Voces de Kivu Norte, República Democrática del Congo

MSF responde en Kivu Sur ante la llegada de miles de personas desplazadas
Un miembro del personal de MSF camina por una sala llena de pacientes en el Hospital General de Referencia de Minova, en la provincia de Kivu del Sur, al este de la RDC. © Charly Kasereka/MSF

La intensificación del conflicto durante el último año en Kivu Norte, en el este de la República Democrática del Congo (RDC), ha forzado a alrededor de un millón de personas a abandonar sus hogares.

La mayoría se ha refugiado en otros puntos de la provincia, particularmente en las afueras de la capital provincial, Goma, pero desde principios de 2023 más de 80,000 personas han cruzado a la provincia vecina de Kivu Sur, en algunos casos a zonas de muy difícil acceso como los altiplanos, o Hauts Plateaux, donde permanecen invisibles.

Desde Médicos Sin Fronteras (MSF) lanzamos una respuesta de emergencia en las localidades de Minova y Numbi, en Kivu Sur.

 

“Desde que huimos de nuestra casa, cuatro de mis hijos se han enfermado”

Haruna*, de 49 años, es de Karuba, Kivu del Norte. Ahora vive con su esposo y sus ocho hijos, de entre uno y 19 años, en un asentamiento para personas desplazadas en Bweremana, en la frontera entre Kivu Norte y Kivu Sur.

“Habíamos escuchado que se avecinaba violencia. Cuando la guerra finalmente llegó a mi pueblo el 20 de febrero, gente con uniformes militares comenzó a disparar a diestra y siniestra. Uno de mis hijos y su esposa embarazada fueron alcanzados por las balas y murieron. El resto de la familia huimos.

La última distribución de alimentos en Bweremana ocurrió cuando estaba en el hospital con uno de mis hijos, que estaba enfermo de malaria y sarampión. Esta última vez nos derivaron al hospital de Minova, ya que mi hijo pequeño tiene una combinación de sarampión y desnutrición. Desde que huimos de nuestra casa, cuatro de mis hijos se han enfermado. Otros de mis hijos contrajeron cólera anteriormente. Tengo pocas esperanzas de que las cosas mejoren pronto, ya que todavía hay inseguridad en mi aldea”.

 

“Teníamos un enemigo, la violencia, y ahora nos enfrentamos a otro: la falta de alimentos”

Bakongo, de 77 años, es de Kalenga, en Kivu Norte. Ahora se refugia en un campo para personas desplazadas en Bweremana, en la frontera entre Kivu del Norte y Kivu del Sur. © Charly Kasereka/MSF

 

“Esta es la primera vez que me desplazo debido a la guerra. Mi madre y mi esposa fueron asesinadas. No pude traer nada conmigo desde Kalenga. Llegamos a Bweremana tras un viaje a pie de dos días, recorriendo unos 55 km. Fue muy agotador. Desde febrero no hemos recibido ningún tipo de asistencia de socorro.

Teníamos un enemigo, la violencia, y ahora nos enfrentamos a otro: la falta de alimentos. Nos vemos obligados a ir al pueblo a mendigar alimentos y dinero. A menudo paso hasta tres días sin comer. A lo sumo consigo unas papas y un poco de mandioca. Antes del conflicto cultivaba y teníamos suficiente para comer. Es aún peor para las madres que no tienen nada para sus hijos. Los refugios no son buenos; la gente contrae fácilmente diarrea y cólera”.

 

“Me vuelvo loca pensando que mis hijos pueden pasarse toda la noche sin haber comido”

MSF responde en Kivu Sur ante la llegada de miles de personas desplazadas
Rehema, de 35 años, es de Rubaya, Masisi, Kivu Norte. Ahora se encuentra en Numbi, Kivu Sur, con sus cuatro hijos, incluyendo a su bebé Innocent. © Igor Barbero/MSF

 

“Habíamos oído que había enfrentamientos, pero no pensábamos que llegarían a Rubaya. Un día de febrero vi a militares bajar por la colina y hubo disparos. No quise esperar a que llegara la violencia. Cientos de personas nos marchamos. No pude llevar nada conmigo, solo a mis cuatro hijos. Pasé la noche en Ngungu, pero allí tampoco era seguro, así que continuamos hasta Numbi. Conocía a algunas personas que se habían mudado aquí. En Masisi, los ataques de venganza han sido frecuentes. Esta es la tercera vez que me veo obligada a huir. En las otras ocasiones nos refugiamos temporalmente en casas de campesinos.

