de madera. Esto les permite pescar y cultivar mientras permanecen cerca de su país de origen. Sin embargo, a veces surgen dificultades al acceder a los recursos existentes y los servicios básicos.
 
Los refugiados centroafricanos en estas áreas están algo alejados de los campos donde se concentra la asistencia humanitaria de las autoridades de la República Democrática del Congo y el ACNUR. También son más difíciles de localizar para las pocas organizaciones de ayuda presentes en una región remota donde la logística plantea grandes desafíos para la intervención en una crisis que, además de eso, no ha llamado mucho la atención.
 

Cruces arriesgados

 
Muchos de los refugiados continúan cruzando periódicamente hacia la República Centroafricana a pesar de que a menudo se enfrentan a violencia por parte de grupos armados en el camino o cuando regresan temporalmente al país. Como nos explicó un refugiado, unos milicianos le cortaron con un machete porque regresó a recoger una cosecha de café. Los hombres armados argumentaron que el refugiado ya no tenía derecho a esa cosecha, dado que había elegido vivir en el otro lado del río.
 
Otros refugiados no solo han proporcionado testimonios similares sobre sus viajes de regreso, sino también historias de disputas con congoleses locales a la hora de acceder a pozos y fuentes de agua o al dividir las cosechas de mandioca que se les permitió recolectar en beneficio de ambas comunidades.
 

Asistencia humanitaria dispersa

 
Estas tensiones diarias y, lo que es más importante, los arriesgados retornos a un lugar obviamente inseguro, probablemente serían menos frecuentes si hubiera una asistencia humanitaria adecuada, pero lo que hemos visto en los últimos seis meses de intervención es que los cruces se han vuelto frecuentes. Entretanto, la crisis no ha logrado generar ningún tipo de atención.
 
Si bien esto puede no ser una emergencia en términos de mortalidad y niveles de desnutrición infantil, nuestros equipos fijos y móviles han observado una gran prevalencia de enfermedades graves, siendo la malaria, la diarrea y las infecciones respiratorias las más comunes, un patrón habitual en las crisis de desplazamiento. Nuestros equipos ven a personas muy vulnerables que merecen atención en un contexto en el que el ya limitado sistema de salud y servicios básicos se ha visto saturado, afectando por tanto también a la comunidad de acogida. La falta de visibilidad y conocimiento de esta población vulnerable socava la capacidad de atender sus necesidades.
 
MSF apoyó entre mediados de septiembre de 2017 y fines de marzo de 2018 dos hospitales y nueve centros de salud en los distritos del norte congoleño de Gbadolite y Mobayi-Mbongo y operó clínicas móviles para asistir tanto a los refugiados centroafricanos como a la comunidad anfitriona.
 
Los equipos proporcionaron más de 38,600 consultas médicas, admitieron a 3.970 pacientes, trataron a casi 2,000 niños menores de cinco años por desnutrición y vacunaron a 20,000 niños por sarampión como parte de una campaña de vacunación contra varias enfermedades. Los equipos logísticos también han ayudado a mejorar las condiciones de agua y saneamiento mediante la construcción de 13 pozos y la rehabilitación de otras fuentes de agua. 
 
La intervención ahora ha sido entregada al Ministerio de Salud después de que parte del personal recibió capacitación, mientras que MSF mantiene un sistema de vigilancia en la provincia de Nord-Ubangi para intervenir en caso de que se presente una emergencia. 
 
Desde mayo de 2017, MSF también brinda atención médica en la población de Ndu, al este de Gbadolite, a más de 12,000 refugiados de la ciudad de Bangassou, en la República Centroafricana. Después de un ataque contra su personal el pasado noviembre, MSF suspendió sus actividades en Bangassou, pero continúa ofreciendo apoyo remoto a los refugiados de  RCA en Ndu.
 
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