Haití: mantener la atención médica en medio de la violencia extrema y la incertidumbre

Surviving violence

El asesinato del presidente Jovenel Moïse la semana pasada atrajo la atención mundial sobre la actual agitación política en Haití, pero el país ya se encontraba en un estado de profunda crisis desde hace muchos meses. Stéphane Doyon, director del programa de MSF en Haití, describe el deterioro de la situación humanitaria y el extraordinario nivel de violencia que se está produciendo.

El asesinato del presidente Jovenel Moïse la semana pasada atrajo la atención mundial sobre la actual agitación política en Haití, pero el país ya se encontraba en un estado de profunda crisis desde hace muchos meses. Stéphane Doyon, director del programa de MSF en Haití, describe el deterioro de la situación humanitaria y el extraordinario nivel de violencia que se está produciendo.
 

¿Cuál es la situación actual en Haití?

Para describir la vida cotidiana, hay que recurrir al vocabulario de la guerra. La capital, Puerto Príncipe, está dividida por varias líneas del frente. Barrios enteros están bajo el control de grupos armados con territorios cambiantes. En zonas densas y empobrecidas, las calles están barricadas y en algunas áreas hay francotiradores que disparan a la vista. Los enfrentamientos entre pandillas han obligado a miles de residentes a abandonar algunos barrios. En otros, como Cité Soleil, la población se encuentra atrapada por los combates. La ONU estima que hay 18,000 personas desplazadas, alojadas en casas de familiares o en sitios mal adaptados, como escuelas o iglesias. Este es un fenómeno nuevo, y la mayoría de ellos han huido en las últimas semanas a medida que se intensifican los combates. Las principales rutas de acceso a Puerto Príncipe están controladas por pandillas, y entrar o salir de la ciudad se ha vuelto complicado. Además de los combates, el nivel de delincuencia es muy alto, con robos, secuestros y extorsiones.
 
 
 

¿Qué está haciendo MSF?

En este contexto, hay muchas víctimas de la violencia, especialmente personas heridas. En nuestro hospital de traumatología de Tabarre, MSF ha atendido a más de 600 personas heridas desde principios de año, la mayoría proceden de los distritos de Martissant, Cité Soleil, Croix des Bouquets o Bel Air, donde se producen enfrentamientos armados particularmente graves. Desde abril hemos tenido que lidiar con varias olas de personas heridas, que nos han llevado a incrementar nuestra capacidad de hospitalización. Ha habido días en los que nuestros equipos han recibido hasta 20 pacientes. En promedio, más del 60 por ciento de nuestros pacientes con trauma son víctimas de heridas de bala o de arma blanca. Por otra parte, MSF sigue tratando a las víctimas de violencia sexual y de género en Puerto Príncipe y Gonaïves.
 
 
 

¿Cómo se ven afectadas las actividades de MSF por la situación?

Aunque Haití lleva años sufriendo una violencia crónica, la situación se ha deteriorado gradualmente desde hace más de un año. Las instalaciones de salud ya no se salvan y nuestras actividades médicas se han visto interrumpidas por una sucesión de incidentes críticos. En febrero, un hospital de MSF dedicado al tratamiento de quemaduras graves en el distrito de Drouillard tuvo que cerrarse porque el lugar estaba literalmente rodeado de combates. Los aproximadamente 20 pacientes que seguían ingresados tuvieron que ser trasladados y el hospital aún no ha vuelto a abrir. Allí solo mantuvimos un puesto médico avanzado para poder estabilizar y derivar a las personas heridas o víctimas de quemaduras. El mes pasado, una explosión de violencia en el barrio de Martissant puso a prueba al personal del centro de urgencias de MSF, que de repente se encontraba en primera línea. Durante varios días, el personal médico tuvo que atender a las personas heridas mientras se protegían de las balas perdidas, y una de nuestras ambulancias fue asaltada. El 26 de junio, la estructura se convirtió en el blanco de fuego directo, finalmente fue evacuada para no exponer más a los pacientes y al personal.
 
Más allá de estos episodios extremos, es la violencia común la que amenaza a todos. Cuando salimos a la calle, nuestro personal sanitario, al igual que la población, viven con el miedo a las balas perdidas o a los robos. Un empleado de MSF que trabajaba en Tabarre fue asesinado el 25 de mayo por hombres armados después de que había terminado su jornada en el hospital y se dirigía a su casa.
 
 
 

¿Cuáles son los efectos en el sistema de salud?

Este estado permanente de inseguridad limita el acceso de la población a la atención médica. El sistema de salud ya es extremadamente desigual, con atención médica privada disponible solo para aquellos que pueden pagarla, mientras que los centros de salud públicos carecen de los recursos esenciales. En este contexto, es un desafío mantener las actividades médicas. El personal, las y los pacientes deben poder llegar a los centros de salud y regresar de ellos de manera segura, pero no hay garantía de que puedan hacerlo. En un momento en el que MSF debería ampliar sus actividades para satisfacer las crecientes necesidades médicas de la población, incluso por el aumento de casos de COVID-19, estamos luchando por mantener abiertas nuestras instalaciones.
 
Hoy, es urgente darse cuenta de que Haití se encuentra sumido en una situación de violencia e inseguridad total sumada a una grave crisis de salud. El asesinato del presidente agrega incertidumbre en un país que parece estar al borde del caos.
 
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