Aquí trabajo ahora transportando grandes sacos de carbón hasta Kalungu y otros lugares. Uno de mis hijos cuida al pequeño y los demás me ayudan. Tardamos cinco horas en ir y otras cinco en volver. Es muy agotador ya que hay muchas pendientes empinadas. Cuando llego, me duelen mucho los pies. Por este trabajo recibimos alrededor de 3,000 francos congoleños cada vez (1,5 dólares estadounidenses), y esto me permite pagar el alquiler mensual de la habitación, que es de 15,000 francos congoleños (7,3 dólares). Con el dinero que me sobra, compro maíz. Si aún me queda algo más, compro jabón. Me vuelvo loca pensando que mis hijos pueden pasarse toda la noche sin haber comido. Antes en Masisi comíamos cuatro veces al día y con cierta variedad: papas, frijoles, maíz… Ahora solo comemos una vez, por la noche, y siempre es lo mismo.

No tengo dinero para comprar ropa nueva. No tenemos ducha, así que tenemos que lavarnos por la noche, en la oscuridad, para tener algo de privacidad. Tampoco tenemos letrina, así que le pedimos a los vecinos utilizar la suya. El punto de agua está a 15 minutos a pie, pero no podemos ir en la oscuridad, así que a veces nos quedamos sin agua. No he recibido ningún tipo de ayuda humanitaria. El bebé está enfermo de diarrea, por lo que no he podido trabajar en los últimos días. Mientras no haya paz, seguiremos sufriendo”.

 

“Tardé un día entero en llegar al hospital”

MSF responde en Kivu Sur ante la llegada de miles de personas desplazadas
Maniriho, de 20 años, es de Karuba, Masisi, Kivu  Norte. Ahora vive en Lumbishi, Kivu  Sur, con su marido y sus cuatro hijos, de entre seis meses y seis años. © Igor Barbero/MSF

 

“Llevamos dos meses en Lumbishi desde que huimos de esta guerra, que ha causado la muerte de mi madre y de mi padre. Al principio nos alojamos en una iglesia, luego nos dieron un lugar para vivir. Los seis vivimos en una habitación muy pequeña. Elegimos venir a Lumbishi porque aquí puedes ganar algo de dinero como jornalero. Gano alrededor de 2,000 francos congoleños (1 dólar) por un día de trabajo en el campo.

Mi hijo menor está enfermo de sarampión y fue ingresado en el hospital Numbi hace tres días. Es el tercero de mis hijos en contraer esta enfermedad. Me derivaron aquí desde el centro de salud de Lumbishi. Vine porque el servicio es gratuito. Busqué una moto, pero fue imposible encontrar un conductor ya que la carretera está en muy mal estado debido a las fuertes lluvias. Tardé un día entero llegar al hospital. No recibimos ningún tipo de asistencia aparte de la que proporciona la iglesia. Creo que será muy complicado regresar a casa pronto debido a la inseguridad”.

 

“Siempre hemos tenido que empezar de nuevo desde cero”

MSF responde en Kivu Sur ante la llegada de miles de personas desplazadas
Birandala, de 52 años, y su esposa Riziki, de 48, se han pasado la vida en movimiento. Recientemente, huyeron con su familia de Rubaya, en Masisi, provincia de Kivu Norte, a Numbi, Kivu Sur. © Charly Kasereka/MSF

 

“Nos conocimos hace 36 años en Kitchanga, donde hemos pasado parte de nuestra vida. Diferentes conflictos y rebeliones armadas nos han obligado a huir de nuestro hogar en múltiples ocasiones. La primera vez fue en 1997, cuando Kabila padre estaba en el poder, y nos vimos obligados a desplazarnos nuevamente en 2001, 2013, 2019 y 2022. En cada ocasión nos refugiábamos en otros lugares durante algunos años para después regresar a Kitchanga cuando las cosas se estabilizaban.

Entre 1997 y 2000 vivimos en Bweremana con una familia de acogida. También vivimos con una familia de acogida en Minova entre 2001 y 2004. Entre 2013 y 2018 vivimos en un gran campo para personas desplazadas en Muganga, cerca de Goma. Recientemente, entre 2019 y 2022 estuvimos en Rubaya, también con una familia de acogida. Ahora, en Numbi, tenemos un pequeño lugar para hospedarnos a cambio de nuestro trabajo. Cocino nyama choma (carne a la parrilla) y gano 4,000 francos congoleños (2 dólares estadounidenses) al día.

En general, nunca hemos recibido mucha asistencia humanitaria, a excepción del periodo que estuvimos en Muganga, donde nos dieron un refugio y alimentos y artículos de primera necesidad con regularidad. En las otras ocasiones no nos dieron nada o muy rara vez, como sucedió en Bweremana. Aquí en Numbi nos dieron un paquete de ayuda para tres meses, pero tuvimos que hacer un largo viaje para recogerla.

Nuestros parientes están dispersos por la región, la mayoría en las afueras de Goma. Nuestros 13 hijos nacieron en diferentes lugares. Dos murieron cuando huimos de nuestra casa en 2019. Mientras escapábamos, mi esposa y yo nos separamos. Yo llevé conmigo dos de los pequeños y Riziki, otros nueve. En medio de la confusión, dos de los niños se quedaron en la casa y murieron allí. Apenas nos dimos cuenta dos meses más tarde, cuando volvimos a encontrarnos.

Nuestro hijo mayor conoció a su esposa en el campo para personas desplazadas de Muganga y ambos viven ahora también en Numbi, con sus tres hijos. Nuestro segundo hijo mayor está en Walikale, pero no hemos tenido noticias de él en los últimos tres años. Los nueve hijos restantes viven aquí con nosotros. Algunos de ellos trabajan transportando mercancías a Kalungu. Solo el más joven ha podido asistir a la escuela durante algunos años; el resto no recibió educación.

Cuando las cosas se calman, tratamos de volver a casa. A veces nos hemos ganado bien la vida. Durante un tiempo vendí vacas en Kitchanga y teníamos campos para cultivar. Pero lo hemos perdido todo, nuestros ahorros y nuestro sustento. Cada vez que huimos, siempre hemos tenido que empezar de nuevo desde cero. Cuando dejas todo atrás, lo más importante es tener buena salud, alimentación y un lugar donde dormir.

Hemos sufrido todo tipo de enfermedades. A uno de nuestros hijos le salió una hernia por caminar tanto, y mi esposa perdió la vista del ojo derecho a causa de un accidente en una huida. A veces hemos pasado varios días sin comida ni agua, hasta tal punto que pensé que me volvería loco. Lo que nos da fuerza es el amor que tenemos el uno por el otro y por nuestros hijos. Si pudiera enviar un mensaje al mundo, sería que necesitamos paz”.

 

“Ahora todo lo que tengo es lo que llevo puesto”

MSF responde en Kivu Sur ante la llegada de miles de personas desplazadas
Josephine, de 32 años, es una madre viuda de Walikale, Kivu Norte, que desde febrero se ha refugiado en Numbi, Kivu Sur, con sus hijos, el menor de ellos es Valentin, de 18 meses. © Igor Barbero/MSF

 

“Mi hijo menor está enfermo de sarampión y malaria. Después de seis días ha comenzado a mejorar y ya está comiendo de nuevo. Al principio pensé que era una malaria simple y yo misma le di algunos medicamentos, pero no mejoraba, así que vine al hospital. Suelo ir al pueblo de Shange a pedir comida. Algunas personas me dan papas.

Aquí, Médicos Sin Fronteras proporciona a las y los pacientes alimentos y jabón, pero después de que nos den de alta, no tendremos apoyo. A menudo pienso en rendirme, pero estoy tan preocupada por mis hijos que esto me hace seguir luchando. Tardamos un mes en llegar a Numbi, caminando por el bosque. Los niños sufrieron mucho, sus piernas estaban hinchadas. Por el camino un grupo armado nos lo quitó todo. Ahora todo lo que tengo es lo que llevo puesto”.

 

“Toda mi familia está dispersa y ahora estoy solo”

MSF responde en Kivu Sur ante la llegada de miles de personas desplazadas
Chance (derecha), de 22 años, es de Bukombo, Kivu Norte. Conoció a Ashafa (izquierda), de 30 años, cuando huían de los combates. Desde finales de febrero, se han refugiado en una escuela en Minova, Kivu Sur. © Igor Barbero/MSF

 

“Mi madre fue asesinada y mi padre fue secuestrado. Toda mi familia está dispersa y ahora estoy solo. Tienes que dar muchas vueltas para encontrar algo para comer. Tampoco hay mucha agua. Hace poco sufrí malaria y tuve una mala reacción a la medicación. Estar lejos de tu casa, en otra provincia, es muy difícil. Huimos en una camioneta, pero unos hombres armados nos tiraron explosivos. Algunas personas sobrevivieron al ataque y otras murieron. Después, tuvimos que caminar durante tres días hasta llegar aquí”.

 

Compartir